Discurso de clausura del Centenario de Antonio Blay

Bienvenidos a todos a este acto de clausura del centenario de Antonio Blay, en nombre de los ponentes y de todas las personas que han colaborado en la organización, no solo de este acto de clausura, sino de todas las actividades celebradas a lo largo de este año.

Está claro que todas las personas que han tenido el privilegio de conocer a Antonio Blay, y todas aquellas que, aun sin haberlo conocido personalmente, nos hemos adentrado en su obra, coincidimos en un hecho innegable: su influencia ha marcado un cambio radical y profundo en nuestras vidas. Ha creado una división clara y categórica entre un «antes» y un «después», en la que cada uno de nosotros ha experimentado una transformación que nos ha llevado a un nivel más alto de comprensión de nosotros mismos y de la realidad que nos rodea.

Lo más notable de su legado es que no se limita a ofrecer una serie de teorías o conceptos abstractos, sino que nos brinda un conocimiento aplicable, práctico y transformador. Por lo tanto, no estamos hablando de un conocimiento puramente intelectual, sino de una vivencia real que, al ser puesta en práctica, provoca una metamorfosis tangible en nuestra forma de vivir y de relacionarnos con el mundo. Blay nos enseñó a abandonar la posición de víctimas pasivas de las circunstancias, a dejar de sentir que somos arrastrados por la vida, y nos devolvió el control sobre nuestra existencia. Y este proceso no solo nos ha llevado a una nueva comprensión de lo que significa el ser humano, sino que también ha revelado un profundo sentido de propósito que nos impulsa a vivir con madurez, responsabilidad, eficacia y, lo más importante, con una renovada plenitud interior.

Antonio Blay, con su estilo claro y directo, nos invita a recorrer un camino que él mismo emprendió para investigar la naturaleza humana en toda su profundidad. Lo hace de una manera que toca directamente nuestras fibras más íntimas, porque su mensaje no se queda en la superficie, sino que penetra en lo más profundo de nuestro ser despertando en nosotros una resonancia natural que hace que este recorrido se sienta no solo posible, sino necesario. Es como si al escuchar sus enseñanzas algo en nosotros reconociera que esta es la senda que puede colmar nuestras más profundas aspiraciones como seres conscientes. Nos invita a recorrer este camino de autodescubrimiento, no como una meta lejana e inalcanzable, sino como un viaje esencialmente humano y accesible.

Así que, con motivo del centenario de su nacimiento, sentimos la profunda necesidad y el genuino deseo de hacer accesible su obra al mayor número de personas posible porque estamos convencidos de que su legado trasciende las modas y las épocas, es un legado que seguirá siendo una fuente inagotable de sabiduría y transformación para futuras generaciones. 

Muchas gracias.

Imanol Cueto. Presidente de ADCA (Asociación para el Desarrollo de la Conciencia y la Autorrealización).

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