El Trabajo en la fibromialgia

Es muy importante que el Trabajo se traslade a la vida cotidiana. Sea cual sea el lugar que nos haya tocado ocupar en nuestra existencia, podemos y debemos ser un referente de la  conciencia para todas las personas con las que tratamos.

En mi caso, he llevado el Trabajo a mi ámbito laboral: la sanidad pública, organizando unos talleres para personas con fibromialgia: he resumido y adaptado los cursos y talleres que nosotros hacemos habitualmente para estas pacientes, concretándolo  en diez sesiones de hora y media. Puesto que es una experiencia  muy novedosa, por no decir transgresora en mi entorno profesional;  me  planteé evaluar sus resultados a través de test  y  cuestionarios que me ha permitido realizar un estudio objetivo.

Los resultados me han sorprendido a mí misma: el taller  no solo ha resultado benéfico y transformador para las pacientes sino también para sus familias;  y lógicamente, para mí misma. Pero de lo que me siento más orgullosa es de ver que mis compañeros,  profesionales de la salud, tanto médicos como enfermeras, han empezado a valorar factores de la realidad que nunca hubieran considerado antes de esta experiencia. 

Nosotros sabemos de la eficacia del Trabajo, pero no acostumbramos a tener  la ocasión de valorarla de un modo objetivo; así que os pongo aquí algunas gráficas que reflejan los resultados conseguidos midiendo los siguientes parámetros: visitas a las consultas, consumo de calmantes, ansiolíticos y  antidepresivos. 

Veréis que se comparan dos grupos: el llamado “grupo tratamiento” que es el que ha realizado el taller (en azul) y el llamado “grupo control” formado por personas que tiene la misma enfermedad pero que no se han beneficiado del mismo (en rojo). Se han medido los datos 6 meses antes de taller, finalizado del taller y más de 6 meses después, para evidenciar que la mejora se sostiene y avanza por la propia convicción de la persona tratada.

Es importante que sepáis que, hoy por hoy, esta enfermedad no tiene curación; o sea que lo que se ha trabajado ha sido la conciencia de los pacientes, para que se desidentificaran de la misma y no se vivieran a sí mismos como “enfermos”, débiles y con baja autoestima. El primer resultado es el descenso de la dependencia hacia los médicos, que no les pueden solucionar gran cosa.

Lo que si hacen los médicos es atiborrarlos de pastillas, para que les disminuya el dolor; pero como es sabido, cada vez hay que tomar más cantidad porque el cuerpo se acostumbra. Eso acabar por agravar la situación de estos pacientes  generando dependencias y síndrome de abstinencia, que también provoca dolor y que el paciente no atina a diferenciar de la fibromialgia. 

Como podéis ver, el consumo de medicamentos de las personas tratadas disminuye, mientras que aumenta en el grupo de control que no ha modificado su nivel de conciencia personal:   

Esta es la evolución del consumo de opiáceos que, como sabéis, no se pueden dejar de golpe;  hay que abandonarlos progresivamente:

Esta  es la evolución del consumo de ansiolíticos que, como veis, baja en picado:  

Y esta la de antidepresivos: 

Aquí tenéis una demostración del poder que tiene la conciencia del sujeto. Os animamos a aplicar el Trabajo en vuestra área profesional o familiar, para que deje de ser algo puramente personal y subjetivo, convirtiéndose en una promesa y un estímulo para toda la sociedad.     

3 comentarios en “El Trabajo en la fibromialgia”

  1. Antes de nada, no puedo por menos que felicitar a Pilar por este excelente trabajo, por lo que tiene de pionero, de valiente ante un entorno que no siempre habrá sido complaciente, y de aclarador sobre las posibilidades de lo que nos llevamos entre manos.
    Veo que el tema clave, como comenta Pilar es el de la identificación. La primera vez que, en el trabajo, te dicen que tú no eres tu cuerpo, aunque en medio de esa explicación, o al leer ese texto, puedas pensar o decir: si, si, la verdad es que interiormente no te cuadra por ningún lado porque desde que tienes uso de razón te has identificado con él. Y aunque con el paso del tiempo lo vayas interiorizando, es fácil sorprenderte muchas veces actuando según los parámetros “de toda la vida”. Que alguien cuyo cuerpo se le manifiesta de una forma muy concreta, y dolorosa, sea capaz de encontrar un espacio donde identificar otra cosa como ella misma, y moverse en base a ello de forma práctica y constatable, es muy aclarador, y también ejemplarizante, porque a partir de ahí podemos fijarnos en los “dolores” de toda clase con los que, dándonos más o menos cuenta, nos solemos identificar.
    Para acabar este comentario, se me ha ocurrido una pregunta abierta: ¿Creéis que hay otros tipos de enfermedades donde podría aplicarse el trabajo de Pilar? ¿Cuáles? … … ¿Todas?

