El potencial que yo soy lo he ejercitado, hoy día, hasta un determinado grado. Y esto es lo que hoy soy; yo soy exactamente lo que he desarrollado de este potencial, lo que he vivido activamente. Lo que he desarrollado de inteligencia a través de actos particulares, lo que he desarrollado de mi afectividad a través de actos particulares, lo que he desarrollado de mi energía a través de actos particulares.
Lo que he ejercitado y cómo lo he ejercitado determina mi modo actual de ser. O sea, que yo como ser concreto soy lo que he vivido como experiencia activa; es lo que podemos llamar el yo-experiencia, en el sentido activo. Yo me he configurado de acuerdo con lo que he ejercitado y del modo particular como lo he ejercitado.
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El segundo factor, decía (estamos repasando ahora las técnicas de trabajo), es la actitud auténtica, positiva, por la cual yo me obligo a vivir lo que yo soy (energía, inteligencia, afectividad) en toda situación más y más. Es encarnar ese potencial positivo en toda situación; es vivir instalado en el yo-experiencia y hacer que ese yo-experiencia funcione más y más, que crezca, que crezca. Cuanto más desarrollo el yo-experiencia, no sólo desarrollo más mis facultades, sino que menos necesito apoyarme en el personaje: el yo-experiencia es mi realidad; si yo me vivo en mi realidad concreta, más mi energía, menos necesito soñar que soy fuerte; cuando yo vivo más el amor, menos necesito soñar en un pretendido amor. O sea que el yo-experiencia me está desarrollando una noción inmediata de realidad y de plenitud. Y, por lo tanto, me va neutralizando mi tendencia a evadirme hacia un yo-ideal: un día llegaré a ser muy esto y muy lo otro. Veíamos que el yo-ideal es la relación inversa que hay con el desarrollo del yo-experiencia.
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P.: ¿Qué relación hay entre autoconciencia y atención?
R.: Depende del grado de lucidez y de madurez que uno viva. Porque por lo que he explicado ya podéis ver que eso del “auto” es muy relativo. ¿A qué llama uno auto?, o sea, ¿qué es este sí mismo? De un modo natural, actualmente, cada uno lo que cree ser es ese concepto que tiene de sí mismo, acompañado o metido dentro de un cuerpo particular. Cuando uno dice “yo”, está queriendo decir este cuerpo más lo que yo creo ser. Y a eso llama yo. Cuando uno trabaja un poco más, se da cuenta de que eso no es el yo, que no es mi identidad, sino que mi identidad es lo que yo realmente he desarrollado, es el yo-experiencia, la comprensión que he desarrollado, la fuerza que he desarrollado, el amor que he desarrollado. Eso, de momento, es más yo que no lo que creo. Cuando uno sigue mirando, se da cuenta de que tampoco eso es el yo; el yo, en todo caso, es la fuente de donde está surgiendo toda esa afectividad, toda esa comprensión y toda esa energía. Entonces, cuando dice yo, se está refiriendo a una identidad profunda, central, individual.
O sea que, de momento, ya tenemos tres grados o modos bien distintos de creer o de ver que uno es una cosa y no otra. Entonces, esta autoconciencia que tú dices estará en función de lo que uno crea ser. Cuando uno trabaja en profundidad llega a descubrir que uno es, no la atención, sino la visión misma de donde surge la atención. Y cómo uno es el fondo del sentir, que en sí es gozo intrínseco, y uno es el fondo del querer. Pero eso cuando lo descubra.
Entonces, aprender a estar instalado en eso, a que la atención funcione desde ahí; eso es ser autoconsciente y funcionar de un modo auténtico, desde el punto de vista individual, porque no se acaba aquí la fiesta. Esto es, como si dijéramos, la primera etapa, este llegar a este fondo, a este eje. Luego viene el que uno descubre que esto, este eje, de hecho, es la expresión individual aquí de unos campos de realidad, de conciencia, de energía, que hay arriba, inmensos, sin límite. Es un campo de luz y un campo de felicidad y un campo de poder o de energías maravillosas y que lo que uno está viviendo como yo individual, no es nada más que una focalización individual de esos campos sin límites. Generalmente, a estos campos uno les llama lo divino o Dios, pero de hecho no es Dios, son unos campos, maravillosos; podemos llamarlos divinos, espirituales, superiores, pero luego, todavía, hay algo más allá. Más allá hay el ser al cual corresponden todos esos campos de conciencia. El ser en sí, podemos llamarle Dios, el ser primordial, el absoluto, el nombre que queramos, los nombres son muy secundarios.
Antonio Blay Foncuberta. “Curso de psicología de la autorrealización”. San Cugat del Vallés. Agosto 1982.
Como siempre Blay ejerciendo de inspiración
Hola, Antonio. Gracias por tu comentario.