Plantear la trascendencia.
El curso de presentación del Trabajo espiritual se divide en tres partes.
En la primera, nos preguntamos por la razón de la insatisfacción que arrastramos y también por esta realidad posible que intuimos, sin tanta angustia y desorientación. La explicación de Antonio Blay responde a esta inquietud, con un diagnóstico y una alternativa práctica: nos habla de la desconexión del niño y la génesis del personaje; de la identificación con un modelo y la desorientación que produce, y nos dice también que esto es algo artificial que podemos superar. Hablamos de nuestra naturaleza esencial, hecha de inteligencia, amor y energía, cualidades que podemos utilizar de modo consciente y voluntario; y constatamos que el exterior nos ha obligado a prescindir de esta capacidad, para subordinarnos a un modelo social negativo y limitante.
En la segunda parte, proponemos un sistema práctico capaz de hacernos recuperar la conciencia para ejercitar este potencial que somos.
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En la tercera parte, nos gusta comunicar que esta existencia, tan limitada desde los anteojos del personaje, adquiere una dimensión muy diferente, cuando la miramos desde una conciencia despierta. Y otra, todavía más revolucionaria, si la vemos desde el espíritu. Pero tenemos dificultades para imaginar una dimensión espiritual que solemos ignorar por completo. Nos movemos mucho por la mente y tenemos tendencia a confundir la espiritualidad con la psicología, pero la psicología no conduce a la experiencia del espíritu.
Claro, del espíritu han hablado tradicionalmente las religiones; y la gente que acude a nuestros cursos suele tener una postura crítica en relación a las mismas. Preguntados acerca de la existencia de Dios, la mayoría se declaran agnósticos y algunos ateos. Por eso, en la tercera parte del curso, cuando intentamos hablar del Ser Esencial y de la trascendencia, nos encontramos con dificultades porque se interpreta que hablamos de religión.
En cierto momento, nos llegamos a plantear si no sería mejor eludir esta última parte para no asustar a nadie: los que iniciaran el camino ya se la encontrarían más adelante y, entonces, estarían más preparados. Sin embargo, decidimos que no podíamos obviar esta cuestión en un curso que promueve el redescubrimiento de nuestra identidad esencial. Todo tiene sentido en la medida en que caminamos hacia la experiencia del ser que somos; así que, si no podemos hablar de la Esencia, de Dios, se nos cae todo.
Además, para facilitar la experiencia de la trascendencia, nos retiramos una semana en un monasterio, una vez al año, porque encontramos allí la atmósfera propicia para un contacto con los niveles espirituales del ser humano. Y también aquí aparecen problemas y discusiones porque la gente, de entrada, no se siente atraída por participar en las liturgias y convivir con los monjes. Y ahí es donde tenemos que resaltar que esta es una vía práctica que se fundamenta en la experiencia. Rechazar esta experiencia porque no se cree en algo, nos deja bloqueados en el mundo de las creencias; nos da igual que sean positivas o negativas, se esté a favor o en contra.
El hecho es que, durante el retiro al que acudimos con una previa preparación, la práctica totalidad de los participantes viven la experiencia del contacto con lo superior. Y esto permite contemplar la espiritualidad desde más arriba y darle un significado muy diferente al camino que tenemos que recorrer y a la existencia que vivimos de regreso a nuestra vida cotidiana.
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Jordi Sapés de Lema “Espiritualidad y vida cotidiana. Práctica de Antonio Blay desde lo superior”. Introducción. Colección Jordi Sapés. Boira Editorial. 2020.
Imagen: Pixabay
Creo que está bien no eludir hablar del Ser Esencial y la transcendencia. Aunque es cierto que cuando empiezas a escuchar hablar de espiritualidad, crea un cierto rechazo por la imagen que tenemos formada de ello por la religión, pero cuando escuchas hablar más sobre la trascendencia, te das cuenta que tenías unos conceptos equivocados.
Gracias por el artículo.
Es cierto que la palabra espiritualidad crea una serie de reacciones al oírla. También es cierto que la grandeza del concepto y todo lo que significa requiere una comprensión que va mucho más allá del plano mental.
Esta comprensión es un descubrimiento que se va haciendo poquito a poco, como si se fuera integrando a sorbitos. Cuando ya se empieza a comprender des del amor, el gozo y el grandeza son una experiencia.
La gente de mi generación asociamos religión a dictadura y represión sexual. La Iglesia lo ha tenido todo, incluso los comportamientos de la gente, pues estuvimos sometidos. Ahora el sometimiento es otro.
No confundamos todo eso con espiritualidad. Yo la vivo cuando miro el rostro de un niño o percibo la paz de la naturaleza.
Y sobre todo, que no sea un refugio, sino una morada.