«Podemos pensar que somos nosotros los que buscamos a Dios, sobre todo después de una situación que consideramos un desastre personal o social; pero es Dios quien nos busca a través de esa situación. También puede suceder que tras un acontecimiento complicado en nuestra vida, Dios despierte ese deseo de realidad y el hombre lo perciba pero, después de haber experimentado esa demanda, hay que cultivarla mediante el estudio, el silencio y la acción consciente.»
«Hemos introducido esta ponencia articulándola con las anteriores y afirmando que el impulso que necesitamos viene del Dios que está en nosotros. Pero ahora añadimos que Dios interviene en este plano en el que nos encontramos con una relación personal concreta. No es algo nebuloso o difuso que nos queda en el más allá.Puede que esta perspectiva cartesiana que separa lo material de lo espiritual, sirva también para explicar esta desorientación que sufrimos; porque parece absurdo que una conciencia que procede del soplo divino pueda desorientarse y caer en la identificación con el mundo.»
Bueno, el cartesianismo vehiculó las ganas de comprender el mundo con la intención de aprovecharlo, pero también despertó la duda de si íbamos a ser capaces de entenderlo. En estos momentos esta duda es más preocupante que nunca, porque este supuesto aprovechamiento pone en peligro la supervivencia de nuestra especie en el planeta.
Mejor demostración de que cuerpo y alma son inseparables no la podíamos tener. Y surge con fuerza la evidencia de que la inteligencia que comprende y la energía que manipula y utiliza las cosas no bastan para gestionar la realidad. Nos hemos olvidado de cuidar la naturaleza, de respetar a los seres que comparten la vida con nosotros, de aplicar la economía a la solidaridad con los necesitados, de cuidar a los niños y a los ancianos, etc. Resumiendo: nos hemos olvidado del amor.
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Y no obstante, aquí tenemos la situación de desastre personal o social que Dios utiliza para reclamar de nuevo nuestra atención. No es que Él la provoque, pero se sirve de ella para despertar nuestro corazón y recordarnos que somos seres espirituales.
Vale la pena reflexionar sobre un paisaje del Evangelio de Mateo:
“Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” Mateo 25, 34-40
Viene a cuento por lo que decimos en la ponencia: Dios interviene en este plano proponiéndonos una relación de amor que se ha de traducir en hechos:
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros”. Juan 13, 34-35
Está claro que la espiritualidad no es un asunto del más allá. Todo lo contrario: se refiere al más acá. Y desde luego no se resuelve pidiendo a Dios que solucione los desastres que nosotros hemos provocado y se encargue de aquellos a quienes estamos explotando, marginando y estafando.
Realmente nos conviene un poco de estudio y de silencio para ver si somos capaces de darle otra orientación a nuestra existencia. La nueva venida de Cristo se producirá en nuestras conciencias cuando nos sintamos implicados en lo que pasa en el mundo.
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