Una de las preguntas que podemos hacernos, en relación al Trabajo, se centra en nosotros mismos y consiste en tratar de averiguar a que nivel estamos viviendo nuestro propio yo. En nuestros pensamientos, juicios, acciones y conversaciones estamos constantemente nombrando a este yo. Y ¿quién es este yo al que estamos haciendo referencia continuamente?
Sugerimos a continuación unas líneas de investigación, de observación, para que cada uno trate de determinar en qué nivel está viviendo y, de este modo, distinga cómo puede ir evolucionando y viviendo lo mismo desde una zona superior.
Nivel del personaje
En el nivel del personaje el yo se confunde con el cuerpo físico y su grado de vitalidad, con todo su mundo de necesidades y de mecanismos psíquicos, así como con sus emociones y pensamientos.
1.- Necesita definirse constantemente por sus atributos concretos y por comparaciones: “yo soy esto”, “yo soy así, y no de otro modo”, “yo soy tanto como…, más que…”.
2.- Siempre se está juzgando a sí mismo en un dialogo interno constante: “ahora podría hacer esto”, “debería hacer esto otro”, es un yo que está hablando a otro yo.
3.- Varía con las circunstancias internas y externas: si las cosas me van bien, me considero valioso; si me van mal, de baja categoría. Si hay salud, siento una euforia vital, lleno de empuje, de fuerza, de realidad; por el contrario, si tengo enfermedades incurables o peligrosas me siento disminuido, acabado.
4.- Siempre quiere o pretende ser más. Si no lo intenta es porque se siente demasiado inferior. Tiende a moverse hacia arriba, queriendo ser mas, o hacia abajo, con depresión o desánimo.
5.- Se constituye en un yo aislado frente a los demás. Se siente como una isla, una isla desde la que puede tener una buena relación con los demás, pero en la que se vive como algo completamente aislado en si mismo, extraño a todo.
6.- Necesita estar formulando siempre ideas concretas sobre sí mismo. Apoyarse en la comparación, evaluarse, definirse, concretarse de forma continua. Quiere llegar a ser porque piensa que no es.
7.- Se basa en la ley del recibir más que en la de dar. Quiere recibir seguridad, apoyo, dinero, afecto; y cuando da, es a condición de que esta donación revierta en un nuevo beneficio para él. Está, por lo tanto, inevitablemente supeditado al temor, al enfado, al desengaño y a la desilusión; así como a las opiniones propias y ajenas.
En este nivel tenemos pues un yo tambaleante, inestable, inseguro. Es un yo que lo es todo menos YO.
Nivel del yo experiencia o del despertar
En este nivel el yo tiene conciencia de sí mismo como realidad y también de su capacidad para actualizar sus capacidades esenciales.
1.- No necesita definirse, ni poseer ideas sobre sí mismo. No hay una necesidad constante de reafirmarse, de reflexionar, de acabar encontrando la idea perfecta que pueda definirle a uno. No tiene necesidad de opinar sobre si mismo. Vive su propia realidad como energía, como amor y como comprensión, en uno u otro grado. Tiene la intuición de si mismo, sin tener que relacionarse con nada. Es vida, es ser. Siente estas cualidades de un modo intrínseco, sin más.
2.- Cuanto más expresa, en todos los sentidos, eso que siente ser, más crece y más es. No teme perder nada ni trata de asegurar nada. Se expresa hacia el exterior porque esta es su propia ley de afirmación y crecimiento.
3.- Cada vez se siente más próximo al interior de los demás y de todo lo demás. La naturaleza adquiere vida, los animales le muestran una conciencia que antes no detectaba y las personas gozan de una proximidad, de un parentesco, de una relación estrechísima.
4.- Consigue una libertad interior; obtiene progresivamente una independencia de las opiniones que los demás puedan tener de él. No depende de la opinión porque no se apoya en ninguna idea de si mismo y, por lo tanto, no puede existir otra idea que pueda negarla. Desde esta fuerza interior, las opiniones de los demás no tienen ninguna sustantividad, ninguna fuerza. No cambian en nada lo que uno es.
5.- Tiene independencia del sentimiento de posesión; a cualquier tipo de posesión, no sólo a la de bienes materiales. Y se da cuenta de que lo que posee no tiene nada que ver con lo que realmente es el Yo; es extraño al YO y por tanto no se apoya en ello. Utiliza sus posesiones, pero no depende de ellas.
6.- Es independiente de toda clase de circunstancias externas e internas que puedan afectarle. Estas circunstancias pueden tener repercusiones externas, pero no afectan el modo de vivirse a sí mismo. Tanto si son agradables como desagradables. No depende de cómo le van las cosas, de si el mundo se hunde o no. Lo cual no significa que sea indiferente o apático. Pueden afectar a su trabajo, a su modo de expresarse o de expandirse, pero no afectan para nada a su equilibrio, a su solidez, a su modo intrínseco de ser él mismo.
Antonio Blay Fontcuberta.
