La visión de la política desde el Trabajo

Para cada persona el mundo es lo que ella piensa e imagina en relación a lo que entiende por mundo. Cuanto más pequeño y limitado es este mundo que imagina, más necesita que su representación sea cierta. Si lo único que vive como absolutamente real es su cuerpo y su forma de pensar, lo lógico es que se identifique con este cuerpo y con esta manera de pensar.
¿Pero qué pasa si se le hace la siguiente reflexión?: tu cuerpo es el resultado del código genético de tus padres que tú has cuidado más o menos; y tu manera de pensar es fruto de las ideas que te han metido en la cabeza de pequeño, ideas con las que estás más o menos de acuerdo.  ¿Qué has añadido personalmente tú a tu cuerpo?, ¿qué idea de la realidad has descubierto tú personalmente?

Y después, ¿qué aportas tú a la colectividad?, ¿y qué sacas de ella? ¿Consideras que el esfuerzo que haces en relación a la comunidad compensa lo que la comunidad te facilita a ti en forma de infraestructuras, logística, educación, sanidad, seguridad social, transportes, etc.?

Y a continuación, ¿cada vez que estás en desacuerdo con algo, tienes una alternativa a proponer para sustituir esto que te parece incorrecto?, ¿estás combatiendo a favor de esta alternativa o te limitas a quejarte de todo?

Si la respuesta es: no he añadido gran cosa a mi realidad, no creo que lo que yo aporto compense lo que me dan y no tengo alternativas que proponer y me limito a quejarme, no nos hemos de deprimir, porque acabamos de acceder al mundo de los bienaventurados, de los que tienen suerte. Nos acabamos de dar cuenta de que, además de existir en un colectivo, existimos gracias al colectivo y que hemos venido a este mundo con unas capacidades intelectuales, morales y prácticas que no estamos utilizando de una forma consciente para mejorarlo. Así que se nos abre en este momento la posibilidad de ser nosotros mismos y de aportar algo personal a esta existencia.

Esto pasa por cuidar nuestro cuerpo y por nutrir nuestra mente de conocimientos sobre el terreno que estamos pisando. Tanto una cosa como la otra la hemos de hacer nosotros personalmente; no conviene dejar nuestro cuerpo y nuestra mente a cargo de nadie, no sea que los utilicen para propósitos con los que no comulgamos. Y esto significa implicarnos en la realidad de una forma personal y consciente, para decidir cómo queremos actuar y para vigilar cómo actúan aquellos a los que hemos delegado nuestra representación en algún tema. Delegar no significa olvidarnos del asunto, significa que, no pudiendo intervenir directamente en todas las cuestiones, elegimos a determinadas personas que nos presentan unas propuestas concretas de resolución; propuestas que se comprometen a cumplir.

Estas propuestas deben ser refrendadas a partir de un conocimiento personal de los problemas que pretenden resolver, partiendo de la base de que van a exigir una colaboración de nuestra parte. Si no se nos exige esto, si se supone que los encargados nos lo van a arreglar todo significa que nos están engañando y que nosotros nos estamos dejando engañar. Pero si ante la falta de resultados se nos dice que la culpa es de terceros y aceptamos este argumento, encima, nos estamos dejando utilizar y manipular. El colmo de la necedad es creer que alguien va a resolver un problema porque se carga a otro que no lo ha resuelto, pero ya es locura admitir que la solución pase por amordazar, reprimir o aniquilar a los que lo sufren.

Por desgracia esto es lo que está ocurriendo por todas partes y pone de manifiesto una crisis del sistema social de dimensiones suficientes como para llamar nuestra atención y sacarnos del sopor que nos han infundido. En estos momentos se está realizando un juicio, para algunos político, para otros penal, pero en el que se juzgan unos políticos y en el que desfilan otros políticos como testigos. Este juicio se está retransmitiendo íntegramente por televisión, lo cual nos da una oportunidad única para observar y juzgar personalmente el universo social y legal en el que estamos inmersos.

La pregunta es: ¿alguien se lo mira?

6 comentarios en “La visión de la política desde el Trabajo”

  1. Yo si miro el juicio, a veces no puedo en directo pero ya hay espacios en tv como para ver o oir algunas tertulias.
    A veces me duele oir según que cosas, como intenta dar la vuelta a hechos, como se puede negar algo que ocurrio ?
    Tambien me quedo perpleja escuchando las declaraciones de según que politicos españoles como el sr, Rajoy, la sra. Santamaria etc no daba crédito a sus contestaciones. Estas personas dirijian el pais? o son instrumentos de otros que quieren obtener unos resultados concretos?.
    Por otro lado me encantó escuchar a los dirijentes catalanes como a los Jordis, Sanchez, Turull…y sobretodo a Jordi Cuixart observaba gran nivel, preparación de sus cargos y expresar que queria poner de manifiesto cual era su prioridad.
    Informanos y movilizarnos para que los dirigentes lleven a cabo politicas sociales en beneficio de la sociedad y del planeta és una forma de estar ahí. Tambien hemos de traducir en hechos concretos cuando actuamos en la sociedad, por ejemplo en la lucha con el plástico, los residuos etc

  2. Yo también sigo la causa que en la Sala de lo Penal del Supremo se sigue contra los líderes independentistas, es decir, contra aquellos que no han huido de la Justicia de un país plenamente democrático y avanzado como es España.

    Según las instituciones internacionales que velan por los derechos políticos y civiles, España pertenece al selecto grupo de «democracias plenas» del planeta:

    Según The Economist Democracy Index 2018, sólo diecinueve países cumplen los exigentes requisitos para ser considerados «democracias plenas» (procesos electorales, pluralismo político, funcionamiento del Gobierno y de la Administración, participación ciudadana, cultura democrática, libertades civiles, libertades personales). Quedan excluidos del grupo de «democracias plenas», por no dar la talla, países como Italia, Francia o Estados Unidos.

    Bélgica también está excluida de ese selecto grupo, aunque es el país que eligieron Puigdemont y otros líderes independentistas al que huir al día siguiente de haber declarado la independencia. Si un líder político decide en conciencia que debe desobedecer las leyes de su país, incluso en un país plenamente democrático como el nuestro en el que la democracia está amparada por la ley, incluso leyes que han sido votadas por su propia formación política, que las desobedezca, pero entonces que asuma las consecuencias. Huir cobardemente no es aceptable, ni desde el punto de vista político, ni desde el punto de vista interior.

    Otro informe semejante, el Freedom in the World 2019, de Freedom House, sitúa a España, con 94 puntos sobre 100, en el puesto número 20 a nivel mundial, a la altura de Alemania y de nuevo muy por delante de Italia, Francia o Estados Unidos. Para hacer su diagnóstico, Freedom House analiza cada país basándose en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

    Human Rights Watch, otra prestigiosa institución, no considera en absoluto que la situación en Cataluña consista en un problema de Derechos Humanos, sino en un problema meramente político. Censura, eso sí, el empleo excesivo de la fuerza policial durante el 1 de Octubre de 2017, en el que los agentes se vieron obligados a apartar mediante el uso legítimo de la fuerza a quienes bloqueaban, pasivamente unos, activamente otros, la entrada de la fuerza policial a los centros de votación donde tenían que dar cumplimiento a una orden judicial legítima. No obstante ya hay más de una veintena de agentes imputados por esos hechos. De los 6.000 policías y guardias civiles que participaron en esa actuación, a algunos de ellos se les fue la mano. Si finalmente hay condenas, es previsible que Human Rights Watch modifique su visión del asunto.

    Además es completamente falso afirmar que hubo más de ochocientos «heridos». Lo que hubo en realidad fue más de ochocientos atendidos en centros sanitarios, la inmensa mayoría por mareos, ansiedad y contusiones leves. A estas alturas resulta infantil el victimismo de los independentistas, con el que que alimentan su discurso político.

    Cabe decir que si ese día y los días previos los Mossos hubieran cumplido lealmente con su deber no hubiera sido necesario el uso de la fuerza, o lo hubiera sido en un grado mucho menor. Desgraciadamente los Mossos traicionaron tanto a los otros cuerpos policiales como a sí mismos. Las pruebas de esa traición son abundantes y abrumadoras. Se irán viendo en el juicio en el Supremo.

    Por su parte Amnistía Internacional no califica a los políticos independentistas como «presos políticos», ni siquiera de «presos de conciencia». Sólo afirma que en la votación ilegal del 1 de Octubre pudo haber un uso excesivo de la fuerza por parte de la Policía Nacional y de la Guardia Civil. Pero eso mismo también lo denuncia respecto de los Mossos: uso excesivo de la fuerza por los Mossos contra manifestantes en 2011, 2012, etc.

    Resulta pues muy triste que los líderes independentistas busquen transmitir la imagen de que España es un país antidemocrático, un siniestro país opresor anclado en su pasado franquista, etc. Eso es completamente falso. España es hoy una democracia plena y avanzada, a la altura de Alemania.

    Por cierto, en Alemania están prohibidos los partidos que defienden la independencia de una parte del país. En cambio en España están permitidos. Incluso gobiernan en algunas autonomías. ¿Cómo pueden los independentistas sostener entonces que en el Supremo se juzga a unos políticos por sus ideología? ¿ Cómo pueden afirmar sin sonrojarse de vergüenza que son «presos políticos»?

