El trabajo y el dinero

Y ya que estamos en el trabajo, quizá convendría decir algo más. El trabajo y el dinero. Aquí existe un problema importante. Porque es evidente que para la persona que descubre que su realización tiene una implicación total, que, de un modo u otro, involucra todas las manifestaciones de su vida concreta, no hay nada que quede aparte de la realización, ni como medio para ir ni como vía de expresión, ni como medio para ayudar a los demás. En este caso, el principio básico, erróneo, dado que la persona en general no tiene conciencia de esto, es partir de la idea de que uno tiene que ganar dinero, de que el dinero es lo que le da a uno no solamente medios para satisfacer sus necesidades, sino un medio de poder, un medio de afirmación personal. Entonces, cuando el objetivo es conseguir dinero, todo queda subordinado a este objetivo. Entonces la persona no hace más que preguntarse: «¿Cómo puedo yo sacar dinero?», y, según como sea la persona, respetando, no vulnerando las leyes vigentes, o respetando incluso algunas leyes morales. Pero lo cierto es que esto mismo está vulnerando ya las leyes morales. Cuando yo tomo como objetivo el ganar dinero, esto visto desde arriba es ya un trastocar completamente los términos: el dinero es un medio, pero, en este caso, el dinero se ha convertido en un fin. Yo entonces busco todos los medios que me conduzcan a este fin. Es entonces cuando trato de estudiar qué es aquello por lo que las personas pagarán. Y las personas pagan por lo que necesitan, pagan por lo que no necesitan, pero que les gusta; pagan por lo que utilizan para huir de sus insatisfacciones, de sus problemas; y, generalmente, esto último es aquello por lo que pagan más. Entonces muchos negocios consisten simplemente en explotar esas debilidades de los demás. Ello significa fomentar esas debilidades de los demás. Pero como, además, la publicidad, la propaganda contribuyen a hacer ganar más dinero, entonces se trabaja para convertir en más necesarias unas cosas que no lo son en absoluto, y que incluso son perjudiciales. Así, la publicidad está al servicio del dinero, y este dinero, que se vale de la explotación de las debilidades de las personas, hace que la publicidad exacerbe esas debilidades de las personas. Así va creciendo ese círculo vicioso, completamente inmoral de arriba a abajo.

Nuestra vida y nuestra actividad profesional nunca tendría que tener como objeto el ganar dinero. Nuestra actividad debería tener por objeto servir a los demás, y el dinero habría de ser la consecuencia natural de este servicio a los demás, y sólo en la medida de este servicio a los demás. En cambio, ahora, es exactamente al revés. Yo sirvo a los demás tan sólo en la medida en que aquello me da dinero, lo cual quiere decir que no sirvo a los demás en absoluto.

Esto solamente es posible verlo, y es posible planteárselo con seriedad, cuando uno se da cuenta del sentido de la propia existencia, cuando uno se da cuenta de que no hay actos aislados, de que no hay nada que sea exclusivamente personal, individual o, siquiera interior, que todo lo que estamos haciendo lo estamos haciendo en relación con todos, que estamos vinculándonos con todos y que todo nos vincula con ello. En este sentido hay una responsabilidad, de la cual las personas son víctimas sin darse cuenta; no hay una culpabilidad, en la medida en que no hay conciencia de ello, pero las consecuencias sí existen, inevitablemente, aunque no haya conciencia de ello. No hay responsabilidad moral; sólo hay una responsabilidad social, en la medida en que no se ayuda a los demás en aquello que es su bien, en aquello que ha de ser su objetivo, su finalidad. Hay una responsabilidad social, y sabemos que, en la existencia, en esa mente que lo rige todo, toda responsabilidad hay que cumplirla y toda transgresión a esa responsabilidad se paga, se sufre.

El dinero hay que considerarlo como un aspecto de la energía que hace funcionar las cosas. Está sujeto a las leyes de la dinámica de la energía, por lo tanto al nivel de la conciencia de la persona. El dinero, como materialización o como símbolo real del poder de lo material, es también propiedad de Dios. Todo el dinero es solamente propiedad de Dios, y nosotros somos sus gestores. Y, seguramente, tendremos que dar cuenta de todo, absolutamente de todo, de todos los gastos y de todos los ahorros que hayamos hecho en este sentido.

Antonio Blay Fontcuberta. “Caminos de Autorrealización. Tomo III “La integración con la realidad exterior”. Editorial Cedel.

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