Una de las imágenes más utilizadas para representar la plenitud es la de la copa de agua, colmada hasta rebosar. Esta imagen se aprovecha también para resaltar que copas de diversos tamaños exigen diversas cantidades de agua: la copa más pequeña alcanza su plenitud con menos agua que la grande, así que cuanto más desarrollada está una personalidad, más trabajo requiere alcanzar esta plenitud.
En otras palabras, el esfuerzo que debemos realizar depende de nuestro desarrollo personal: cuanto más evolucionado está nuestro yo experiencia más entrega se nos exige.
Así que si nos sentimos vacios después de haber hecho mucho, sobre todo comparándonos con lo que hace la mayoría, es porque no hemos hecho lo suficiente, porque nuestra copa no está a rebosar. Y el hecho de que las de los demás tampoco lo estén o incluso estén más vacías que la nuestra, no nos resuelve nada.
Una de las consecuencias más graves de habernos desconectado del Potencial que somos y estar buscando nuestra satisfacción en el exterior es que el hecho de no obtenerla nos ha vuelto cicateros con nuestro esfuerzo. Hacemos el intento de esforzarnos en un grado 7 y al no conseguir la plenitud anhelada tendemos a buscar un arreglo en el grado 6 o 5. Terrible equivocación, porque la plenitud está en el 10 y nuestro ser existencial está pensado para dar el 10. Vivimos gracias a la actualización, poca o mucha, del Potencial que somos; pero vamos a medio gas, o a menos; y nunca hemos experimentado el placer y la felicidad que se produce cuando ruge el motor. Se pude vivir con poco esfuerzo, pero se vive mal. Fichte dice que el mal es la consecuencia de quedarnos a media potencia por miedo a dar sin obtener nada a cambio; buscando un sucedáneo de la plenitud en la comodidad y devaluando el mundo como excusa para justificar nuestra pereza. Y Nietzsche nos anima a afirmar nuestra existencia sin renuncias y sin poner condiciones a la realidad; porque negar la realidad es negarse uno mismo.
Claro que uno no puede entregarse a tope a algo que le disgusta; así que una vez que hemos recuperado la conciencia del Potencial que somos, tenemos la obligación de buscar un lugar en el mundo que nos permita expresarlo sin limitación alguna y mientras el cuerpo aguante. Esto es algo que depende de nosotros, no del exterior. El exterior está lleno de posibilidades, es rico en oportunidades para expresarnos; y aunque necesitamos unos medios para vivir, no todo lo que hagamos debe tener por finalidad conseguir una remuneración. La mejor remuneración es la conciencia de estar expresando lo que somos.
Como dice Don Juan: “Cualquier cosa es un camino entre un millón de caminos. Por tanto, un guerrero siempre debe tener presente que un camino es sólo un camino; si siente que no debería seguirlo, no debe permanecer en él bajo ninguna circunstancia. Su decisión de mantenerse en ese camino o de abandonarlo debe estar libre de miedo y de ambición. Debe observar cada camino de cerca y de manera deliberada. Y hay una pregunta que un guerrero tiene que hacerse obligatoriamente: ¿Tiene corazón este camino?
Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte. Sin embargo, un camino sin corazón nunca es agradable. En cambio un camino con corazón resulta sencillo: a un guerrero no le cuesta tomarle gusto; el viaje se hace gozoso; mientras un hombre lo sigue, es uno con él.”
VERDAD Y CIERTO,y liberador como toda verdad, cuando andamos en un camino con el corazón y al máximo nivel de esfuerzo que podemos, ruge el motor y es una felicidad inmensa, aunque el cuerpo nos duela, mucho, a la larga incluso se fortalece.
Cuando estamos en el pensamiento, podemos preguntarnos si tiene corazón el camino que queremos elegir. Pero cuando no estamos subordinados a él, sentimos que se pone en evidencia el camino que tiene corazón. Y es, el que nos conduce a desplegar totalmente nuestra forma, para poder trascenderla y unirse al todo. En ello hay un tránsito cualitativo a la impersonalidad. En su expresión nada se queda a medias, sino que cualquier cosa lleva en sí la tendencia a completarse, hasta asumir el salto creativo y transformarse en otra manifestación que enriquece a la totalidad.
Es cierto que cuando sintonizamos con nuestro camino, los esfuerzos dedicados no se miden ni escatiman porque lo sentimos como nuestra vida y razón de ser.
