-¿Eres un hombre feliz? -Sí. Pero más exacto sería decir que no hay un hombre feliz, sino felicidad en forma de hombre. -Bueno, pues te cambio la pregunta. Hace cinco años, por ejemplo, ¿eras más o menos feliz que ahora? -Yo diría que, básicamente, igual, sólo que ahora vivo esa felicidad más plenamente.
-¿Te asusta la muerte?
-Nada.
-¿Es importante?
-La muerte no existe. La muerte, simplemente, es un proceso de vida.
-¿Qué es ese cuerpo al que le salen gusanitos…?
-Lo que siempre ha sido: un instrumento.
-Incluso con gusanos, sigue siendo un instrumento… Pero, ¿qué pasa con mi conciencia, cuando yo me muero?
-En la medida que depende del cuerpo, se acaba. En la medida que no depende del cuerpo sino de lo que eres como identidad superior, permanece.
-¿Puede haber una conciencia que dependa exclusivamente del cuerpo?
-Claro que sí. La conciencia se construye así: siempre es nuestra identidad en relación con un instrumento.
-¿Puede haber una persona cuya conciencia se ciña, exclusivamente, al cuerpo?
-Eso no existe. Eso es el animal. Eso suponemos que es el animal. Creemos que, en el animal, la conciencia depende exclusivamente del cuerpo.
-Parece que la roca, también, tiene conciencia ¿no?
-Claro, puesto que conciencia es la relación que hay entre espíritu y materia.
-¿No hay materia sola?
-No, porque la materia sola, en el fondo, es mente.
-A mí me está pareciendo que nosotros no deberíamos tener miedo.
-Es que no se puede no tener miedo porque no haya que tener miedo. Creo que el miedo se marcha, solamente, cuando yo vivo la realidad que soy directamente.
[…]
-Es bonita la vida, ¿no es así?
-Lo que es bonito es lo que hace que la vida sea la vida.
-La vida debe ser expresión de algo, creo.
-La vida es Dios en forma de vida.
-¿Es precioso vivir?
-Es precioso vivir desde Dios.
-¿Se puede hablar de Dios?
-Se puede, pero creo que hablar de Dios es algo así como un disparate.
-¿Por qué?
-Porque hablar de Dios es solamente hablar de un concepto. Hay que expresar con la vida, con el amor, con la inteligencia y con la acción, ese Dios viviente, pero no hablar “sobre” Dios. Hablar sobre Dios es como hablar sobre la comida, sin comer.
[…]
-Creo que no te gusta hablar de Dios.
-No me gusta porque es un concepto, y este concepto ha traído muchos problemas. Las personas suelen rechazar a Dios porque se asocia a Dios a un concepto que, a su vez, se asocia a otros conceptos y a una estructura. Y Dios no ha de ser un concepto. Dios ha de ser la experiencia viva de la realidad inmanente en mí y en todo. Por lo tanto, desafía a todo concepto. El concepto tiene sentido como señal, como indicador, pero la mente se agarra al concepto como si fuera la cosa, y convierte a Dios en cosa. Y esto es horrible. Dios, que es el sujeto último, queda convertido en objeto al decir la palabra Dios. Y queda totalmente desnaturalizado.
José María Mendiola. “En busca de la experiencia de Dios”. Ediciones Obelisco, S.A. 1988.