El sentido espiritual

Para que se produzca esta realización yo he de trabajar. Pues aunque esta Realidad ya existe, ya está funcionando (ya que no existe otra energía ni otro poder aparte del Poder Absoluto), aunque yo no puedo ni debo modificar nada de lo que Es, en cambio sí debo modificar mi pequeña visión de las cosas, he de modificar el hecho de apoyarme sólo en lo que perciben mis sentidos materiales y en las ideas que me han transmitido las personas con las que me he educado. Pues las personas, en general, viven sólo a un nivel psicológico y no me han podido trasmitir esa realidad espiritual. Me han hablado de ella, pero desde una postura de creencia, de fe, de moral y quizá de ritual, pero no como de algo realizable experimentalmente en mi propia conciencia.

     Nosotros somos lo que nuestra mente nos permite ser. Y actuamos de acuerdo a unos esquemas mentales, a unas ideas, a unos sistemas de valores que nos hemos hecho de las cosas, y estamos casi ciegos para lo que no está dentro de estos esquemas y de estos sistemas de valores. Estamos delimitados por nuestro horizonte mental, por estas estructuras mentales en las que nos sentimos seguros… aparentemente, relativamente, y nos cuesta ver, entender, ir más allá de esas estructuras.

 

     Aunque yo tenga la intuición y haya recibido una enseñanza de que existe una Realidad trascendente, esto no me ha sido enseñado como algo realizable, como algo operante, ni he visto personas que den testimonio de esta realización; luego es como si no me lo hubieran enseñado y, naturalmente, he ido edificando mis sistemas mentales de acuerdo con lo que la experiencia cotidiana me ha obligado a vivir. Así, a nivel psicológico yo quedo encerrado por esa misma experiencia. Y aunque, por un momento, yo pueda entender, aceptar e intuir la verdad de que todo poder sólo es expresión del único Poder, y de que tengo la posibilidad de abrirme, de sintonizarme con Él dentro de mi conciencia, de hecho, en la vida diaria, seguiré con la misma rutina, las mismas actitudes y temores de siempre.

 

     Si no modificamos los esquemas mentales, si no cambiamos lo que constituye el condicionamiento de nuestra conducta, nosotros no podemos experimentar algo nuevo, no podemos hacer entrar una nueva dimensión a lo que ya está delimitado por los hábitos. Ésta es la razón de un trabajo en este sentido. Yo, si tengo esta aspiración hacia lo Superior, hacia esta Realidad trascendente, si tengo la intuición de que esto es cierto, de que existe, no por simple creencia sino porque algo en mí me dice que esto es así, entonces es necesario que yo me aplique a un trabajo sistemático en mi mente y en mi corazón (en mi afectividad) para modificar mi capacidad perceptiva; no para cambiar nada sino para descubrir lo que ya existe desde siempre; para abrir los ojos, para afinar la percepción y poder ensanchar mi conciencia hacia esta dimensión trascendente.

 

     Recuperar este sentido espiritual es lo que nos falta. No es que Dios esté aparte y que si yo hago unas prácticas Dios hará algo especial para conmigo. Ésta es una visión infantil. Dios no dejará de hacer lo que desde la Eternidad está haciendo. Pero el hombre, a través de su proceso evolutivo, llega a un punto en el que se da cuenta de que debe tomar conciencia de la Realidad. Y entonces se hace necesario el trabajo.

 

     Hay un tiempo en que la persona tiene la noción de que Dios es como una especie de papá Noel que mágicamente ha de solucionar los problemas, las cosas difíciles o que ella misma no puede solucionar. Pero Dios no es un papá Noel que solucione mágicamente las cosas. Dios es la Inteligencia y el Poder Absoluto, que se expresa a través de nosotros, a través de las cosas y a través de lo que aparece como problemas. Y la solución de los problemas también ha de venir a través de esa plenitud de expresión de Dios en nosotros, de manera que funcione toda la capacidad que Dios está comunicando naturalmente a través de nosotros. Esto multiplicará nuestra capacidad de visión y de acción. No es nunca sustituyendo nuestra acción como Dios solucionará las cosas; porque Dios actúa a través de su manifestación, que somos todos nosotros.

 

     No podemos pedir a Dios una manifestación extra, de tipo mágico; pero sí podemos pedir que se abran nuestros ojos, que se abra nuestra percepción para que esta plenitud de Poder llene nuestra conciencia y podamos expresar lo que es nuestra herencia desde siempre.

 

     Esta toma de conciencia, este trabajo de re-descubrimiento, este cambio nuestro, no de Dios, puede producirse mediante varias formas de trabajo, que se conocen con los nombres de meditación -que es el trabajo a nivel mental-, oración -que es el trabajo a nivel afectivo-, y silencio, que es el aspecto receptivo de todo proceso de re-descubrimiento.

 

     Meditación y oración representan más bien la parte activa: yo que modifico mis esquemas mentales, en la meditación; yo que modifico mis actitudes humanas, en la oración. Y en el silencio me hago receptivo a nuevas vías de percepción, descubro nuevos estados de Ser, nuevos niveles de Realidad. Cuando mediante la meditación y la oración hemos movilizado, agitado, nuestras estructuras más cristalizadas o solidificadas, entonces, gracias a la práctica del silencio atento, activo, vamos descubriendo lo que ya Existe, lo que ya Es, lo que desde siempre ha estado dando sentido a nuestra vida.

 

     Se ha dado a veces el ejemplo de la persona que tiene una gran fortuna pero olvida que tiene esa fortuna y se siente pobre; y lucha contra la pobreza y se lamenta haciendo grandes esfuerzos para salir de ella. No es consciente de que tiene un gran patrimonio, una fabulosa fortuna. Nosotros somos como esta persona amnésica que ha perdido la memoria de algo que es suyo desde siempre y que está a su plena disposición. Todo trabajo espiritual viene a ser, de hecho, como una terapia para recuperar la capacidad de recordar, la conciencia.

 

     Por lo tanto, esto no es un atributo exclusivo de algunas personas elegidas o con algún don especial; esto es algo inherente a todas las personas, está al alcance de todos. Porque la Fuente Absoluta es la misma para cada uno de nosotros. Y todos tenemos la misma posibilidad de acceso inmediato, de apertura, a ese Dios que es Poder Absoluto. A medida que se realiza el trabajo que explicaremos, la persona va descubriendo una fantástica fuerza interior, una seguridad, una paz, una proximidad con todo lo que existe, y que tiene además la característica especial de que no hay nada en el mundo -ni fuera del mundo- que se lo pueda quitar. Es algo que pasa a ser definitivo.Por poco que reflexionemos, por poco que funcione nuestra intuición, coincidiremos en que esto es lo único que realmente debería tener sentido en nuestra vida; es lo único que merece ser trabajado con toda el alma.

 

Antonio Blay Fontcuberta. “Personalidad y niveles superiores de conciencia”. Página 159. Editorial Indigo. Barcelona. 1991.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio