
Maju: Pero es posible que una persona esté despierta y no sienta esta inquietud por lo trascendente, que no crea en Dios. Hablar de fe puede hacer que haya gente que se quiera relacionar con la clase de espiritualidad que nosotros difundimos y que se aparte cuando nos escuche hablar de Dios y de la fe. Hay mucha gente que asocian lo espiritual con la Iglesia porque relacionan ambas cosas. La religión que me enseñaron decía que era imperfecta y culpable y debía recabar la ayuda de Dios. Esto implicaba luchar contra uno mismo para cambiar, para ser mejor. Esta manera de proceder no lleva a ningún lugar. Te aleja de lo que realmente eres. ¿Por qué tenemos que insistir en un mensaje que en la práctica nos puede causar dificultades? Hago estas preguntas porque hablar de espiritualidad en nuestra sociedad actual, ya es difícil, pero pretender además que las personas que nos escuchan tengan fe y confíen en que Dios nos echará una mano parece algo muy difícil. ¿De verdad es necesario afirmar que sin la intervención divina esto es imposible?
Jordi: Bueno, posiblemente no sea lo primero que les tenemos que decir. De momento lo estamos diciendo aquí, se lo estamos comunicando a las personas que nos escuchan en esta sala. Puede que haya alguien que se asuste y se vaya por este motivo, pero los primeros que tenemos que ser conscientes de eso y no asustarnos somos nosotros.
Lo que tenemos que ver es que en este Congreso estamos haciendo un llamamiento a actuar planteando una alternativa que va más allá de las creencias personales que la gente mantiene en su intimidad. Hemos de ser conscientes de las dificultades materiales que esto conlleva. Después ya tendremos en cuenta las personales. Pero si resulta que la Iglesia está comunicando lo superior de un modo inadecuado o ineficaz, razón de más para que nosotros intentemos remediarlo superando esta atmósfera anticlerical que contribuye a la ignorancia de un mensaje, que es fundamental e imprescindible. No lo vamos a disimular para tener más adeptos. Tiene que haber un compromiso interno incuestionable para tirar eso adelante; y este compromiso necesita referirse a algo superior que esté por encima de cualquier manera de pensar.
Juan Maria: Bueno, mucha gente hace yoga y meditación solo para encontrar la paz interior pero siempre al servicio de una razón utilitaria, para mejorar su equilibrio personal en medio de este mundo desequilibrado y conflictivo. A este tipo de gente no les vengas con propuestas que les vayan a complicar la vida, ni pretendas convencerlos de que todo irá bien y no les pasará nada si adoptan una actitud más combativa.
Porque ten por seguro que sí nos van a pasar cosas, no solo nos vamos a meter en problemas, sino que además vamos a tener muchas frustraciones y desengaños. A menudo nos vamos a preguntar si no estamos locos, si tiene sentido esto que intentamos promover. Nos vamos a ver malinterpretados, rechazados, acusados y frustrados y nosotros mismos tendremos dudas acerca de nuestra racionalidad y de nuestra coherencia. Por eso necesitamos la dimensión de la fe como experiencia, que va más allá de esta razón; que actúa sobre todo a través de la paradoja, del absurdo de lo inesperado. Porque es lo inesperado lo que se abre paso y, ahondando en nuestra conciencia, nos transforma.
La razón busca experimentar, controlar nuestra existencia de manera activa para conseguir cosas; pero la experiencia de la fe muchas veces es pasiva: se sufre, se padece, se siente. La fe es la intuición de algo que vemos y sentimos posible, aunque no inmediato. Y la razón se ha de someter a esto que sentimos interiormente; ha de ponerse a su servicio para ver la manera más adecuada de conseguirlo. O de sobrellevar las dificultades que nuestro empeño pueden ocasionarnos. Por eso decía que estáis haciendo de profetas cuando proponéis todas estas cosas; y tenéis que tener presente que al profeta a menudo no se le entiende, a veces ni tan siquiera se entiende a sí mismo. A veces intuye lo que puede ser pero no es capaz de ver cómo se puede conseguir desde la realidad social que está viviendo.
