Hace mucho tiempo que tenía pendiente escribir un artículo para ADCA, y el mes de agosto me comprometí hacerlo en la edición de octubre. No sabía de qué hablar ni que explicar, he estado dando vueltas sobre cómo ha influido el Trabajo en diferentes aspectos de mi vida, y como sabéis los que estáis en el trabajo espiritual, nos influye en todos y cada una de sus nuestras versiones: madre, hija, hermana, pareja, profesional,…, un sin fin de versiones en diferentes momentos y eventos de nuestros días; pero hoy me quedo con mi versión de nieta.
Justamente a pocos días de entregar el texto, mi abuela materna María, de 98 años, se encontraba en la recta final de su existencia de vida, en su momento de despedida y me apetecía compartir con vosotros lo que he vivido junto a ella.
He compartido 45 años con ella, en ella reconozco el amor inmenso que somos. Ha sido una mujer que ha querido y cuidado a todos los suyos todo lo que ha podido y más. Me ha aceptado tal y como soy, siempre dispuesta a hacer cualquier cosa para que el que estuviera a su lado se sintiera cómodo y cuidado y siempre con una actitud positiva y alegre. De pequeña pasaba todos los fines de semana con mis abuelos y también los tres meses de vacaciones de verano. Ella me cocinaba los platos mas deliciosos que nunca he comido, y si no eran mis preferidos, ella con sus canciones y sus cuentos los convertía en ellos. Al ir a dormir recuerdo sus mimos, sus abrazos y sus rezos, hasta quedarme dormida en ellos, y no se separaban de mi en toda la noche.
De la muerte sé poco, muchas teorías pero pocas experiencias, aunque la más importante e impactante que he vivido hasta ahora fue la de mí padre. Hace más de 20 años, tenía yo 22 años y sabía que mi padre estaba muy enfermo de cáncer y no tenía cura, así que desde el momento en que supe que la muerte de mi padre estaba cerca no quise que llegara nunca. Vivia aterrada esperando el momento de una despedida que no pude evitar. Así llegó el momento tan temido por mí, viví su muerte sin entender nada, con mucha angustia y desesperación, sin querer despedirme de él, no quise aceptar que la vida de mi padre había llegado a su fin, que no lo volvería ver, que no lo volvería abrazar, ni escuchar su voz, ni sus consejos ni sus broncas. En el momento culminante, cuando sí o sí me tuve que enfrentar a su muerte, sentí un dolor punzante que atravesó mi corazón por mucho tiempo. Recuerdo el dolor muy intenso en mi pecho que duró muchos años y, en este caso, sí que es verdad que el tiempo poco a poco va apaciguando ese dolor, pero, la verdad, ahora al mirarlo 20 años después, siento que no entendí nada de todo aquello. Desde ese día, y por mucho tiempo, no he querido hablar ni pensar en la muerte, pero desde que estoy en el Trabajo espiritual se ha vuelto un tema más en el que pensar, del que hablar y sé que lo debo incorporar en mí.
Ahora, delante de la muerte de mi abuela se me presenta la gran oportunidad de vivir la muerte de un ser querido de una manera muy diferente, más consciente, viviendo la experiencia con más luz. He pasado estos últimos cuatro días junto a mi abuela, esperando que llegara el momento de despedirnos definitivamente. En mis primeras salidas de la habitación me despedía de ella, porque no sabía si la volvería a ver en vida. Más adelante entendí que mi abuela ya no se despertaría. Ella había decido emprender su camino para no volver, su respiración cada vez era más y más débil, más espaciada y yo sentía como ella poco a poco se desprendía de su cuerpo. Iba soltándose, relajándose, dejando su cuerpo y en un ligero suspiro se fue. Su cuerpo dejó de vivir, se fue muy suavemente y con una gran delicadeza, igual que hacía las demás cosas. Ahora escribiendo estas palabras veo que fue ella quien me estuvo acompañado a mí en su muerte y no yo a ella, como yo pretendía.
Un abrazo grande campeona y gracias por compartir. Mª Pilar
Se me saltan las lágrimas leyéndote.
Muchas gracias, Marta
Que bonito Marta!!! tanto tus recuerdos de la infancia junto a tus abuelos como tu experiencia de las despedidas de un ser querido. Ha ido evolucionado hasta vivir la partida de tu abuela María con ese amor y serenidad.
Un fuerte abrazo!!!
Gracias mi niña por compartir esta experiencia. No sé por qué no nos enseñan desde pequeños a ver la muerte como un paso más de nuestra vida, en otras culturas es algo más natural porque se sigue viviendo desde el propio hogar, y toda la familia acompaña en este viaje. Por suerte he tenido la experiencia de vivir muchas muertes cercanas, de amortajar, como sigue siendo costumbre en los pueblos pequeños a mis familiares más queridos. Con mi padre tuve una experiencia diferente porque murió en el hospital y fue tan rápido que entró en urgencias y en una hora salieron a decirnos que había muerto. Cuando pude verlo no reconocí a mi padre, tuve una rara sensación de ver un envase totalmente vacío que una vez contuvo a mi padre. Sentí, no obstante, que me miraba desde un punto muy concreto del techo, no lo veía pero lo sentía. Así que miré hacia ese sitio y le dije: «buen viaje, papá, ya puedes marcharte, gracias por todo». Murió el día de mi santo, un doce de octubre, y me hizo una ilusión tremenda que eligiese ese día para partir al que sin duda sería el viaje más especial de todos los que emprendió. Gracias Marta por tu experiencia.
Creo que este texto es todo un ejemplo para los miembros de esta comunidad por su sinceridad y profundidad. Particularmente me ha llegado muy adentro la última frase: “ahora escribiendo estas palabras veo que fue ella quien me estuvo acompañado a mí en su muerte y no yo a ella, como yo pretendía”. Una gran enseñanza.
Gracias Marta.
Gracias Marta por compartir con todos esta bella experiencia que te ha hecho sin duda transformar tu visión no sólo de la muerte, sino de la propia vida. Un fuerte abrazo.
Muchas gracias Marta por compartir tu experiencia.
Lo que es admirable, y le hace sentir a uno pequeñito, es la inmensa obra que dejan estas personas, siervas del amor y de la luz, desde al anonimato muchas veces. Me ha encantado leerte y me ayuda a prepararme, porque tengo a mi madre así así. Un abrazo.