A estas alturas me sigue pareciendo algo extraordinario que una persona se pueda pegar toda su existencia sin fijarse lo más mínimo en sí mismo, toda una vida absolutamente pendiente de llenarse con cosas del exterior, o pendiente de ir evaluando milimétricamente si va consiguiendo o no lo que aparentemente piensa que necesita para ser feliz.
Y digo plenamente consciente que me parece extraordinario, porque cuando uno se aventura por los vericuetos del autoconocimiento, en el tiempo la experiencia le enseña que lo normal es vivir despierto; sí, lo normal, aunque parezca increíble es que tome conciencia de mi protagonismo en esta existencia, de que yo en este instante que estoy escribiendo estas líneas estoy aquí, y tú que estás leyendo este escrito a lo mejor también estás aquí, un único instante o una misma conciencia que nos unifica a todos. Y sinceramente esto no puede ser algo gratuito, evidentemente tiene una razón de SER.
Nosotros definimos el despertar como darte cuenta de tu presencia de que estás aquí y ahora; presente en tu conciencia, dándote cuenta de ti y del mundo que te rodea. Y con este catálogo de ideas debajo del brazo se inicia uno en este Trabajo espiritual, no como una creencia más, sino como una hipótesis de trabajo, que de esto ya se encargó bien en su día de advertírnoslo Blay y después los que recogieron su testigo. De manera que un buen día de repente, casi por arte de magia uno se desconecta del “Matrix” acostumbrado y empieza a asomar la patita a un lugar adimensional donde experimenta el maravilloso gozo de sentirse vivo y sentir la vida a su alrededor; y todo sea dicho, hay que reconocer que al principio en los primeros despertares uno “flipa en colores” al constatar que esa hipótesis de trabajo empieza a ser corroborada de manera experimental.
Sí, sí, sí… efectivamente, no hace falta ponerse en una actitud cotemplativa en medio del fragor de la batalla habitual, ni siquiera cerrar los ojos; si hago ese gesto interno que tantas veces me dicen de notarme a mí, “et voilà” estoy yo abriendo una ventana, cerrando una puerta, mirando a la gente sin juicio, incluida mi suegra y mis cuñad@s… ahora sí que puedo decir sin temor a equivocarme: “yo soy”, si ya lo sé… está cogido con pinzas y se escurre como el agua entre los dedos, pero no me negareis que este primer reencuentro con uno mismo es fascinante, yo diría que se guarda en el departamento de la mente donde archivamos el recuerdo de nuestro primer amor.
Bueno, una vez que la fascinación se va apagando; llega la famosa “travesía del desierto” donde hay que consolidar esos chispazos divinos y aquí uno por sorpresa se encuentra en un cuadrilátero cual ring de boxeo al uso recibiendo mamporros de su tutor, os advierto que en esta fase solo sobreviven los buenos encajadores:
– ¡Sí, lo he conseguido estoy despierto leyendo el periódico¡
– No, estás concentrado.
– ¡Pero… que me cuentas no puede ser…¡
– Sí, fíjate que no estás tú enfocando la atención en lo que quieres, es algo automático.
– ¡Ufff me c*** en todo lo que se menea…¡
– Paso a paso, no te preocupes sigue intentando despertar.
– ¡Hey ahora sí que sí… me he visto a mi andando por la calle¡
– No, te lo estás imaginando, tú no puedes verte a ti, solo hay un yo sujeto protagonista de tus actos, emociones y pensamientos.
– ¡J**** no puede ser, a la m*****
– Sigue intentándolo, no desistas.
– ¡Ya está, hoy en la playa por la mañana notaba como el sol calentaba mi piel y al mismo tiempo escuchaba el rumor de las olas a mis pies¡
– Muy poético, pero no, esto es percibir, conciencia es darte cuenta de ti notando como el sol calienta tu piel y cómo eres tú el que escuchas el ruido de las olas.
– ¡Agggg lo ma**, no lo aguanto, la madre que lo trajo¡
Seguro que os suena todo esto. Lo cierto es que los ganchos al mentón y los crochet a la boca del estómago van haciendo su efecto y se empieza desarrollar músculo en la conciencia, con lo cual, despertador a despertador, se va ganando terreno a la mente mecánica y uno empieza a responder desde un nivel de conciencia Superior a los estímulos que se le presentan. Aquí el descubrimiento del “Yo Soy” va in crescendo porque te lleva a constatar, que no pensar, que esta presencia incólume e inmanente se construye con los mejores materiales posibles: un Potencial ilimitado de energía, amor e inteligencia.
Claro está, descubrir que soy una capacidad de transformar la realidad viviéndome integrado lúcidamente en la existencia, en ocasiones eleva la fascinación al cuadrado; momento clave donde los haya porque la determinación tiene que basarse en seguir picando piedra, seguir profundizando, seguir sumergiéndote en la mismidad sin parar. Y al mismo tiempo, seguir bajando incansablemente lo Superior a la tierra sobre la que uno va caminando en su deambular cotidiano, evitando de esta forma, quedarse como dice mi amigo Fito: “colgado del girón de un sueño”.
Recuerdo que la gente que tuvo la suerte de conocer a Blay, comentan que él acostumbraba a decir que, aunque se te apareciera la mismísima virgen María la apartásemos y siguiéramos ahondando en la búsqueda del Ser que somos. Y es justo lo que hay que hacer, seguir caminando por el desierto, porque llega un momento en que aparece un bendito oasis o un “clic” donde la conciencia de uno mismo se convierte en una sombra constante que te acompaña a todos los sitios donde vas. Aparece entonces una “Nueva Normalidad” donde los viejos códigos que apuntaban machaconamente que hay que tener prestigio, fama, poder… para ser “alguien” se quedan atrás o mejor dicho se disuelven en su propia irrealidad. Y es aquí, en esta “Nueva Normalidad”, donde uno descubre que ya no hace falta pelear con nadie, ni siquiera con uno mismo. Y es aquí donde uno evidencia que la razón de SER pasa por dejar que lo que yo soy se exprese en la existencia, eso sí, de una forma concreta y en cualquier tipo de situación por complicada que nos pueda parecer. Y es aquí donde la sencillez preside esta “Nueva Normalidad” y lo magníficamente extraordinario es darme cuenta que de vez en cuando me duermo.
Gracias Imanol, has hecho toda una excursión por el ejercicio del despertar. Parece mentira que lo natural sea tan difícil de ver. Por fortuna nos sentimos tan incómodos en nuestra piel y tan ridículos en los papeles que hacemos para aparentar que somos alguien que cuando el Espíritu nos llama le hacemos caso. Otra cosa es la impresión que damos a los que siguen dormidos, como recordaba en el Congreso Vicente Merlo hablando del mito de la caverna de Platón. El reflejo que nos devuelven a veces nos hace dudar, sin embargo, el que se acostumbra a estar despierto un ciero tiempo ya no puede volver hacia atrás: no se el ha perdido nada en las pesadilla.
Muchas gracias por el artículo, Imanol. Que necesarios son esos «ouchs», esos golpes del tutor/a para avanzar y descubrir la mentira en la que vivimos con el personaje. Cuanto más se avanza, más insoportable se hace quedarse dormido y descubrirte en ese mal sueño. Cuanto más tiempo se despierta más se agradece haber llegado a este Trabajo. Pico y pala. Día a día y con calma y humildad para «volver a casa».
Si comparto, la sencillez de ver como brota sin cesar la vida. Esta urdimbre de vibraciones energéticas, amorosas y lúcidas, con las que puedo obrar conscientemente, cuando enfoco la realidad completa: la presencia esencial en mí, junto a la existencia concreta de cada momento que hago presente.
Gracias Imanol por el artículo. Seguimos picando piedra y la travesía por el desierto, pero con la alegría de compartir el reto.