Decir lo que pensamos o hacer lo que creemos

Se avecina una tormenta de sinceridad. Los líderes mundiales se han cansado de tanta contención y han decidido que ya está bien de ser políticamente correctos, así que van a decir públicamente lo que piensan y al que no le guste que se aguante. Y esto generará una ola de agitación, porque hay mucha gente que hace tiempo que se siente reprimida e ignorada y considera que los poderes públicos favorecen y conceden toda clase de ventajas a los que, procedentes de otros países, “vienen a quitarnos el trabajo”. Ya era hora de que alguien defendiera a la gente de aquí y restableciera el orden y las buenas costumbres de toda la vida.

Es el momento de los que tenían la impresión de haberse quedado rezagados en el progreso. Oiremos que ahora toca hacer callar a todos estos progres que viven de dar lecciones de solidaridad y amor al prójimo e impiden gozar de las comodidades que la gente se ha ganado con su trabajo, haciéndoles sentir culpables y amargándoles la existencia con problemas que ellos no han causado. Cada uno en su casa y Dios en la de todos.

Veremos también cómo esta posición gana terreno en el ámbito de las relaciones personales: ya está bien de que todo el mundo se crea con derecho a decirnos lo que tenemos que hacer: en casa, en el trabajo, en las organizaciones… Ya estamos haciendo todo lo que podemos, que no nos exijan más. Si no les parece bien lo que hacemos, pues dimitimos y punto. Ya basta de que se metan con nosotros en vez de agradecernos el esfuerzo que hacemos.

Será todo un triunfo del personaje: el que lo tenga más gordo será el más famoso. La gente pide autenticidad, aunque sea cruda, porque está harta de hipocresía: el malote de la clase que se porta mal y tiene enamoradas a las guapas; el futbolista que coge el micro de un periodista y lo tira al agua; el pícaro más listo que todos que se sale con la suya…éstos serán los héroes. Y los demás, los que no se atrevan a sobresalir, se sentirán cada vez más marginados, más acomplejados, con una personalidad desdibujada de la que todo el mundo se aprovecha.

Así que no podremos andar por el mundo pasando desapercibidos; tendremos que ser especialmente atrevidos y empeñarnos en actualizar el potencial haciendo algo que destaque y llame la atención. Esto generará en nosotros un campo de energía que nos mantendrá en nuestro lugar e impedirá que la corriente nos arrastre. Si no hay atrevimiento todo lo demás resultará estéril.

Y el premio será la satisfacción interior derivada de dar sentido a la existencia y de vivirla como vocación. Estamos luchando y no tenemos tiempo para pararnos a poner medallas, lo que necesitamos es ánimo, decisión, constancia, colaboración y, sobre todo, refuerzos. Los que llevamos un cierto tiempo en la brecha os queremos comunicar nuestro agradecimiento por contar con esta colaboración y este refuerzo; y excusarnos por no poderos ofrecer un ambiente más tranquilo y un discurrir más relajado.

La ventaja que tiene este proyecto nuestro es que nos mantiene en vilo constantemente y nos impide caer en el sueño.

Por cierto que, en esta tesitura, vale la pena destacar unas palabras de la última entrevista del Papa Francisco en El País. Dice lo siguiente:

“Yo, dentro de la jerarquía de la Iglesia, o de los agentes pastorales de la Iglesia (obispos, curas, monjas, laicos…) le tengo más miedo a los anestesiados que a los dormidos. A aquellos que se anestesian con la mundanidad. Entonces claudican ante la mundanidad. Y eso me preocupa. Que si está todo quieto, está tranquilo, si las cosas están bien… demasiado orden. Cuando uno lee los Hechos de los Apóstoles, las epístolas de San Pablo, ahí había lío, había problemas, la gente se movía. Había movimiento y había contacto con la gente. El anestesiado no tiene contacto con la gente. Está defendido de la realidad. Está anestesiado. Y hoy día hay tantas maneras de anestesiarse de la vida cotidiana, ¿no?

En esto, a mí me llama la atención que Jesús en la última cena, cuando hace esa larga oración al padre por los discípulos no le pide “mira, cuídalos del quinto mandamiento, que no maten, del séptimo mandamiento, que no roben”. No. Cuídalos de la mundanidad; cuídalos del mundo. Lo que anestesia es el espíritu del mundo. Y entonces el pastor se convierte en un funcionario. Y eso es el clericalismo, que a mi juicio es el peor mal que puede tener hoy la Iglesia.” 

Bueno, nosotros tenemos lío constantemente; o sea que estamos protegidos contra la anestesia. Ánimo y adelante.  

2 comentarios en “Decir lo que pensamos o hacer lo que creemos”

  1. Pues yo os doy las gracias por la oportunidad que he tenido de haberme embarcado en éste proyecto. Aunque hay esfuerzos que hacer en éste Trabajo te das cuenta de que vivir en ese estado de anestesia es vivir con una insatisfacción que no sabes de donde viene. Las cosas se van aclarando y aunque en algunas ocasiones la confusión vuelve sé cual es la dirección que tengo que tomar. Como dijo Juan María en Oseira éste año; el Papa es como un cartel que te indica hacia donde….y las personas tenemos que ir. El Trabajo, Blay, Adca son referencias que aclaran pero nadie va a hacer el camino por nosotros.

  2. Plenamente de acuerdo, actualmente el despotismo de los personajes que manejan los hilos del mundo tiene amparo en una sociedad dormida y anestesiada que no se da cuenta del maravilloso enigma que implica estar vivos, y esto sucede hasta en pretendidos ambientes espirituales o trascendentes. Quizá nosotros, gracias al Trabajo, ocupemos ese vacío en el cual las ideas sublimes no nos son suficientes si no van acompañadas de una experiencia personal y concreta, esto implica hacernos responsables de nuestro sitio en esta existencia y en muchas ocasiones meternos en líos que por otro lado no hacen otra cosa que actualizar lo que ya somos. Gracias por el articulo Jordi.

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