Por eso a menudo se expresa a través del silencio, solo con su modo personal de responder a esta realidad de otra manera. Sin rechazar en ningún momento a los que no entienden o no comparten nuestra visión. Tenemos que combinar también lo que vemos con la compasión y la misericordia, sabiendo lo que las personas pueden dar y lo que no.
Jordi: Cierto, la inteligencia ha de ir del brazo con el amor y la energía; haciendo compatible una propuesta a largo plazo con acciones concretas en la realidad personal de cada uno; acciones capaces de transformar esta realidad de una forma casi imperceptible pero que nuestro entorno puede asumir y asimilar. Por eso decía antes que esta última ponencia es la más realista: por una parte admitimos que todo lo que proponemos va a ser muy difícil de llevar a cabo y por la otra tenemos muy claro que esto es lo que debemos hacer.
A veces esta convicción se refuerza precisamente cuando no tienes éxito. Ves que predicar todo esto no va a aumentar tu prestigio, ni te va a hacer famoso o importante; pero tienes claro que es lo que debes hacer porque te lo pide tu esencia. Esta aparente contradicción entre el impulso del fondo y las exigencias de la existencia, nos hace especialmente conscientes de la presencia de Dios en nuestra conciencia y de la responsabilidad que nos confiere esta capacidad de actuar de una forma consciente y voluntaria.
En el Trabajo afirmamos que Dios no creó el mundo hace millones de años y está sentado contemplando cómo funciona; lo está creando en estos momentos, y en parte lo hace a través nuestro, de todos y cada uno de nosotros, poniendo a nuestra disposición la única energía, inteligencia y amor que hay, que son las suyas. Nosotros utilizamos estas capacidades que nos ha dado para enfrentar los obstáculos que se nos presentan y, de este modo, contrarrestamos la inercia de los sistemas e impulsamos la evolución del universo. Es un trabajo a largo plazo, una marcha de fondo, difícil de llevar a cabo en un mundo alienado. Y por eso el personaje no se lo puede apropiar para su mayor honra y gloria. El mismo propósito: la necesidad de hacer de nuestra existencia algo útil para los demás nos vacuna contra la enfermedad del personaje espiritual, que se siente superior a todo el mundo y actúa exclusivamente para alimentar su vanidad.
Maju: Perotenemos que enfrentar una atmósfera cultural que no solo rechaza todo lo que suena a religión sino que, en ciertos ambientes considerados espirituales, la han sustituido por otra serie de creencias que están más de moda: no hay más que observar las secciones esotéricas de las librerías. Está claro que, tal como dice Juan Maria, utilizan estas ideas y estas prácticas para sentirse más acompañados o para pedir que les resuelvan sus problemas. Y a veces juegan a ser espirituales y se sienten superiores por sostener determinadas creencias.
Pero tenemos también lo contrario: personas que están volcadas en la transformación del mundo a través de alguna ONG, que salvan gente en el Mediterráneo o intentan ayudar en el tercer mundo y que sin embargo no quieren saber nada de la trascendencia.
Jordi: Bueno, tampoco es preciso creer en algo trascendente para ser un agente del Espíritu, hay gente consciente que lucha por todo esto que estamos presentando y sin embargo no se consideran creyentes si identificamos ser creyentes con aceptar los dogmas que impone la Iglesia o las ideas de la Nueva Era. Lo importante es ver si estas personas actúan en beneficio de los demás en lugar de limitarse a rezar para que Dios solucione los problemas. En vez de pedir que lo hagan los demás, incluido Dios, se ponen manos a la obra y lo hacen ellos.
Esto es lo que nosotros llamamos actitud positiva, a lo mejor no conocen el Trabajo pero actúan conforme a su espíritu. Hacen lo que pueden y, si hace falta, se enfrentan a las administraciones públicas que dimiten de sus obligaciones. Lo hacen sin demasiada esperanza de que las cosas vayan a cambiar a corto plazo, lo único que pretenden es llamar la atención de la gente de bien y tocar los corazones.