    Volviendo a la comparación entre dos grandes democracias occidentales como son España y Alemania, en 2017 el Tribunal Constitucional alemán denegó la petición de Baviera de celebrar un referéndum para la independencia. Tanto los gobernantes regionales de Baviera como la población bávara, aceptaron y acataron el veredicto del Tribunal Constitucional. No se les pasó por la cabeza tachar a su propio país de antidemocrático u opresor.

    Exactamente lo mismo ya había sucedido en 2015 en Italia: el Véneto también había solicitado un referéndum para la independencia. El Tribunal Constitucional de Italia dijo que en la Constitución italiana no había lugar para ello y a nadie se le ocurrió acusar a Italia de ser poco menos que un país fascista, como hacen aquí los independentistas catalanes respecto de España. Es muy triste. Y muy injusto. Y muy falso.

    Y porque son acusaciones injustas y falsas, están condenadas, tarde o temprano, al fracaso. No sólo en lo estrictamente jurídico, sino también en los planos social y político. Y también en el plano interior, en el de la consciencia de una Humanidad que se va desarrollando, se va despertando.

    Antonio Blay alertaba sobre lo erróneo que resulta identificarse con el clan, aferrarse a la tribu; sobre lo erróneo de tener una visión pequeña y limitada en el plano de lo social y lo cultural. Y todo indicaba que si los políticos independentistas hubieran logrado poner en pie su República Catalana, habrían hecho de ésta una especie de dictadura totalitaria (con jueces elegidos directamente por los políticos, etc.) en la que el culto a lo catalán y a la llamada «cultura catalana» hubiera convertido en un calvario la vida de millones de ciudadanos que no se sienten independentistas. Y que decidieron no ir a votar en un referéndum ilegal.

    En una democracia desarrollada como la española no todo se puede votar así, por las buenas, porque un colectivo de ciudadanos lo quiera y en el momento en que lo quiera. Un referéndum tiene que cumplir determinados estándares para ser democrático y aceptable, como establece la Comisión de Venecia.

    Por otra parte el derecho a la autodeterminación amparado por la ONU sólo es aplicable a la colonias, no a una comunidad autónoma como Cataluña,que goza de un nivel altísimo de autogobierno.

    Afortunadamente, del 47% de votantes independentistas en la actualidad, más de la mitad son «independentistas de oportunismo», valga la expresión. Es decir personas que votaron a partidos independentistas en las autonómicas para castigar al Gobierno central por los recortes y las penurias que se derivaron de la reciente crisis económica, y por la insoportable y pestilente corrupción del Partido Popular, y también del PSOE. Pero no son realmente «independentistas de toda la vida, de corazón». Éstos sólo constituyen aproximadamente un 20% del censo electoral de Cataluña, especialmente de la Cataluña rural, tal como se irá viendo a medio y largo plazo.

    En este juicio crucial para la democracia de nuestro país, y citando las palabras del fiscal Javier Zaragoza «no se juzga a dirigentes que reclamaban libertades, sino a dirigentes que querían arrebatarlas».

  3. Hola, citando tal y como se nombra en varias ocasiones a la democracia alemana me gustaría resaltar que su justicia ha concluido de manera firme que no hubo delito de rebelión ni el 20-S, ni el 1-O dejando en ridículo al juez Llarena, el cual no ha tenido más remedio que retirar las euroórdenes internacionales de detención contra los políticos catalanes exiliados; cosa que por cierto no hubiera sucedido si no se hubieran marchado de Cataluña. El asunto es que si vives en España te acusan de rebelión, y si no resides en España no; supongamos que los presos catalanes haciendo un euro túnel consiguieran escaparse de la prisión y aparecer en Alemania, de facto la acusación de rebelión desaparecería, puede que los acusaran de malversación o de escapar de la cárcel, pero sin duda son delitos mucho menores, ósea que huyendo de la cárcel puede que pudieran evitar la propia cárcel, curioso ¿no?

    La argumentación de la justicia alemana se basa en lo siguiente:
    “La disposición penal alemana de alta traición según el artículo 81 del Código Penal asume un nivel de violencia que no fue alcanzado por las disputas en España. El referéndum del 1 de octubre de 2017 en sí mismo no provocó este nivel de violencia por la misma razón de que no había sido capaz de conducir directamente a la separación de España y, según la voluntad de Puigdemont, sólo pretendía ser el preludio de futuras negociaciones. Los violentos enfrentamientos entre quienes estaban dispuestos a votar y la Guardia Civil o la Policía Nacional, en particular frente a varios colegios electorales, no habrían alcanzado un grado que hubiera amenazado gravemente el orden constitucional español”.

