Saber amar. ¿Cómo aprender a amar? (4)

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Creo que estamos consiguiendo una sintonía [entre los tres coautores de este artículo] que nos posibilita abordar lo que resulta más difícil al amor, lo que nos han enseñado que hay que rechazar, porque es una manifestación del mal.

     Sin embargo, si pudiésemos contemplar el universo desde fuera, lo veríamos como una unidad; y esta unidad incluye, evidentemente, lo que rechazamos.

     Recuerdo un maestro espiritual que nos colocó una vez en una situación muy desagradable que afectaba a terceras personas que no tenían nada que ver con la relación de maestro-alumno que había entre nosotros. La conducta irracional de este maestro hería los sentimientos de estas personas, familiares suyos, y yo no podía hacer nada para enmendarlo. Así que, después de soportar aquella situación durante unos cuantos días más, para no agravarla, huí de ella.

     Al cabo de un tiempo, tras reunir fuerzas para enfrentar la situación, me fui a quejar al maestro de aquello que yo entendía que había sido un comportamiento injusto por su parte. Él no me lo negó, tan solo me dijo: El Todo está hecho de lo que es justo y de lo que es injusto; si no  puedes aceptar lo que es injusto, nunca entenderás el Todo.

     No sé si lo hizo expresamente para darme una lección, pero el hecho es que la realidad que vivimos está llena de situaciones que nos parecen injustas o inaceptables, sobre todo si el amor que somos se quiere aplicar en mejorar la condición de los desamparados o para hacer desaparecer los conflictos aparentemente absurdos que se dan entre etnias, culturas o religiones.

     Mirándolos con atención he llegado a la conclusión, que someto a vuestro parecer, que estos conflictos en realidad son buenos porque ponen de manifiesto un desequilibrio que no se está atendiendo. Es como el dolor físico: no es nada agradable, pero pone de manifiesto que hay un mal funcionamiento orgánico que es necesario averiguar y solucionar.  En estos conflictos sociales, el dolor quiere decir a menudo muertos, refugiados, exiliados, e injustamente encarcelados; señal pues de que hay alguna cosa importante que no se quiere ver, que no se quiere atender. Y mientras no se entienda ni se atienda, seguirá habiendo problemas y malestar.

     Si caemos en la trampa de dividir a los participantes en estos conflictos en malos y buenos, nos irá bien agradecer, especialmente a los malos, que se hayan prestado a jugar este papel tan poco lucido a fin de poner de manifiesto lo que es necesario solucionar. Eso lo podemos hacer tanto si estamos en un bando como en el otro: agradecerle al contrario el trabajo que hace.

     Y por si acaso, también nos irá bien  darnos cuenta de que, en todos los conflictos en los que hemos participado a lo largo de nuestra existencia, curiosamente, siempre hemos estado en el lado de los buenos.

Jordi Sapés de Lema. “Saber amar. ¿Cómo aprender a amar?”. En “Diálogos esenciales. 15 Maestros de Vida y 16 cuestiones capitales”. Editorial Stonberg. 2020

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