Nivel afectivo superior

Su objetivo es lo universal como amor.
  
El nivel afectivo superior en la relación personal con los demás.
  
El desarrollo de este nivel nos hace descubrir que la vida no está compuesta de unidades aisladas unas de otras, sino de unidades que están si se quiere aisladas en cuanto seres materiales, pero a la vez se las ve más vinculadas y relacionadas a medida que se profundiza en este nivel.
  
Al principio, ya ahora, sentimos a los familiares y a las personas que más queremos más próximos que, por ejemplo, a los desconocidos: es un acercamiento interior que nos sitúa afectivamente más estrechamente unidos a ellos. Pero llega un momento en que no sólo los familiares, sino todos los hombres, y aun cuanto tiene vida y cuanto existe entra en el lazo de esta cercanía afectiva.

 

Y uno ve la vida, la siente y la experimenta como un proceso dinámico, de creación que se expresa a través de múltiples formas, una de las cuales soy yo y otras los demás y lo demás. La vida no se considera ya algo que está encerrado en mí y separado de los otros, sino como algo que me une y liga a todos. Se expresa en mí siguiendo un proceso de constante renovación y creación, pero igualmente se expresa en todos los seres, existiendo una unidad que es dinámica, intencional, inteligente, consciente. A esta intencionalidad podemos denominarla voluntad de Dios Providencia, inteligencia cósmica, etc. El hecho es que nuestra vida no forma una unidad aislada, y que podemos abrir nuestro consciente a este descubrimiento de la conexión profunda que nos une a una noción amplia de la vida.
  
Cuando profundizo qué es la vida en mí, llega un momento en que empiezo a sentirme más cerca de la vida de los demás y de la vida misma, percibiendo que la vida es una energía, una voluntad, una inteligencia, un amor inmenso que se está expresando a través de todo cuanto existe. Y entonces no me veo ya como una persona aislada frente a todos, sino como un hombre que, conjuntamente con todos, estoy expresando también esa voluntad superior. Dejo así de considerarme solo y opuesto a todos, y paso a sentirme uno con todos. La vida que hay en mí es la misma que hay en los demás y cada uno representa su papel: pero detrás del papel de todos existe una unidad, una intencionalidad, un plan, una inteligencia, una voluntad, un amor.
  
Penetrar en esta conciencia de unidad es muy importante, para sintonizar con los demás. Viene a ser como cuando un actor de teatro interpreta su papel y lo vive, pero al mismo tiempo conoce toda la obra perfectamente: vivirá su papel, y participará también de la vida que hay detrás del papel de cada uno. Disfrutará lo mismo cuando hace el suyo, como personaje y realización de un plan, que participando -en este nivel superior- de lo que hacen los demás. Si le toca luchar, vivirá la pelea en primera persona, pero de un modo impersonal: extraña paradoja, que adquiere entonces realidad. La vida se enriquece así prodigiosamente: uno percibe la fuerza inmensa que lo guía todo y que está en todos, con amor a todos, buscando siempre lo mejor para cada unidad.
  
Abrirse a esta vida quiere decir encontrar un aliado poderoso. Es abrirse a una realidad que se está expresando a través de todo: con cuantas personas hable están expresando básicamente lo mismo que yo, tienen el mismo anhelo de vivir, de ser importantes, independientes. Externamente adoptará otras formas pero el argumento es siempre idéntico. Se establece así un sentido de compañerismo y camaradería: todos estamos cantando la misma canción, realizando la misma obra, cada uno en su papel, como en una orquesta toca cada cual su instrumento. El músico que no fuera consciente más que de su partitura, sentiría que los demás músicos le molestan; pero no, es consciente de la composición total, como unidad, y por eso disfruta haciendo su parte, no como obra exclusivamente suya, sino en cuanto que con los demás músicos interpreta una unidad musical superior.
  
El descubrimiento de esta conciencia de unidad -que es un gesto interno de apertura y aceptación, que despierta el interés por los demás – permite, pues, sentirse más próximo a todos. Pero, además, es fuente de impulso y de aliento: a partir de ahora -siente quien ha abierto su mente a este nivel afectivo superior- ya no soy una persona aislada y sola que lucho y me defiendo contra todos y contra todo: mi voluntad de lucha proviene de arriba y no separa, sino que une, adquiriendo precisamente así su más intenso vigor.
  
