Del inconsciente a la experiencia

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Entrar en el Trabajo en la línea de Antonio Blay y transitar en él es una experiencia que no deja de sorprender a cada paso que damos. Una entra con una idea que nada tiene que ver con la realidad. Es una realidad que se va descubriendo poco a poco, con esmero, con dedicación, con disciplina y mucho amor. Amor es la fuerza que nos mueve, incluso en los momentos más oscuros, y es el premio a la vez, en cada descubrimiento, pero de forma amplificada.

     Después de muchos diarios y semanarios, después de descubrir al personaje, empiezan los talleres del inconsciente.  Estos también van poquito a poco y espaciados, para darnos tiempo a la transformación.

 

     No voy a dar ninguna pista al respecto, porque la curiosidad es una llama que nos mantiene. Pero sí voy a compartir algunos efectos.

 

     Al hablar de inconsciente, nos invade el terror e intuimos que es algo serio, algo imponente. Por lo tanto, ya se requiere una buena dosis de amor para entregarse a este taller. Pero la confianza en lo Superior, es la tabla de salvación perfecta.

 

     La duración es de un fin de semana, y en esas 48 horas se abre un canal que nos permite volver a nuestra vida cotidiana con la capacidad de observar, comprender e integrar a un nivel más sutil y profundo. Con la facultad de percibir aspectos de la realidad que antes ignorábamos por completo.

     

     Y esta revolución interior se manifiesta en una calma absoluta. Porque el cambio se produce en la predisposición, en la actitud de estar en cada situación. Más allá de parámetros e ideas mentales, se experimenta la presencia. Esta experiencia se sabe cierta, porque una está en la escena, en la situación, pero en una distancia física y temporal. Y esa distancia a la vez, deja espacio a las otras personas y a las propias respuestas, que a veces son tan solo silencios. 

     

     Podríamos decir que el taller es un chute directo que te impulsa a actuar. A hacerlo de una forma completamente distinta y creadora, una forma nueva que conecta con una alegría interior que evoca directamente a la niñez.

     

     Por cosas de la vida, las circunstancias me llevaron a instalarme en casa de mi familia por unos días, justo después del taller. Esta situación me dio la oportunidad de vivir la experiencia en actitud positiva e intentado que mi estancia supusiera una mejora en la vida familiar.

     

     Un tiempo atrás, quizás hubiera enfocado la estancia en las incomodidades que supondría y la pérdida de libertad, totalmente centrada en mí y mis intereses.

     

     Pero esta vez, la mirada no estaba en MÍ, sino en NOSOTROS. Consciente de que alojarme allí  también cambiaba sus vidas y sus dinámicas. Y este planteamiento que a priori parece obvio, a mí me ha costado unos años.

     

     Además, esa libertad que yo atribuía a hacer lo que me diera la gana, la podía vivir de forma trasformada. Porque esa libertad que yo tenía por referencia, más bien era egoísmo. En cambio, vivir la situación desde un punto más elevado de conciencia, me dio la oportunidad de experimentar la LIBERTAD de elegir y de no darle el poder al personaje. La oportunidad de entregarme a la situación sin expectativas, con el corazón abierto y desde un plano de humildad. Entregarme sin la mirada del juicio, con actitud de aprendizaje, de comprensión; y mirar a mi padre y a mi madre como personas nuevas e intentar comprender sus razones y sus esquemas.

     

     No todo fue coser y cantar, pero la atención y el cuidado en cada acto, por simple que fuera, se convirtió en una liturgia.

 

     Y, en cierto modo, fue como volver a la niñez, pero con herramientas de la madurez, para reconciliar de forma muy sutil, el respeto por mis progenitores.

 

     El resultado que expongo es una experiencia muy íntima de amor, que produce un gozo natural y sosegado.

 

Esther Martos Guiteras. Alumna de Jordi Sapés y ponente en el III Congreso de ADCA.

6 comentarios en “Del inconsciente a la experiencia”

  1. Me gusta esa parte en la que hablas de: «intentar mirar a mis padres como personas nuevas». En efecto. Las personas somos nuevas en cada instante, lo que las hace antiguas es la fotografía que dejamos grabada en nuestro inconsciente, como si fuera un troquel permanente.

  2. Esther, muchas gracias por compartir tu experiencia en el Taller del inconsciente. Resulta reconfortante para aquellos que estamos en puertas de realizarlo. Tu visión es clara y llena de amor y respeto. Una pregunta, cuando dices que experimentas la presencia y estás en la situación pero en una distancia física y temporal a qué te refieres? Podríamos decir que estás despierta y por ello no te dejas llevar por el mecanismo del personaje?

  3. Tuve la suerte de compartir el taller del inconsciente energético con Ester y con otros compañeros. Resalto la importancia del grupo como testigo amoroso y silencioso. También la figura de Pilar de Moreta que nos acompañó en todo momento.
    Me ha encantado tu artículo Ester. Yo me he quedado con una frase:
    «No todo fue coser y cantar, pero la atención y el cuidado en cada acto, por simple que fuera, se convirtió en una liturgia».
    Mi experiencia en el taller no fue precisamente coser y cantar. Me costó especialmente abrirme en canal, pero me di cuenta que hay muchas zonas oscuras en el inconsciente que necesitan luz.
    El resultado del taller, en mi caso, no ha sido espectacular, me ha permitido ver en el punto que estoy y lo que tengo que emprender a partir de ahora.
    El Trabajo es un proceso lento que da resultados a largo plazo. Esos resultados, al ser experimentados, son duraderos.
    Ahora no creo en fórmulas mágicas, todo reside en ir hacia adentro e iluminar lo que hay.

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