    Es básicamente el mismo argumento que ya han expresado muchos profesores de derecho penal que citan que ni por lo más remoto se alcanza el grado necesario de violencia para que haya un delito de rebelión, porque lo único que hubo fueron grandes movilizaciones pacíficas que para nada fueron violentas a pesar de las continuas provocaciones del estado español.

    El caso es que el relato de rebelión que se nos vende en esta laureada democracia española que se cita es una mentira y os recomiendo dos documentales muy buenos al respecto:

    https://www.youtube.com/watch?v=5bN8ZM-V4Jo&feature=youtu.be
    https://www.youtube.com/watch?v=tKQ4NDN-G7A&feature=youtu.be

    Gracias por tu aportación Alfredo.

  4. Bien por las personas que se interesan por lo que está pasando.
    Seguramente lo que expone Alfredo ya lo pensaba antes de seguir el juicio. La perspectiva que ofrece del problema es de sobras conocida en Cataluña. Pero no es la única: al menos hay otra muy diferente que sostienen por lo menos dos millones de personas, que es una cantidad que no se puede ignorar.
    Y el artículo habla de la necesidad de buscar una solución que haga compatibles estas dos perspectivas.

  5. El problema de señalar con el dedo la luna es que podemos fijarnos en el dedo y no en lo que señala. El juicio es tan solo un ejemplo, lo que se señala es otra cosa. Es la necesidad de analizar lo que sucede, como seres adultos y libres (de condicionamientos, de presión social, mediática…), informándonos adecuadamente a través de los medios más directos posibles, y poner nuestra capacidad de hacer en esa realidad en la que estamos inmersos, para mejorarla. Y se señala también la ausencia de este análisis al que me refiero, y la extendida costumbre de apuntarnos a la opinión que se ajusta más a nuestras emociones, a lo que se piensa en nuestra familia o en nuestro nivel social, en vez de basarnos en la reflexión personal y argumentada.
    Dicho esto, y dicho que lo importante es poner, es hacer, es preguntarse qué podemos hacer por la comunidad en vez de lo contrario, qué pueden hacer por nosotros; quiero dar mi opinión.

    Hijo de catalana y castellano, nieto y bisnieto de vascos y gallegos (no he profundizado más, pero seguro que también de judíos conversos, moriscos y demás), reconozco que no soy independentista. En mi opinión la pregunta es: ¿queremos que España sea como a mí me parece o que sea como las nacionalidades (naciones, en definitiva, porque la constitución en aquella época no podía permitirse ir más allá) quieren ser. O más en concreto: ¿Queremos el resto de España que Cataluña forme parte de España tal y como los catalanes quieren? Porque la sagrada llamada a la unidad parece más bien un: España es como yo quiero que sea.
    Y para eso la discusión no debe ser si hay democracia, sino si nuestra democracia es capaz de dialogar y acercar posturas para solucionar un problema político y social, y no jurídico.

  6. El comentario que hace Imanol es acertado: Un tribunal regional alemán sostiene que el nivel de violencia alcanzado en el referéndum ilegal del 1 de Octubre de 2017 no supuso una amenaza para el orden constitucional español, y que por tanto no aprecia delito de rebelión, del que acusa la Fiscalía del Supremo.

    En cambio no está acertado cuando dice. «… el relato de rebelión que se nos vende en esta laureada democracia española …», dando a entender que es la democracia española, como un todo, la que «vende» el relato de rebelión. No señor: Es la Fiscalía del Supremo quien «vende» ese relato. En cambio no lo hace la propia Abogacía del Estado, por ejemplo.

    Algunos partidos estatales de centro y de derechas de la democracia española apoyan la acusación de rebelión de la Fiscalía. En cambio los partidos estatales de izquierdas de la democracia española rechazan esa acusación.

    También la rechazan los partidos independentistas de la democracia española, tanto los de izquierdas, por ejemplo Bildu o Esquerra (¡sí! Bildu y Esquerra son democracia española, aunque parezca mentira), como los de derechas, por ejemplo PNV o lo que queda de la antigua Convergència, más conocida en en el argot político como «Corrupgencia» (partidos que también son parte de la gran democracia española, aunque todo su afán sea tratar de desmontarla y desmembrarla).

    Por tanto se ve muy claro que nuestra laureada democracia, merecidamente laureada y modelo para otras muchas, no «vende» el relato de rebelión, y que sólo lo hace una de sus instituciones jurídicas y una minoría de partidos políticos.

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