A modo de ejemplo pensemos en lo que ocurre a nuestra vida cuando nuestra profesión la percibimos como vocacional. Entonces todo es uno: no van por separado el sueldo que nos pagan y las horas dedicadas junto con el esfuerzo, si no que se mezclan con la satisfacción recibida al realizarlo, conscientes de lo que vamos aprendiendo y los obstáculos que vamos venciendo, en tanto que actualizamos nuestro Potencial.
Pasa como en el juego de los niños; que se entregan a él sólo por el placer de jugar.
Hay una afirmación en el texto de Jordi que llama la atención, cuando indica que, al buscar nuestra satisfacción en el exterior, nos volvemos cicateros cuando no la experimentamos, y bajamos el pistón, de 7 a 6 o incluso 5, según sus palabras. ¿Qué motivos habría para hacer esto, en lugar de redoblar el esfuerzo?
Al decir Jordi que la plenitud está en el 10, vemos que esta plenitud no se halla en ningún resultado, si no en la vivencia del esfuerzo. Especialmente aclarador en este aspecto es la aseveración de Don Juan en el último párrafo, cuando dice que cualquier camino que tomemos no lleva a ninguna parte. Es decir, no se trata de llegar a ningún sitio, de conseguir ninguna meta, ni éxito, ni siquiera un resultado concreto, sino de vivirnos en el camino, en la expresión, en la entrega. Porque es en la entrega a un nivel 10, imposible sin el corazón, como bien nos indica a modo de pista Don Juan, donde radica nuestra plenitud y, también, la clave para entender el sentido de nuestra vida.
El camino hacia la plenitud es agrio y dulce, agrio por la inevitable toma de conciencia de las ideas arraigadas, emociones negativas, acciones mecánicas y situaciones no vividas plenamente y dulce por la toma e identificación progresiva con nuestra realidad y una readaptación más próxima al entorno.
Puede que el camino del corazón una vez tomado resulte sencillo, pero antes de enderezarse en esa dirección, el cambio puede ofrecer; duda, miedo a salir de lo conocido y que implique un sobreesfuerzo. Qué hacer en este momento, ¿cómo saber si vale la pena arriesgarse o esperar a vislumbrar otro camino?
Me parece que no estamos nunca completamente parados esperando un camino; siempre estamos transitando por alguno, con más o menos entusiasmo. Y dependiendo de cómo nos sintamos en él, pero de verdad, en lo profundo, fuera del pensamiento como comentaba Rosa, pues continuaremos hacia delante o decidiremos girar a izquierda o derecha. Es decir, si sentimos que podemos expresar nuestro potencial y estamos sacando lo mejor de nosotros, entonces no hay duda de que debemos seguir.
Esperando a verlo claro te puede pasar la existencia sin darte cuenta. Sin embargo, no has de arriesgarte sin verlo claro. la solución está en pedir ayuda a lo Superior para que te confirme tus intuiciones. Y la respuesta ha de ser nítida; de tal manera que la puedas explicar con claridad a las personas que son interdependientes contigo.
Gracias Isabel y Jordi por vuestra ayuda, creo que habéis tocado dos puntos claves en la toma de decisión, para emprender el camino de dar la máxima expresión del potencial que somos. El primer punto es que siempre estamos caminando por alguno, y el segundo punto, es que una comunicación con lo más sublime y profundo de nosotros nos indica la dirección para llevar a cabo nuestro desarrollo de un modo pleno. Ale, una vez resuelto esto ¡‘pa lante’!
Este artículo, de alguna manera, lo veo bastante unido a un tema que hay en la zona de participación, que para lo suculento que es solo tiene tres comentarios. El tema se titula: «¿Qué significa ser libre?» Y me ha dado que pensar entre la unión existente entre libertad y plenitud. Este artículo y aquél tema me han vuelto a llevar a la evidencia de que la libertad también se tiene que trabajar, tal como comenta Jordi en su artículo.
Al vivir en un grado 10 es cuando uno se encuentra la verdadera vida, el verdadero significado, la verdadera seguridad.
Con impulso vital. Así es como uno vive la vida con el máximo interés, a la máxima potencia, y encuentra entonces respuestas a sus inquietudes, respuestas que vendrán desde el Fondo y lo colmarán y lo saciarán, por que le harán entender y vivir un poco más la autenticidad y la libertad, aunque muchas veces sea a base de desengaños, tropiezos y ostias a dos manos. Lo esencial, lo que dará total sentido, estará ahí, y será que uno está viviendo algo verdadero, auténtico. Y cada día de su vida habrá tenido total sentido, por que era una pequeña parte de un fabuloso camino -gozoso en cada fase- hacia el Yo Esencial.