El sentido de la vida, desde la infancia

De la trascendencia procede la  vida y la conciencia que nos permite tener un papel creativo en este plano material. Nuestra participación en el mundo no se inicia cuando nos introducimos en el mundo laboral; empieza en el mismo momento en que nacemos. Los niños participan en todo momento en el colectivo; primero en la familia; después en la escuela y en los estudios medios o superiores; a continuación, en el mundo laboral y, posteriormente, en el social y el humano. Y aportan a cada uno de  estos planos lo que han vivido en el anterior.

Aunque su iniciación en cada uno se desarrolle en el tiempo, la educación que reciben los ha de preparar para ser protagonistas en todos ellos, sin distinción. Las diferentes fases de la existencia no se han de considerar como etapas que se dejan atrás, en un viaje en el que nadie sabe dónde finaliza. De hecho, el recorrido por la existencia es como una espiral creciente: si les llega el momento de criar sus propios hijos, revivirán, tarde o temprano, la infancia que tuvieron. Y en tanto que padres conscientes, regresarán también a la escuela para participar en ella, colaborando con los profesionales de la enseñanza.

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     El sentido de la vida no es algo muy filosófico que uno descubre por azares del destino; es algo que diseña uno mismo, tomando conciencia del potencial que somos y decidiendo de qué manera lo vamos a invertir en el terreno que pisemos y las circunstancias que atravesemos. Lo primero, la conciencia del potencial, ha de ser cultivada en la educación para que el niño tome conciencia de sus capacidades; lo segundo, la decisión de actualizarlo en un determinado ámbito de la existencia es una prerrogativa personal suya y responde a un sentimiento de vocación, que acostumbra a manifestarse cuando se alcanza un cierto nivel de madurez.

     Así que es absurdo preguntarle a un niño qué quiere ser de mayor, pero es indispensable prepararlo lo mejor posible para que pueda jugar el papel que intuya que puede ser útil en la evolución de la sociedad. En este sentido, conviene que los padres demos ejemplo de una actitud, en la vida, que comporte unos determinados resultados y justifique una existencia fértil y benéfica para su entorno. Es importante que no se centre en la mera supervivencia o en el desarrollo material y que resulte atractiva para nuestros hijos. No con el objetivo de que ellos continúen las actividades que nosotros realizamos, sino con la intención de comunicarles esta ilusión por una existencia plena e interesante.

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     Porque nosotros no apoyamos esta visión pesimista del mundo que se pretende difundir, una visión en la que nuestros hijos no podrán alcanzar el nivel de vida y de satisfacción que hemos tenido nosotros. Consideramos que la especie humana solo está recorriendo las primeras fases de su desarrollo potencial y que, en estos momentos, empieza a atender aspectos de la existencia que van más allá de la satisfacción de las necesidades materiales.

     Con una adecuada distribución del trabajo y de la riqueza, la humanidad podrá dejar de preocuparse, en los próximos años, de su subsistencia física y avanzar en el desarrollo mental y espiritual que nuestra conciencia nos permite. En este avance, los jóvenes han de tener un gran protagonismo y, con este objetivo, debemos inculcar en ellos la ilusión por situarse en la vanguardia de este salto evolutivo, superando la visión limitada e interesada del mundo que nosotros recibimos en la infancia.

Jordi Sapés de Lema y Maria Pilar de Moreta. “Espiritualidad, infancia y educación”. Editorial Boira. 2022.

Imagen: Boira editorial

2 comentarios en “El sentido de la vida, desde la infancia”

  1. Vienen tiempos más que difíciles.: escasez energética para mantener este nivel de vida en una población de 8.000millones, y los dirigentes apuestan por mantenernos dormidos y callados mientras planean cómo reducir la población, el consumo energético, todo a base de mentiras, futuras y presentes guerras, manipulación de la información, etc. vamos irremediablemente al colapso. Ahora bien , pueda ser que el colapso sea necesario para nuestra evolución como especie… quien sabe.

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