Más sobre el personaje

A medida que avanzamos en el Trabajo vamos modificando la forma de referirnos a nosotros mismos y de considerar la realidad cotidiana. Esto es debido a que percibimos factores que intervienen en ella, que antes desconocíamos, por ejemplo: el personaje. Antes de verlo, acostumbramos a introducirlo en nuestros comentarios, sin haber comprendido su verdadera naturaleza, atribuyéndole la culpa de todo: nosotros queremos hacer algo, pero el personaje nos lo impide y los personajes de los demás se ponen imposibles. En contrapartida, hablamos de “mi personaje” como si fuera algo que controlamos y manejamos.

 

     El personaje es una estructura mental que no tiene entidad per se: ni piensa, ni siente, ni hace; se limita a relacionar determinadas imágenes con determinados conceptos, nos hace pensar ciertas ideas, sentir determinadas emociones y reaccionar de determinada manera. Pero todo esto lo hacemos nosotros, al dejarnos conducir por ese piloto automático insertado en la mente, sin control alguno por nuestra parte.

 

     Es importante que desterremos de nuestro lenguaje la expresión: “nivel de conciencia del personaje”. Personaje y conciencia son términos contradictorios que se excluyen. El personaje no necesita la conciencia porque funciona como un mecanismo que percibe la realidad y responde a lo que le llega en base a una serie de prejuicios y de reacciones preestablecidas. Es como un programa informático insertado en la cabeza. Cuando él funciona, nosotros estamos ausentes, dejando que él lo resuelva todo. Hasta que, a base de despertar y de contemplarnos durmiendo, vemos que la existencia no tiene nada que ver con lo que él imagina y atiende. Y descubrimos que, despiertos y dormidos, nos percibimos habitando mundos paralelos: uno real, y otro imaginario. 

     El problema es que, mientras esto no se hace claro y evidente, nos atribuimos un “yo imaginario” que, supuestamente, se traslada de un nivel a otro e interpreta todos los papeles. Este “yo imaginario” habla de sí mismo como si se pusiera vestidos diversos: tan pronto va de personaje, como de despierto e, incluso, se sitúa en el “yo esencial”. Habla con toda tranquilidad de “su personaje” o de su “yo esencial” como si fueran cosas de su propiedad que él maneja; sobre todo, si hemos leído muchos libros de espiritualidad. Nos imaginamos desempeñando todos estos papeles y damos por sentado que nosotros siempre estamos ahí, en este “yo imaginario”. Cuando  nos sentimos mal o hemos actuado de una forma inadecuada, se lo atribuimos al personaje y, si las cosas nos van bien y estamos contento, nos consideramos despiertos. Y cuando en algún ejercicio de introspección experimentamos algún fenómeno fuera de lo habitual, se lo atribuimos al “yo esencial”.

 

Jordi Sapés de Lema.  “Práctica del camino de Antonio Blay. Métodos, etapas y transformación”. Págs 45-47. Colección Jordi Sapés. Boira editorial. 2020.

Imagen: Boira editorial.

2 comentarios en “Más sobre el personaje”

  1. Todo está hecho de Conciencia y la Conciencia es lo único que Es.
    Nos identificamos con un yo pequeño separado cuyos límites hacemos corresponder con el cuerpo físico. Cuando buscamos ese yo para decir es «esto» no conseguimos encontrarlo.
    Sin embargo, Somos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio