
–¿La realización vertical, a través de lo Trascendente, no es ya suficiente para que uno viva integrado con el mundo?
R. –No. No es suficiente. Veremos que, para que uno vaya integrado con el mundo, no basta con que yo exprese un amor, por muy elevado que sea este, por muy elevada que sea su fuente, no basta con que yo exprese una buena voluntad, una energía. Es absolutamente necesario que yo esté integrado. Integrado quiere decir insertado, unido, unificado con. Y si no hay esta inserción, esta unificación con lo otro, no hay realización plena. Es decir, que el trabajo de realización hacia arriba –y en este sentido, esa toma de conciencia de lo de arriba a través de mí es algo estupendo, pero sólo de cara a la realización vertical–, para que se convierta en una integración horizontal, de cara al mundo, de cara a las personas, tiene que ir acompañado de algo más. He de conocer esas personas, he de percibirlas, penetrar en ellas, acomodarme a ellas, irme unificando con ellas. Y si no hay ese trabajo de integración, no se produce esa ecuación. Lo que ocurre es que, a la larga, ese trabajo de entrega a Dios va produciendo en mí un interés mayor para los demás y, por tanto, un deseo de comprenderlos, de ayudarlos, un deseo de actuar. Y esto me va obligando a una toma de conciencia más realista. Pero esto puede venir sólo después de muchos años de trabajo de contacto con lo Trascendente, y, mientras tanto, necesitamos hacer un trabajo concreto, ser alguien lo más útil posible, en un sentido u otro, en el mundo. Para conseguir esto último, se necesita una percepción muy concreta y una acción muy precisa, que no han de estar separados de lo otro. Lo otro es estupendo, pero por sí sólo no basta.
Antonio Blay Fontcuberta. “Caminos de autorrealización. Tomo III La integración con la realidad exterior”. Editorial Cedel. Barcelona. 1983.
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