El vuelo del espíritu y los vencejos

El P. José Luis Santos, de Oseira, tiene gran facilidad para encontrar metáforas que aclaran el sentido de algunas lecturas que se escuchan en las liturgias. La que viene a continuación es suya y me ha dado permiso para utilizarla.

El vencejo es un pájaro común en nuestras latitudes; suele verse en grandes bandadas, a mediados de primavera, cuando vuelve de África para anidar durante el verano: siempre con la misma pareja y siempre en el mismo sitio. Este pájaro se alimenta de insectos que caza volando con el pico abierto.

Pero no solo caza volando; de hecho lo hace todo volando, incluso aparearse y dormir: para dormir las bandadas ascienden a un altura de 2 o 3 mil metros, y se mantienen, medio aletargados pero sin dejar de mover las alas, sostenidos por corrientes de aire. Así, volando, pueden permanecer meses y meses sin descansar; solo se posan en lugares altos para anidar y nunca descienden al suelo.


De hecho el vencejo no puede posarse en el suelo; si por causa de un accidente acaba aterrizando en un lugar plano, está perdido, porque sus alas tienen una gran envergadura y chocan con el suelo cuando pretende aletear para elevarse. Hay que alzarlo del suelo lo suficiente para que pueda moverlas con la fuerza precisa para levantarse. Y esto resulta bastante complicado porque el pájaro se asusta cuando alguien se le acerca y sacude unos picotazos de consideración con su pico corto pero duro.

La alegoría está clara: Una vez despiertos nuestra vida se desarrolla en un nivel de conciencia superior desde el que podemos dar respuesta a todas las situaciones que la vida nos presenta. No necesitamos descender a los niveles inferiores ni tan siquiera para practicar el sexo que, dicho sea de paso, no tiene nada de inferior.

Los niveles inferiores de conciencia nos anulan, nos incapacitan, nos convierten en un simple reflejo de lo que sucede fuera de nosotros y nos transmiten la impresión de ser impotentes y estar amenazados, incluso por aquellos que pretenden rescatarnos. En este nivel el espíritu no puede operar porque carece de espacio para moverse y expresarse.


Así que es fundamental no caer en la trampa de dejarnos arrastrar por las ilusiones y temores del personaje creyendo poder descender a su nivel de manera provisional porque vamos remontar el vuelo en el momento en que lo decidamos.

Una de las trampas más peligrosas es la del personaje conocedor de las ideas del Trabajo que las utiliza para sostener su yo ideal, encontrando en ellas una nueva base para criticar a los que no las comparten. La impresión de estar contemplando el mundo desde una perspectiva especialmente elevada disimula el hecho de que seguimos juzgando y comparando. Y los juicios y las comparaciones pertenecen al reino del personaje; no importa qué código utilicemos para juzgar y condenar, significa que estamos en un nivel de conciencia desde el que no se percibe la unidad que hay entre todas las cosas. Así que podemos creernos muy elevados y estar mentalmente a ras del suelo.

De hecho, los seres humanos hemos caído en el egocentrismo y la identificación por accidente, pero permanecemos ahí a no ser que algo nos despierte del letargo, y nos preste ayuda procedente de lo Superior. De entrada el Trabajo nos cuesta porque nos atenaza el miedo a prescindir de la protección del personaje: intentamos levantar el vuelo y aceptamos que nos ayuden a subir a una posición algo más elevada, desde la que nos resulte posible batir las alas y volar. El problema es cuando volvemos a caer al suelo y nos sentirnos de nuevo impotentes: entonces resulta mas difícil aceptar la ayuda porque no es el miedo lo que nos lastra sino el orgullo.

Pero esto no solo está también previsto sino que resulta indispensable porque soltar el orgullo nos abre de verdad las puertas de la libertad. Inicialmente somos vencejos caídos que hacemos prácticas en una pajarera; solo cuando perdemos el orgullo nos atrevemos a volar de verdad. Y entonces se nos abre un cielo sin límites.   

8 comentarios en “El vuelo del espíritu y los vencejos”

  1. Esta alegoría a mi me dice que el orgullo y el miedo son lo mismo. El vencejo teme que le hagan daño; lo mismo que el personaje teme sentir dolor si no se reconoce en su yo ideal.
    Lo dificil de la cura del orgullo yo creo que es ver que es temor y no valor lo que nos moviliza.

  2. Me siento reflejada en esto que dices Jordi de que a veces el orgullo me impide reconocer que estoy dormida otra vez en lo mismo de siempre. Y es que no falla, el sueño siempre aparece por el mismo sitio, lo cual aunque se haga pesado es una buena noticia, pues nos facilita el reconocerlo.

    La alegoría del vencejo me ha encantado; es muy ilustrativa y en mi opinión la naturaleza es un ámbito del que podemos aprender y mucho, pues posee una sabiduría intrínseca. Justamente acabamos de ver un documental que explica el largo y titánico viaje que emprenden anualmente las grullas para atravesar la cordillera del Himalaya. En él tienen que enfrentarse a todo tipo de adversidades: vientos enfurecidos, tormentas de nieve, depredadores, el propio abatimiento del viaje, etc. En las grullas vi también a los vencejos y me di cuenta de que no hay otra opción más que seguir volando.