Estoy en el personaje o en el yo-experiencia
Una de las preguntas que podemos hacernos, en relación al Trabajo, se centra en nosotros mismos y consiste en tratar de averiguar a que nivel estamos viviendo nuestro propio yo. En nuestros pensamientos, juicios, acciones y conversaciones estamos constantemente nombrando a este yo. Y ¿quién es este yo al que estamos haciendo referencia continuamente?
Sugerimos a continuación unas líneas de investigación, de observación, para que cada uno trate de determinar en qué nivel está viviendo y, de este modo, distinga cómo puede ir evolucionando y viviendo lo mismo desde una zona superior.
Nivel del personaje
En el nivel del personaje el yo se confunde con el cuerpo físico y su grado de vitalidad, con todo su mundo de necesidades y de mecanismos psíquicos, así como con sus emociones y pensamientos.
1.- Necesita definirse constantemente por sus atributos concretos y por comparaciones: “yo soy esto”, “yo soy así, y no de otro modo”, “yo soy tanto como…, más que…”.
2.- Siempre se está juzgando a sí mismo en un dialogo interno constante: “ahora podría hacer esto”, “debería hacer esto otro”, es un yo que está hablando a otro yo.
3.- Varía con las circunstancias internas y externas: si las cosas me van bien, me considero valioso; si me van mal, de baja categoría. Si hay salud, siento una euforia vital, lleno de empuje, de fuerza, de realidad; por el contrario, si tengo enfermedades incurables o peligrosas me siento disminuido, acabado.
4.- Siempre quiere o pretende ser más. Si no lo intenta es porque se siente demasiado inferior. Tiende a moverse hacia arriba, queriendo ser mas, o hacia abajo, con depresión o desánimo.
5.- Se constituye en un yo aislado frente a los demás. Se siente como una isla, una isla desde la que puede tener una buena relación con los demás, pero en la que se vive como algo completamente aislado en si mismo, extraño a todo.
6.- Necesita estar formulando siempre ideas concretas sobre sí mismo. Apoyarse en la comparación, evaluarse, definirse, concretarse de forma continua. Quiere llegar a ser porque piensa que no es.
7.- Se basa en la ley del recibir más que en la de dar. Quiere recibir seguridad, apoyo, dinero, afecto; y cuando da, es a condición de que esta donación revierta en un nuevo beneficio para él. Está, por lo tanto, inevitablemente supeditado al temor, al enfado, al desengaño y a la desilusión; así como a las opiniones propias y ajenas.
En este nivel tenemos pues un yo tambaleante, inestable, inseguro. Es un yo que lo es todo menos YO.
Nivel del yo experiencia o del despertar
En este nivel el yo tiene conciencia de sí mismo como realidad y también de su capacidad para actualizar sus capacidades esenciales.
1.- No necesita definirse, ni poseer ideas sobre sí mismo. No hay una necesidad constante de reafirmarse, de reflexionar, de acabar encontrando la idea perfecta que pueda definirle a uno. No tiene necesidad de opinar sobre si mismo. Vive su propia realidad como energía, como amor y como comprensión, en uno u otro grado. Tiene la intuición de si mismo, sin tener que relacionarse con nada. Es vida, es ser. Siente estas cualidades de un modo intrínseco, sin más.
2.- Cuanto más expresa, en todos los sentidos, eso que siente ser, más crece y más es. No teme perder nada ni trata de asegurar nada. Se expresa hacia el exterior porque esta es su propia ley de afirmación y crecimiento.
3.- Cada vez se siente más próximo al interior de los demás y de todo lo demás. La naturaleza adquiere vida, los animales le muestran una conciencia que antes no detectaba y las personas gozan de una proximidad, de un parentesco, de una relación estrechísima.
4.- Consigue una libertad interior; obtiene progresivamente una independencia de las opiniones que los demás puedan tener de él. No depende de la opinión porque no se apoya en ninguna idea de si mismo y, por lo tanto, no puede existir otra idea que pueda negarla. Desde esta fuerza interior, las opiniones de los demás no tienen ninguna sustantividad, ninguna fuerza. No cambian en nada lo que uno es.
5.- Tiene independencia del sentimiento de posesión; a cualquier tipo de posesión, no sólo a la de bienes materiales. Y se da cuenta de que lo que posee no tiene nada que ver con lo que realmente es el Yo; es extraño al YO y por tanto no se apoya en ello. Utiliza sus posesiones, pero no depende de ellas.
6.- Es independiente de toda clase de circunstancias externas e internas que puedan afectarle. Estas circunstancias pueden tener repercusiones externas, pero no afectan el modo de vivirse a sí mismo. Tanto si son agradables como desagradables. No depende de cómo le van las cosas, de si el mundo se hunde o no. Lo cual no significa que sea indiferente o apático. Pueden afectar a su trabajo, a su modo de expresarse o de expandirse, pero no afectan para nada a su equilibrio, a su solidez, a su modo intrínseco de ser él mismo.
Antonio Blay Fontcuberta.
Imagen propia.
Lo había leído, lo escuché hace poco en una conferencia de Jordi y pensé” en que libro estará este texto para poder recurrir a él en cualquier momento” y mira por donde aquí está.
Gracias por facilitarnoslo.
Para que veas, algo ha tenido que pasar en todo esto que cuentas. Gracias.