Totalmente de acuerdo en el hecho de que es necesario ampliar la conciencia del amor más allá de las relaciones íntimas, y desligarlo también de la identificación con determinadas formas.
De hecho, el amor está presente en cualquier relación, porque la relación construye una forma más compleja partiendo de dos o más fórmulas elementales. Por ejemplo, cuando voy a comprar el periódico al quiosco se establece una relación puntual entre la persona que me lo vende y yo que lo compro: ella me presta un servicio que yo le agradezco y yo le doy a cambio un dinero que le permite vivir. Si estamos despiertos el sentimiento de simpatía se hace evidente. Es verdad que no podemos poner el mismo interés en todas las cosas y personas con las que nos relacionamos circunstancialmente, pero la educación y las buenas maneras son una muestra de amor que es necesario fortalecer porque nos ayudan a ser personas conscientes.
El ejercicio de la meditación permite ir más allá de las formas con las cuales tenemos asociado el amor y tener la experiencia de la felicidad sin objeto. Pero es necesario no quedarnos agarrados al sentimiento subjetivo, olvidando que la relación no se nutre de este sentimiento sino de su manifestación en actos concretos que tienen por objetivo el bienestar, la felicidad o el desarrollo del otro.
Ana [otra coautora del artículo] pone el dedo en la llaga cuando denuncia que los juicios interfieren con el amor. De hecho los juicios, tanto si son positivos como negativos, registran una identificación con determinadas formas que el que juzga considera buenas. Y cuando juzga se limita a constatar si la persona o cosa que está juzgando incorpora o no estas formas que le agradan a él. Es decir, de hecho no está contemplando la persona ni la manera de ser que le es propia. Y eso es muy grave cuando la persona que estamos contemplando es precisamente un hijo nuestro o un niño al que se nos ha encomendado educar.
Digamos que amamos al hijo y que por eso queremos que sea de esta manera que consideramos buena; pero, en realidad, lo que amamos es esta manera de ser que intentamos imponerle, menospreciando sus inclinaciones y su manera espontánea de ser. Eso no quiere decir que no le tengamos que comunicar las pautas ideológicas, morales y prácticas que rigen en la sociedad en el momento en el que él llega. Pero una cosa es comunicárselas y otra muy diferente es imponérselas y juzgarlo por su éxito en incorporarlas a su personalidad.
Nunca tenemos que olvidar que amar es acoger al otro en nuestra conciencia, y eso es incompatible con desaprobarlo. Si tuviésemos la posibilidad de ensanchar nuestra visión hasta poder contemplar la totalidad del universo en un golpe de vista, veríamos que eso de la unidad ya es un hecho. Y al instante siguiente podríamos poner nuestra atención en cualquier persona, cosa o circunstancia y tendríamos que admitir que forma parte de esta unidad tal y como es en este momento.
Pues bien, no perdamos de vista ninguno de estos dos polos: el todo y cada una de las partes que lo constituyen.
Jordi Sapés. “Diálogos esenciales. 15 Maestros de Vida y 6 Cuestiones Capitales”. Editorial Stonberg. 2020.
Confundir el Amor con sus formas y no llegar a accionarlo desde el fondo es algo para mí conocido, a veces las formas amables no conllevan en sí Amor si de base hay juicio, crítica o desaprobación. El aceptar al otro tal y como es sobre todo cuando no concuerda con los modelos sociales que tenemos creados no es un proceso fácil.
Leyendo los artículos que giran sobre «saber amar» pienso que veces el acto de Amor no conlleva desparramarse en simpatías que agraden al otro, sino la acción adecuada y honesta de aceptación total e inclusión. Saber que se puede empezar desde cualquier interacción facilita el recorrido desde lo «pequeño» hasta lo «grande».
Bueno, lo cierto es que no se puede amar aquello que nos disgusta. Así que lo primero es admitir este disgusto o discrepancia. Existencialmente somos formas de ser, algunas más afines entre sí que otras. Sin embargo, nos hemos de plantear qué derecho tenemos a querer cambiar a los demás para que sean tal como a nosotros nos satisface. Lo primero que requiere el amor consciente es el respeto por el otro. Y a veces, la buena educación es un mínimo.
SI el otro se está relacionando con nosotros, bien o mal según nuestro parecer, ya forma parte de la misma realidad que nosotros. Así que el primer paso es darnos cuenta.
Muy interesante el texto. Si lo he entendido, todas las personas formamos parte de la unidad tal y como somos en este momento, esta visión desarrolla más el amor a los demás. Aceptación del otro, comunicándole, cuando haya falta, limites, pautas…