Esta actitud contrasta con la de muchos creyentes que piensan que las cosas deberían ser diferentes pero no hacen nada para cambiarlas. Y también con la de aquellos que utilizan la espiritualidad como refugio y se inhiben de los problemas que hay en el mundo, como si estos problemas no tuvieran que ser atendidos por lo superior. Nosotros consideramos como superior todo nivel que incluye al individuo pero que está por encima de él: superior es el ámbito familiar, el ámbito profesional, el social, el humano y el espiritual. Y además consideramos que lo natural es que la evolución personal se realice prestando atención a todos estos niveles en los que participamos y actuando en ellos para beneficiar el colectivo.
Pero por el mismo motivo, nos negamos a excluir nada que pertenezca a estos niveles y estamos en contra de esta tendencia a denostar todo lo que suena a religión. Y nos preocupa especialmente la ausencia de conceptos que se refieran a la trascendencia en la educación infantil.
También nos negamos a confundir la espiritualidad con la Psicología y a considerarla como una mera terapia psicológica. Invitamos a todas las personas conscientes a prestar atención al Evangelio porque es el texto que mejor refleja la necesidad de ejercitar el amor en la existencia. Y para eso conviene olvidar las interpretaciones tradicionales que se han hecho de él desde los púlpitos. Aunque cada vez son más las personas que jamás lo han escuchado, ni desde los púlpitos ni en la escuela ni en ninguna parte. Estamos muy de acuerdo en la secularización de la sociedad porque lo contrario desvirtúa el mensaje de lo Superior, pero esta secularización no debe suponer el olvido de este mensaje. El problema es que estamos matando al mensajero e ignorando lo que nos venía a decir.
Juan Maria: Lo evidente es que, dejando de lado si son creyentes o no, la mayoría de la gente están dormidos y no encuentran la felicidad que andan buscando. Procuran distraerse, comprar la última chuchería que ha salido al mercado, viajar, conocer gente…; sobre todo distraerse, olvidarse de la angustia que sienten ante la falta de sentido o de propósito en la existencia.
Protestan de manera inconsciente por el tipo de vida que la sociedad les obliga a llevar, pero ignoran lo que buscan; se limitan a ir tirando; y la falta de alternativas, el aburrimiento, el cansancio, el no saber qué hacer, termina por amortiguar incluso esta protesta. De esta manera, acaban soportando la existencia en vez de vivirla.
Reclaman una libertad que se acaba confundiendo con el rechazo de toda clase de limitación o de obligación, es un supuesto derecho a no hacer, no es la libertad de poder hacer algo distinto, de actuar para aportar algo valioso. Ni la felicidad transitoria que consiguen ni la posibilidad de liberarse de ciertas restricciones satisface el ansia de libertad y felicidad que reclaman. Solo encuentran remedos de estas facultades; porque son propias de nuestra naturaleza esencial y no las podemos encontrar en el exterior, las tenemos que buscar y encontrar en el centro de nuestra conciencia y en la promesa de realización en el espíritu.
En cambio, estos otros que citáis ya intuyen que están luchando por una libertad y una felicidad que aquí no se puede vivir; y lo hacen porque tienen una demanda, porque sienten una vibración interna que les impulsa a vivir de otra manera con otros propósito. Les impulsa justamente una carencia que se manifiesta en forma de inquietudes, no de angustia sino de ganas de tener una existencia más acorde con su naturaleza, con lo que intuyen que podrían vivir.
Así que esta carencia es una vibración interna que no hay que apagar, porque el que no siente esta vibración se deshumaniza.
Jordi Sapés, Maju Rodríguez, Juan María de la Torre.
III Congreso “Práctica de la obra de Antonio Blay”. Ponencia 7: “ El compromiso esencial”. Barcelona 01 de Noviembre 2022.
Imagen propia
Este artículo es la segunda entrega de la ponencia 7.
Podéis ver en vídeo la PONENCIA COMPLETA en: