La presencia

© Laura López

Debemos estar más presentes en cada instante. Si, por ejemplo, yo estoy hablando, he de aprender a estar todo yo más presente en lo que digo, tanto en la idea que fluye de mí  -sea de la mente personal, sea de mis niveles espirituales-, como a la conciencia que tengo de los demás, no sólo visualmente sino también como conciencia de ellos en cuanto personas que sienten, viven, desean y temen (de todo su mundo interior). Cuanto más permeable sea yo, cuanto más deje vía libre a este circuito dinámico, más se desarrollará en mí la capacidad para ver claro, tanto dentro como fuera de mí mismo.

     Esto mismo podemos aplicarlo cuando estamos leyendo o escuchando. Ahora, por ejemplo, ustedes me están escuchando; si aprendieran a escuchar del todo, comprenderían no sólo lo que digo externamente sino también lo que hay en mi mente detrás de las palabras, las resonancias que existen en mi interior; y no  sólo eso, sino que al mismo tiempo sentirían sus propias resonancias, su comprensión y la respuesta que viene de sus niveles intuitivos o afectivos. Se trata de acercarse un poco más a esta realidad interior, de abrirse un poco más a la luz, pero no por las ideas que se comunican -pues las ideas, en tanto que ideas, no sirven para gran cosa-; lo importante es  el punto del cual proceden las ideas, y el punto desde el cual pueden ustedes reconocer las ideas. Las ideas no son más que un símbolo, una contraseña para enterarse de algo que está más allá de la contraseña misma. Las palabras tienen siempre ese carácter de símbolo cuando brotan, cuando proceden directamente de la fuente. Y el que está atento sabe remontarse del símbolo a la cosa simbolizada, de la manifestación a la causa que la produce.

 

     Esto que explico puede aplicarse a cualquier situación: cuando leemos, cuando estamos hablando a un niño pequeño, cuando tenemos que soportar las molestias de las otras personas, cuando llegamos tarde o cuando tenemos dificultades económicas; en cada instante se presenta una nueva ocasión. Esta ocasión no la hemos de ver sólo cuando estamos con personas simpáticas, agradables, elevadas, está en todas las situaciones, nos gusten o no nos gusten, aun en las más insignificantes.

 

 

Antonio Blay Fontcuberta, «El trabajo interior», Ed. Indigo, 1993.

3 comentarios en “La presencia”

  1. Lo que más me gusta del mensaje de Blay es que cualquier circunstancia por muy insignificante que parezca es una oportunidad para ir más al centro.
    La ventaja de hacer el Trabajo, es que cada nuevo diario o semanario nos permite plasmar todas esas circunstancias del día a día y trascenderlas gracias a la nueva perspectiva que aporta el tutor.
    Ayer precisamente leía un libro de Filosofía que decía: «la historía remarca la importancia de tener a alguien sabio junto a nosotros que nos ayude a entender los principios que guíen nuestras vidas cuando estamos más perdidos que daltónicos jugando al Twister»
    Filosofía en la calle. Eduardo Infante Capítulo «Pon un Sócrates en tu vida». pág. 134

  2. Me parece muy interesante que Blay diga que tenemos que estar siempre atentos a nosotros mismos, a nuestra conciencia de ser y a nuestra conciencia de los otros, y que esto llegue a ser más importante que las ideas que estamos expresando. Siempre estamos ocupados con los contenidos pero los contenidos son objetos de conciencia y nosotros debemos atender a la conciencia misma.
    No sé si lo he entendido bien o si alguien puede decirme si estoy equivocada en esto que he expresado.
    Muchas gracias y un saludo a todos.

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