    La travesía de las grullas también me hace recordar algo que a veces has comentado, Jordi: cuánto más subo, más alto es el “precio” que hay que pagar, como les ocurre a estas aves por volar a más de 8000mts de altura. Recuerdo que cuando lo escuché por primera vez llevaba poco tiempo en el Trabajo y me sorprendió, ya que yo pensaba inocentemente que el hecho de estar en un nivel más alto de conciencia facilitaba las cosas en todos los niveles. Hoy en día sé que no es así y estoy experimentando que justamente el hecho de estar despierta conlleva más problemas en el día a día porque te exige ser consecuente y hacer lo que has de hacer, no lo que se espera que hagas. Ciertamente, cada día disfruto más de esta libertad y la vivo como una oportunidad para dejar que el potencial que soy se exprese sin límites, en vez de como un obstáculo que salvar. Prefiero volar alto y libre como la grulla y el vencejo a pesar de que éste no sea el camino fácil en ciertas ocasiones que limitarme a vivir en el suelo y no poder ver más allá de mis narices, amén de no tener margen de maniobra. No hay más que contemplar las impresionantes panorámicas que se disfrutan desde las alturas para darse cuenta de que se trata de algo incomparable. Cuanto más alto volemos, más bellas e imponentes serán estas vistas y más libres seremos.

  3. Es una metáfora bella y muy acertada. Por lo que respecta a tu comentario Leire, diría que la redacción te ha quedado un poco confusa. El despertar puede suponer (por lo general siempre es así) más trabajo, más compromiso y más implicación pero las situaciones no se viven como problema sino como circunstancias que hay que abordar. Es cierto que las situaciones a veces son bien complejas y delicadas pero la disposición interior que surge del despertar siempre ayuda a afrontarlas.

  4. Como bien apuntas Leire, y como bien señala el artículo, el orgullo es lo que nos impide remontar el vuelo, y aun a sabiendas que tengo alas para volar prefiero arrastrarme como un gusano antes que reconocer los errores. Y todo pasa porque efectivamente al principio es fácil solicitar ayuda e incluso una vez conseguida, y no con pocos esfuerzos, se consigue llegar a elevar un poco el campo de visión, pero sin embargo todavía quedan reminiscencias de un personaje que utilizando el Trabajo como un elemento más del Yo ideal tiende a colocarnos cuatro o cinco peldaños, por poner un número, por encima de lo que la realidad de mi proceso personal me señala. Y justamente esta visión distorsionada de unos vastos campos de conciencia que solo existen en la imaginación del personaje es lo que tarde o temprano nos hace frustrarnos y caer, y claro efectivamente ahora es más complicado aceptar la ayuda que se nos brinda porque para ello hay que reconocer que llevo cierto tiempo columpiándome en la irrealidad de mi personaje y que lo necesario es que ocupe la realidad que me corresponde. Yo no sé si es cuestión de miedo, quizá todo pase por reconocer que esto no es una carrera para ver quien se autorrealiza primero, total todos tarde o temprano llegaremos a la misma evidencia de que eso que perseguimos es una quimera porque en esencia ya estamos autorrealizados. Gracias por el articulo Jordi.

  5. Me refiero a que debido al compromiso que supone estar despiertos, ahora no podemos dejar pasar por alto o tirar balones fuera ante situaciones en las que quizás antes mirábamos hacia otro lado, haciendo lo justo para salir del paso mientras no nos salpicara mucho el asunto. Lo que ocurre es que al estar despierta, la existencia al completo se convierte en un campo de actualización del potencial que somos y esto sin duda requiere de compromiso e implicación a todos los niveles. A mi modo de ver, mayores cuanto más alto es el nivel de conciencia en el que nos movemos. Evidentemente, estando despiertos esto se vive como una oportunidad para actualizar el yo experiencia. El Trabajo me ha hecho darme cuenta de que el hecho de estar despierta conlleva una responsabilidad de otra naturaleza que va mucho más allá de la que conocía hasta el momento, puesto que el personaje sólo miraba por su propio beneficio. Pero está claro que la satisfacción, coherencia y libertad que se experimenta al poner conscientemente el potencial que somos al servicio de lo que hacemos, hace que valga la pena cualquier esfuerzo que ello implique hacer.

  6. Efectivamente, cuando estamos despiertos de un modo habitual, las cosas cambian mucho. El dormido no mira para otro lado por cobardía sino porque se vive limitado y en constante peligro; bastante tiene con sobrevivir a las dificultades que le aparecen a cada paso que da. Pero cuando despiertas, te descubres siendo propietario de una fuerza interior extraordinaria que te faculta para vivir en clave de totalidad. Por eso resalto siempre que participar de forma activa en la evolución del ser humano es un privilegio por el que debemos estar agradecidos, no un servicio que nos convierta en acreedores de nadie. La última trampa nos la tiende este personaje que todavía no se ha retirado del todo y que nos sugiere justamente que bajemos a cobrar.

  7. En el trabajo el esfuerzo lo hacemos para superar los aspectos mecánicos de las creencias y las consecuentes respuestas reactivas.
    Sin embargo debemos soltar o dejar de hacer esfuerzo por enmascarar o cambiar los acontecimientos y pretender que sucedan tal como creemos y nos gustaría. Esta pretensión es una historia de control.
    Ningún esfuerzo, ningún control. Sólo atención y respuestas conscientes.

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