La Ley del Amor

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Para que realmente la Ley del Intercambio (doy todo cuanto puedo  y recibo de los demás todo cuanto me pueden dar) pueda ser en la práctica, es indispensable la Ley del Amor: yo tengo que preocuparme por los que no están en la posición que estoy yo, por los que no tienen la posibilidad de ejercer sus capacidades como las estoy ejerciendo yo.   En la ley del amor uno prescinde de sí mismo porque se vive siendo los demás.

     Es la primera ley que tiene en cuenta al prójimo.  Porque la del Intercambio tal y como nos la han vendido tiene en cuenta al prójimo pero básicamente para que el prójimo me beneficie a mí. […]

     ¿Qué significa el prójimo? ¿Quién es el prójimo? El nivel de conciencia personal es el que se da cuenta de que yo, como individuo, no tengo ninguna realidad. No lo digo de una forma esotérica, lo digo porque existencialmente si miro mi historia, ésta es una serie de sucesos sobre los que he intervenido, he pensado de una determinada manera, sobre los que he sentido atracción o rechazo, sobre los que he actuado de una forma o de otra. Esta supuesta capacidad esencial  de ver, amar y hacer carece de sentido si no tengo algo sobre lo que pensar, algo o alguien que desear o que  querer o algo sobre lo que actuar. No existe un pensamiento sin objeto, ni un amor sin alguien a quien querer ni un  hecho ni un acto  sobre algo o alguien  sobre lo que actuar. […]

     Yo, existencialmente,  soy la historia de todos los pensamientos, de todos los amores, de todos los desamores, de todas las filias y fobias y de todos los actos que yo he hecho durante mi existencia. Y esta definición de mí, como la historia de todas las relaciones que yo he tenido, intelectuales, morales y prácticas, implica necesariamente el prójimo. Tanto si el prójimo me ha gustado como si el prójimo me ha disgustado. Es igual de prójimo desde este punto de vista, porque forma parte de mí, porque forma parte de mi conciencia y por lo tanto, querer al prójimo es quererme a mí. Por lo tanto, unificarme con el prójimo, buscar la unidad con el prójimo es buscar la unidad dentro de mi propia conciencia. […]

     De este tercer estadío de la sociedad, también nos dieron una indicación hace dosmil años, nos dijeron: ama a tus enemigos. Y a nosotros nos parece que esto de amar a los enemigos es cosa de santos. ¡Estamos tan sorprendidos! Es que amar a los enemigos es algo natural. Es que amar a los enemigos es de sentido común. Somos capacidad de ver, amar y hacer ¿no? Capacidad de ver es investigar. ¿Para que la utilizamos, la capacidad de ver?,  para investigar algo que ignoramos. Yo no me pongo cada día a estudiar las tablas de multiplicar porque ya me las sé. Si aparece en el periódico o en mi realidad personal cotidiana, alguna cosa que no comprendo, que no entiendo, me pongo a investigar eso. ¿Para qué me utilizo mi fuerza, mi energía, para levantar este bolígrafo? No necesito eso. Me resulta fácil levantar este bolígrafo. No tengo que poner mi energía en eso. La energía la tengo que poner cuando se me presenta un obstáculo importante, cuando tengo que realizar un sobreesfuerzo, cuando tengo que enfrentar algo que no me resulta  fácil. Bien, pues lo lógico es que  mi capacidad de amar la utilice frente a algo que me desagrada, que considero injusto, algo que considero inadmisible, que desapruebo…pero que está ahí. Porque claro, si lo desaprobara y desapareciera del mapa, se habría terminado el problema, pero ¡no! Sigue estando allí. Y precisamente porque quiero unirle y quiero unificar mi conciencia, necesito quitarle este título de enemigo que le he puesto yo. […] Igual él pobrecito ni se entera que lo tengo por enemigo. Soy yo el que lo tengo por enemigo. Por eso dice el Evangelio que, antes de adorar a Dios que te entiendas con tu enemigo porque si no, el que vas a sufrir serás tú.

 

Jordi Sapés de Lema. «Niveles de conciencia y experiencia de la realidad». I Congreso ADCA. 14 Octubre 2018.

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