La realización está en nosotros

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De hecho no se trata de que nosotros nos realicemos, sino que hemos de permitir a esa realización que ya existe que se exprese a través nuestro. Necesitamos para ello ser sencillos, ser simples, dejar que lo que existe salga. Cuanto más quiero hacer, conseguir, realizar personalmente, más estoy levantando una barrera mental que impide que eso se manifieste. La realización siempre es un proceso que va de dentro a fuera. Nosotros no realizamos el YO; es el YO quien se realiza en nosotros. No hemos crecido por nosotros mismos, es el crecimiento quien nos ha empujado. No somos nosotros quienes vivimos, sino que es la vida quien nos proporciona la fuerza para vivir. El proceso siempre sigue esta dirección, es nuestro yo personal quien tiene la pretensión de manejar, de ser el dueño, de querer hacer y deshacer. El Yo central, esa plenitud, ya está ahí, en nosotros. Eso es lo que somos, esa plenitud.

El yo personal se mueve por la ley de autoafirmación. El Yo profundo ES. Para que el Yo profundo se exprese, el yo personal ha de estar silencioso, se ha de ir disolviendo, mas eso sólo se consigue mediante la verdadera simplicidad. Detrás de ella surgirá nuestra verdadera fuerza y conocimiento, nuestra total capacidad de acción. Ahora, en cambio, quiero ser yo, personalmente, quien actúe. Este pequeño yo está obstruyendo, con su minúscula porción de energía y de inteligencia, todo el torrente de fuerza, de conocimiento y de felicidad que existe en nosotros.

Entendamos esto. Necesitaremos mirarlo muchas veces para verlo claro, para que nuestra mente rechace la idea de querer apoyarse en ser alguien, de un modo meramente personal. Todas las cosas grandes que han sido hechas, han surgido a través de las personas, pero nunca ha sido la persona, en tanto que fulanito de tal, quien las ha realizado. Toda persona que ha ejecutado algo importante en la historia de la humanidad manifiesta que el hecho se ha producido a través de ella, que le ha venido el impulso de hacer, que le ha venido la idea, es algo con que se encuentra, algo que aparece, que no lo ha fabricado ella de arriba abajo, que no es un producto del yo personal. En todo caso el yo personal pone ahí su sello deformando lo que hay de genialidad, pero todas las creaciones, las grandes obras, sean instituciones, obras de arte, descubrimientos científicos, son obras que vienen, que se producen a través de la persona, pero nunca es el yo personal quien las fabrica. Esto nos tenía que dar testimonio de que no es el yo personal quien hace ni deja de hacer nada importante. En nosotros mismos descubrimos esta experiencia, aunque luego nuestro yo personal se haya apropiado el resultado. Me ha venido una idea y entonces digo: “yo pienso”; pero en realidad no he sido yo quien ha pensado la idea, personalmente. Si somos un poco sinceros en nuestra autoobservación, veremos que esto funciona así y funcionaría muchísimo más si nosotros abriéramos la puerta. La expresión es uno de los medios para que esto se produzca.

En la expresión yo he de aprender a dejar salir de mí aquello. Si hay en mí un sentimiento de alegría, dejar que ese sentimiento se exprese y, si yo expreso verdaderamente alegría, me daré cuenta de que esa alegría es profunda.

Lo que hace el yo personal es comparar, pero nunca crea nada de auténtico valor. El yo personal está hecho de ideas concretas y, por tanto, lo que es producto del yo personal siempre es de orden concreto, elemental. La creación siempre viene de más arriba.

He de aprender a través de la música que lo verdaderamente auténtico se expresa prescindiendo del yo personal, dándome cuenta al expresar lo que sea que estoy sintiendo aquello, que hay en mí una noción de

Ser, una fuerza, una realidad que está ahí, sin nombres ni apellidos, y de esta forma nos iremos acercando más y más a esa actualización. Siempre es el yo personal quien interfiere en la expresión, quien ahora no quiere hacer esto o no siente nada. El Yo profundo está lleno de vida; es la vida. Es el yo personal quien pone pegas, quien está comparando, frenando; ciertamente, cumple su función en la vida diaria, pero, una vez que se ha desarrollado para organizar nuestra conducta exterior, hemos de aprender a no quedar eternamente supeditados a esa estructura, a no quedar a su servicio. El yo–idea tiene una función real, pero transitoria, y nada más; nunca es nuestra realidad. La realidad es la fuente de donde surge todo lo que yo puedo vivir. Esa es mi realidad, eso es lo que yo he de aprender a vivir, a experimentar directamente. Lo que tiene valor, lo que es real no son las ideas que me formulo de mí, sino lo que se expresa detrás de mí.

Lo importante es que lo que realmente Es, con mayúscula, se vaya expresando a través de mí, de mi personalidad; que eso que tiene un nombre y un apellido sirva de vehículo para encarnar y expresar en ese mundo de nombres y de formas, en el mundo de nuestros semejantes, esas cualidades superiores traducidas a un lenguaje inteligible, a unas normas prácticas, a algo a nivel de nuestra vida diaria. Pero, no caigamos en la ilusión de creer que somos nosotros la fuente de ello; no nos atribuyamos lo que no es realmente patrimonio del yo personal.

En ese Yo profundo, en esa realidad profunda no hay criterios de superioridad, de inferioridad, de esto es mío y esto tuyo, sino que ahí hay una abundancia exhaustiva de cada cosa que se expresa con sencillez, como lo hace en la vida diaria la grandeza del universo, la naturaleza, con sencillez y majestuosidad constantes.

Antonio Blay Fontcuberta. “Caminos de autorrealización”. Editorial Cedel. 1982

6 comentarios en “La realización está en nosotros”

  1. Es una gran reflexion y una gran lección de humildad. Si tuviéramos siempre presente que nuestros ‘logros’ no son nuestros, que somos sencillamente un canal, si lo tuviéramos presente como nos cambiaría la vida. Que tranquilidad el darse cuenta que no hay logros propios, ni medallas propias, ni premios propios, sino que todo se resume al hecho de que somos un canal a través del cual el SER se manifiesta. Esta convicción da una paz tan grande, porque de repente te das cuenta de que todo está hecho, de que no hay que esforzarse, solo hay que estar atentos y abiertos a que se manifieste en nosotros. Ojalá tuviéramos más presente ese fantástico canal que somos.

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