Tiempo para la reflexión

Uno de los logros que hemos conseguido es retirarnos durante una semana al monasterio de Oseira una vez al año. Empleamos parte de nuestra vacaciones laborales en esta actividad y paramos así el mecanismo durante unos días. Porque los viajes de turismo o las estancias en la playa y la montaña forman parte del mecanismo; digamos que se detiene la maquinaria por unos días, con el fin de engrasarla y ponerla a punto para reiniciar la producción. De esta forma se evita que se estropee.

Sin embargo, en el monasterio, nosotros hacemos algo más que parar el mecanismo: observamos cómo funciona y con qué objetivo. Y a menudo, lo cuestionamos. Sobre todo cuando tenemos la impresión de que se apodera de nuestra mente y anula nuestra naturaleza consciente. 
También los Congresos resultan útiles para este fin; especialmente este próximo, cuyo tema es: Las dificultades del camino. Para reflexionar sobre las dificultades del camino es imprescindible parar. 
Y la pandemia lo facilita. Es un suceso tan inesperado como propicio para reflexionar hacia dónde marcha la humanidad. Observemos cuántos engranajes ha paralizado y cuántos presupuestos ha cuestionado. No obstante, la maquinaria se resiste a detenerse: ya están calculando la cantidad de muertos que el sistema puede permitirse sin que se pare del todo.
Bueno, como antesala del Congreso presentamos los siguientes temas de reflexión: ¿hacia dónde nos lleva la sociedad?, ¿qué espera de nosotros?, ¿qué sentido tiene la vida?, ¿para qué objetivos vale la pena morir?.  
En estos momentos, esto ya no son cuestiones filosóficas. De hecho no debieran haberlo sido nunca, pero hasta ahora, cada vez que nos lo hemos preguntado, hemos escuchado una voz que decía: “come y calla”. Cuando disponíamos de comida claro; si no, la respuesta ha sido: “el misterio”, a veces disfrazado de historias sublimes. 
Quizás ha llegado el momento de exigir que se nos permita examinar la realidad, para ver hasta dónde alcanza nuestra comprensión y dónde empieza el misterio. Porque ya no podemos admitir que comience en la duda de si podremos comer y alimentar a la familia la próxima semana.  
Este ser humano que es capaz de entrega y sacrificio cuando hace falta quiere decidir por qué y para qué se sacrifica. No es que sea egoísta y rechace la disciplina social, es que está dotado de inteligencia y voluntad y quiere ejercitar estas capacidades de manera consciente. No solo en estos momentos, porque haya pandemia, sino como algo inherente a la organización social de una especie supuestamente consciente. 
Esta conciencia brilla por su ausencia en las palabras y actitudes de nuestros supuestos “dirigentes”. Jamás se había visto tanta falta de argumentos y de responsabilidad. Será que estamos asistiendo a la decadencia final de un modelo obsoleto que se ha quedado sin instrumentos para gobernar. 
Llevamos tiempo señalando esta obsolescencia y planteando la necesidad de una alternativa que no acaba de aparecer. Y a lo mejor es porque pretendemos levantarla sobre los mismos cimientos que están cediendo y derrumbado el edificio: la economía. Recuerdo a un presidente de los EEUU que ganó a su contrincante en las elecciones acusándole de no entender cuál era el problema: “Es la economía, estúpido”, le soltó.  
Bien, pues igual ahora conviene gritar: “Es la conciencia”. Y evitamos el insulto.  
Sergi Pérez, Ricardo Vidal, Claudia Casanovas, Paloma Marchesi, Juan Maria de la Torre, Vicente Merlo y yo mismo nos proponemos gritarlo en el II Congreso de ADCA que se celebrará online los días 10,11 y 12 de octubre. Y esperamos que os unáis a nosotros para convertirlo en clamor.

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