  2. En primer lugar quiero agradecerte el comentario y seguidamente paso a contestar tus preguntas.
    Sí que hay otro tipo de dolores y enfermedades que pueden beneficiarse de este tipo de terapia, yo misma en alguna ocasión he infiltrado en los talleres, personas con otro tipo de dolencias previo acuerdo con ellas, hubo un caso de trastornos alimenticios y otro de malos tratos.
    Hemos hecho algún taller para la obesidad mórbida y para la deshabituación tabáquica.
    Pienso que sería muy útil para personas que debutan con algún tipo de cáncer y para enfermedades crónicas por ejemplo los reumatismos, y algún trastorno psicológico adaptativo leve.

  3. Creo interesante reproducir aquí un fragmento de la entrevista que José Maria Mendiola le hizo a Antonio Blay y que figura en su libro: En busca de la existencia de Dios, publicado por Editorial Obelisco. Dice así:

    JMM—Me gustaría saber tu opinión sobre el sufrimiento.
    A.BLAY —Bueno, hay un sufrimiento que está totalmente manufacturado por uno mismo, que es de fabricación propia. Cada vez que yo me apoyo en algo para sentirme seguro, feliz o fuerte, estoy creando la base del sufrimiento. Porque la cosa en la que me apoyo, en un momento o en otro, me fallará. Y esto es otra consecuencia de no vivir de un modo inmediato la realidad central. Por lo tanto, al no vivir esto, lo busco fuera. Y, al buscarlo fuera, automáticamente pongo la semilla del sufrimiento. Este es el sufrimiento psicológico que está basado en el error, en no vivir la autenticidad.
    —Me vas a decir que hay otro sufrimiento.
    —Está el sufrimiento físico, el dolor. Y ahí está, y es como una especie de herencia de la humanidad, sea porque la Naturaleza no funciona con una perfección absoluta, sea por accidente, sea por cualquier otra causa. Entonces, y cuando hay un accidente o una enfermedad, que no es consecuencia de una disfunción psicológica sino que hay una enfermedad de base orgánica, hay que aguantarla como se puede. La limitación del cuerpo humano hace que éste sea muy vulnerable.
    —¿Hubo alguna vez un pecado original?
    —No lo sé.
    —¿De dónde viene este sufrimiento?
    —¿Qué sufrimiento?
    —El del cáncer, no el de mi apoyatura psicológica y errónea.
    —No lo sé, no lo sé. Yo me niego a apoyarme en ninguna creencia. Hace ya muchos años que decidí soltar y dejar ir las creencias sobre estas cosas y aprender a descubrir y experimentar por mí mismo. Por tanto, y como no tengo una base cierta y suficiente, no creo en nada. Ahora bien, he aprendido a ir descubriendo cosas. ¿Cuál es el origen de la enfermedad? No lo sé. Pero no me importa tanto el origen como tratar de curar la enfermedad.
    —¿Puedes hacer curaciones?
    —Todo el mundo hace curaciones.
    —¿Sí?
    —Toda la Naturaleza es curativa, toda la Naturaleza tiende, por un mecanismo, a la autoconservación. Pero, en todo caso, nunca es nadie, personalmente, quien pueda hacer una curación. Hay curaciones que se producen. Como se produce la muerte.

    El artículo de María Pilar de Moreta es una muestra palpable de eso que dice Blay. En su centro de salud, M. Pilar ha conseguido hacer tomar conciencia a sus pacientes de que el sufrimiento psicológico se puede anular, y de que el físico se relativiza y disminuye cuando se colocan allí dónde son ellos mismos. En muchos casos, esta enfermedad que hoy por hoy es incurable, les ha permitido tomar conciencia de su realidad y dejar de identificarse a sí mismos como “enfermos”. Una cosa es estar enfermo y otra es serlo.

    Y eso vale no solo para las enfermedades, sino para toda clase de situaciones difíciles que nos pueden afectar.

    Aprovecho también para hacer notar que, implícitamente, Blay no está de acuerdo con esta idea que corre mucho por ambientes esotéricos de que todas las enfermedades son una manifestación de desequilibrios psicológicos. Lo que sí es cierto, es que el equilibrio psicológico y, sobre todo, la conciencia permite sobrellevarlas y no dejarse aplastar por ellas.

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