Esta experiencia puede extenderse a todas las cosas, pero es muy importante efectuarla en la relación personal, para con los demás hombres, antes que con las cosas, en la relación cósmica. Para ello hay que alejarse de la actitud concreta que hemos adoptado hacia los demás, y que proviene de que durante años hemos estado alimentando conscientemente, por un lado, el deseo de ser amables y útiles y por otro, ya menos conscientemente, una tendencia a buscar protección en los demás que alternan con cierta actitud recelosa, defensiva y hostil. Esta antítesis, que está viva en nuestro interior, hemos de superarla, no renunciando por completo a la necesidad de protección, sino buscando apoyo en un punto superior desde el cual se ve y se domina el juego de ataque y defensa. Esto quiere decir que yo sea consciente de la vida que hay en los otros, a través de la unidad que existe detrás, y, no obstante, continúe haciendo mi papel, el que deba realizar, el que sea mi verdad en cada momento, aunque a veces me vea obligado a discutir y a pelear; siempre, claro está, sin perder la conciencia de la unidad que solidariza por encima de las diferencias.
  
Antonio Blay
ENERGÍA PERSONAL
Técnicas prácticas para su pleno desarrollo y aprovechamiento
Editado en 1990

2 comentarios en “Nivel afectivo superior”

  1. Como siempre Blay va un paso más allá y nos lleva a contemplar que la vida que veo en mí, es inseparable de la vida que veo en los demás y de todo lo que me rodea.

    Gracias por la selección Marga.

  2. Me ha encantado el texto; gracias Marga por esta acertada elección. Me maravilla la conciencia que tiene Blay de este aspecto de la existencia que es la concepción de las cosas como partes de un todo; me parece fundamental y a veces he de reconocer que me cuesta verlo y vivirlo. Evidentemente, con aquellas personas con las que la relación fluye y vibramos en la misma frecuencia, me resulta fácil; sin embargo, con las que ocurre todo lo contrario y su energía y la mía parece repelerse, me cuesta verlas como una fracción de la misma realidad de la que yo formo parte.

    Precisamente, esta semana he recibido una formación en la que hemos recordado la teoría ecológica de Bronfenbrenner sobre el desarrollo, que aborda justamente esta cuestión y encaja perfectamente con los presupuestos de Blay. El psicólogo moscovita exponía el desarrollo de la conducta humana dentro de los sistemas de relaciones que forman su entorno. Concebía el ambiente como un conjunto de estructuras en diferentes niveles donde cada uno de los cuales contiene y por tanto depende de los otros en una total interrelación. Estos sistemas apoyan y guían el desarrollo humano.

    Un aspecto ilustrativo de su teoría es el famoso “efecto mariposa” según el cual un pequeño cambio en la vida del sujeto puede provocar un efecto enorme en un sistema dinámico; es decir, Bronfenbrenner se preguntaba si el aleteo de una mariposa en Brasil podía producir un tornado en Texas. Esta teoría de que un pequeño estímulo pueda provocar un gran movimiento se puede aplicar a todo, por tanto también a nuestros pensamientos y acciones. De hecho, en educación se aplica la pedagogía relacional para incidir en el niño. Se ha comprobado, por ejemplo, que algo que proporciona muy buenos resultados y produce modificaciones sustanciales en éste es trabajar con los abuelos, con lo que de manera indirecta estamos trabajando con el niño.

    Saber que una mínima modificación, un pequeño gesto o una sola palabra pueden generar un efecto impresionante es maravilloso pero, al mismo tiempo, nos hace conscientes de nuestra enorme responsabilidad para con nosotros mismos, los demás y la totalidad de la existencia. Es lo que decimos de que cuando despertamos, los demás lo hacen con nosotros o al menos les damos la oportunidad de hacerlo. Esta semana precisamente la postal del Facebook hablaba de lo mismo; seguro que no es casualidad.

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