El sentido de la existencia. Parábola de los talentos (Mt. 25, 14-30)

 «Porque (el reino de los cielos) es como si uno al emprender un viaje llama a sus siervos y les entrega su hacienda, dando a uno cinco talentos, a otro dos y a otro uno, a cada cual según su capacidad, y se va. Luego, el que había recibido cinco talentos se fue y negoció con ellos y ganó otros cinco. Asimismo el de los dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno se fue, hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su amo. Pasado mucho tiempo, vuelve el amo de aquellos siervos y les toma cuentas, y llegando el que había recibido los cinco talentos, presentó otros cinco, diciendo: Señor, tú me has dado cinco talentos; mira, pues, otros cinco que he ganado. Y su amo le dice: Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco; te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor. Llegó el de los dos talentos y dijo: Señor, dos talentos me has dado; mira otros dos que he ganado. Díjole su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; has sido fiel en lo poco; te constituiré sobre lo mucho; entra en el gozo de tu señor. Se acercó también el que había recibido un solo talento y dijo: Señor, tuve cuenta que eres hombre duro, que quieres cosechar donde no sembraste y recoger donde no esparciste; y temiendo, me fui y escondí tu talento en la tierra; aquí lo tienes.

Respondióle su amo: Siervo malo y haragán, ¿con que sabías que yo quiero cosechar donde no sembré y recoger donde no esparcí? Debías, pues, haber entregado mi denario a los banqueros, para que a mi vuelta recibiese lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez, porque al que tiene se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará, y a ese siervo inútil echadle a las tinieblas exteriores; allí habrá llanto y crujir de dientes».

Interpretación según la línea de Antonio Blay:

     El Yo Esencial [el señor] nos otorga el potencial [los talentos] para que lo actualicemos en respuesta al estímulo que procede del exterior. Este estímulo puede llegar a nosotros a través de los sentidos (energía), de la razón (inteligencia) o de la conciencia de la unidad (amor). Este estímulo que aparece en el exterior se registra también en la conciencia y nosotros lo perfeccionamos, añadiendo nuestra cuota de inteligencia, amor y energía.

     Los dos primeros centros, el motor y el intelectual, se interesan por dominar el exterior con la energía y la inteligencia, captan este entorno con los sentidos y la mente, y lo devuelven añadiéndole solidez, materiales y comprensión intelectual. En cambio, la percepción de la unidad que da la conciencia, puede conducir a la pasividad por el miedo de perder el bienestar y la placidez que produce. Es una conexión con el espíritu que hace estéril la existencia.

     Hemos de tener en cuenta que la existencia es una inversión del espíritu, que no necesita nada para sí, pero está interesado en nuestra realización. El hecho de que la conciencia se utilice, simplemente, como un refugio que ignora las limitaciones de la existencia y la labor que queda por hacer en la misma, representa una distorsión total de la espiritualidad que solo puede conducir a un sinsentido total.

     El sentido de la existencia es justamente la actualización del potencial, en especial, del que hemos empleado poco; si nos abstenemos, por miedo o por cobardía, en utilizar alguna de nuestras cualidades, el personaje nos acaba convenciendo de que no las tenemos. En cambio, si partimos de lo poco, pero nos esforzamos en utilizarlo, nos haremos cada vez más conscientes de ellas.

Jordi Sapés de Lema. “El Evangelio interpretado desde la línea de Antonio Blay”. Boira Editorial. 2020.

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