…Toda forma de felicidad, todo aspecto de belleza o de amor, absolutamente todo, es expresión de Dios. Porque Dios es la Felicidad Absoluta, la única, la total, y toda la que hay es expresión de ella.
Por lo tanto, toda felicidad, toda alegría, toda belleza está procediendo de la misma fuente. Mi trabajo consiste en que yo aprenda a abrirme a esta fuente de belleza, que yo aprenda a ver, en esta belleza que aparece durante un instante, la expresión de esa Belleza Absoluta. Aquello mismo que ocurría con la energía en mí debe y puede ocurrir igual con la belleza, con la felicidad, con la alegría en mí. Cuanto más sea capaz de abrirme a la alegría, a la belleza, al gozo, a la felicidad, más estoy dando paso libre a Dios en mí. En cambio, cuanto más cultivo la seriedad, la tristeza, la depresión, el pesimismo, más estoy cerrando el circuito de expresión de Dios en mí, es decir, estoy permitiendo que funcione el circuito a un nivel material. Porque es el nivel material el que produce la depresión cuando se vive a un nivel superior.
Por eso, la depresión viene siempre de abajo, y la alegría procede siempre de arriba. La depresión no es otra cosa que el peso de la materia, que se rige por una ley de cohesión, de permanencia, por una gran dificultad hacia el cambio. Es la gravedad. Cuando dejamos que esto invada nuestra mente consciente, nuestro campo físico entonces quiere petrificarlo todo, quiere convertirlo todo en un mineral. En cambio, el espíritu es algo eminentemente centrífugo, dinámico, expansivo. Esta es la ley en ese nivel superior. Por lo tanto, toda seriedad, toda depresión, toda preocupación, cualquiera que sea la forma que adopten estos rasgos negativos, son solamente un indicio de que nos dejamos llevar por nuestra gravedad elemental y de que no permitimos expresar aquello que es realmente Dios en nosotros. La expresión de Dios en nosotros se ha de conocer porque inevitablemente insufla alegría, gozo, paz, seguridad interior. En cuanto esto no existe, son inútiles las palabras, los alientos, las propagandas que se puedan realizar al respecto. Esto no está. Y esta alegría que viene de arriba es distinta de aquellas alegrías que vienen de nuestro nivel afectivo. En cada ocasión en que nuestro nivel afectivo personal consigue lo que está deseando, se produce alegría; la satisfacción del placer de comer, del placer sexual, de los distintos placeres produce alegría. Sin embargo, éstas son alegrías fundamentalmente distintas de la alegría que procede de arriba.
Yo he de aprender a abrirme a Dios como fuente de alegría. He de aprender a expresar más y más esta alegría como procedente de Dios, y he de aprender a expresar más y más este gozo como procedente de Dios. Este gozo y esta felicidad no dependen en absoluto del exterior. El nivel afectivo personal está siempre dependiendo del nivel exterior, de que se satisfagan unos deseos. Esta es su ley normal, correcta en el mundo de la dualidad, en el mundo del nivel afectivo. En cambio, lo de arriba, como ya es de por sí, como no depende de otra cosa, es por naturaleza alegría, una alegría serena, enorme, inmensa.
Y esto es totalmente independiente de si yo estoy bien o mal de salud, de si las cosas me van bien o de si he tenido disgustos familiares. Esta es completamente independiente de que uno tenga una enfermedad. Puede estar sufriendo y pasándolo muy mal en el nivel correspondiente al cuerpo y, en cambio, interiormente, pasarlo estupendamente en ese estado de felicidad. Y esto es perfectamente posible. Es posible incluso que nuestro nivel personal siga teniendo un matiz de añoranza o de tristeza, porque esté todavía apegado a muchas cosas, y, no obstante, interiormente uno viva una gran felicidad. Hasta que llega el momento en que uno está tan centrado que ni siquiera lo otro asoma la cabeza o se proyecta como sombra para empañar esta felicidad.
Por lo tanto, aprendamos a vivir cada estado positivo como procedente de Dios, visualizando, una vez más, que viene de arriba como una especie de luz alegre, bulliciosa, que está expresándose a través de nosotros, a través del corazón, de un modo sutil, pero alegre, feliz.
Aquí también la música ha de servirnos como un medio para trabajar ese desarrollo, esa visualización de conciencia. La música nos sirve, sobre todo, para expresar estados afectivos: todo estado afectivo no es otra cosa que esa expresión de gozo, de felicidad, de alegría, de amor, que es Dios; aprendamos, pues, a vivir todos los estados afectivos como procedentes de Dios. Veremos entonces que desaparecen porcompleto todos los estados negativos. Cuando aprenda a situarme arriba, veré la música como procedente de arriba, y de qué manera la felicidad, la expresión que esta música está despertando me viene de arriba y se expresa a través mío procedente de Dios y dirigiéndose hacia el mundo y hacia Dios en expresión libre, total, plena. Veremos entonces que este goce y felicidad van creciendo en nosotros, simplemente porque les damos paso.
¿Por qué nosotros vivimos generalmente con caras tan serias y preocupadas?
Porque estamos en la cárcel del yo–idea. Estamos constantemente tras los barrotes de ese yo–idea que nos está diciendo que yo no tengo eso que deseo tener, que yo no soy eso que quisiera ser, que la gente no se preocupa de mi o no hace lo que yo considero justicia. Estoy viviendo siempre en función de los otros; nunca viviendo directamente la cosa en sí, la Realidad en sí.
Si yo aprendiera a vivir mi realidad y mi yo abierto a la Fuente Absoluta que es Dios, entonces toda la tristeza, toda la depresión, todos los conflictos desaparecerían. Viviría las situaciones de la vida y quizá tendría que esforzarme y luchar, pero nunca viviría eso como un conflicto, sino como expresión cada vez más plena de la Realidad.
Antonio Blay Fontcuberta. “Caminos de autorrealización” Ed. Cedel 1982. Distribuidos por ADCA. www.autorrealizacion.org
Soy bienaventurada al empezar la mañana con estas palabras de Blay. Me hacen contactar de inmediato con esa felicidad que ya soy. Es tan simple como mirar las flores de mi balcón y agradecer. Todo nos acompaña.
Muchas gracias por la selección del artículo Carlos.
El Trabajo es alegría, es buen humor. Tenemos que reirnos más.
No podemos estar como aquel que cuando se sentaba para hacer meditación se le ponía cara como de estar poniendo un huevo.
Me resuena especialmente esta frase: «Veremos entonces que este goce y felicidad van creciendo en nosotros, simplemente porque les damos paso.»
jejeje, qué fácil, dar paso al goce y a la alegría.
Pues vamos a ello.