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- 1 de mayo de 2013 a las 17:57 #1692Jordi Sapés de LemaSuperadministrador
Yo diría que en estos momentos es patente que el sistema no funciona en absoluto. Cualquier sistema económico ha de cumplir un requisito básico que es fomentar la producción; incluso en el caso de que, después, la riqueza producida se reparta de una manera desigual. El sistema capitalista ha estado mucho tiempo cumpliendo esta función y utilizando el egoísmo personal como estímulo para el desarrollo. El papel del Estado y la política fiscal tenían por finalidad mejorar la distribución de la riqueza: sacarles dinero a los ricos para dárselo a los pobres en forma de servicios; pero ahora se está haciendo todo lo contrario: sacar dinero de la población para retribuir al capital de manera directa, sin ni tan siquiera esperar que haya un beneficio resultante de una inversión productiva. Y además, esta retribución del capital, se hace en detrimento de los servicios que hasta ahora venía recibiendo la población.
A Grecia se la “ayuda” a cambio de que despida de su trabajo a 10.000 funcionarios. ¿A qué se la ayuda?: a pagar los intereses de los capitales que financian una deuda que es cada vez mayor porque, al mismo tiempo, se está destruyendo todo el tejido productivo y condenado a la miseria a una gran parte de la población. ¿Por qué en estos momentos Alemania tiene la hegemonía en Europa? Porque estos capitales son mayoritariamente de origen alemán y los bancos alemanes son los únicos que permanecen opacos a las inspecciones.También se ha ayudado a los bancos españoles, que siguen sin prestar ni cinco a la empresa productiva, mientras que el paro se está acercando al 30 por ciento de la población activa. Se supone que esto es lo que hay que hacer. Y quizás no sea suficiente porque igual estos bancos están mucho peor de lo que han dicho. Pero claro, resulta que son indispensables para que el sistema funcione. Y no basta con haber arruinado a miles de impositores incautos con la trampa de las preferentes; en estos momentos las leyes del propio sistema son papel mojado; y nadie nos garantiza que la semana próxima no nos vayan a hacer una quita en nuestros depósitos como se la han hecho a los chipriotas que no estaban advertidos de lo que les caía encima. Porque los grandes depositantes sí que lo estaban y pusieron su dinero a buen recaudo. Pero claro, ¿podemos sacar el dinero del banco, cobrar la nómina en mano y pagar los recibos en efectivo si resulta que nuestros suministradores ni tan sólo se ponen al teléfono para atender las reclamaciones?
Hace muchísimos años que no había una crisis como la actual; pero nunca habíamos mostrado una pasividad como la que preside nuestra vida diaria. Y eso es debido a que no vemos ninguna alternativa. Estamos maniatados por un sistema obsoleto, amenazados con vernos en la calle por partida doble: sin trabajo, porque no estamos trabajando en empresas que sean nuestras, y sin vivienda porque, si perdemos el trabajo, no podremos pagar la hipoteca. Y mientras no tengamos clara una alternativa a este sistema no podremos hacer nada.
Nuestros actuales gobernantes son los gestores de este desahucio generalizado. No sólo están desahuciando las viviendas, sino las empresas, los talleres, los comercios, los hospitales y las escuelas. Y además están haciendo el papel de chivo expiatorio atrayendo las iras de la población. El último desahucio que se va a producir será el del Congreso de los Diputados porque los indignados expulsarán a los políticos y nos vamos a quedar directamente a las órdenes del capital. Viva la anarquía que nos permite criticarlo todo. Quizás sea el trámite obligado para que tomemos conciencia de que no tenemos sistema.
8 de mayo de 2013 a las 00:28 #1693RosaParticipanteLa descomposición y degradación del sistema, es el cultivo de un nuevo fermento: los colectivos emergentes que renacen como centros energéticos portadores de vida, frente a la degradación del sistema portador de destrucción. De un aspecto sale el otro en una espiral de transformación y renovación. Es inevitable, porque es la misma vida que con su inteligencia, amor y energía se despliega sin pausa en un todo.
Necesitamos organizarnos para defendernos puntualmente primero. Pero el sustrato de esta defensa indica una dirección, y esta es la de los que se unen para lograr algo. Ahí está la clave. Por ejemplo la comunidad Avaaz gracias a millones de sus miembros que se organizan por internet y en las calles han obtenido el logro de prohibir pesticidas que matan a las abejas, las cuales polinizan dos tercios de nuestra comida. La victoria hubiera sido imposible sin la concienciación de la comunidad de científicos, especialistas, funcionarios afines y organizaciones colaboradoras.
Hay que organizarse con el conocimiento de las leyes, la presión de los ciudadanos, la conciencia de los científicos y la colaboración de todas las organizaciones que persigan el mismo fin. Aunque el capital se nos esté zampando vivos, no debemos amedrentarnos, y si unirnos operativamente para plantar cara a este monstruo anónimo que aparentemente tiene la sartén por el mango y juega a porfiar cómo gana más, quitando más a los que no saben y no pueden defenderse. Increíble. El monstruo lo hemos fabricado con la ignorancia. Le hemos dado todo lo que pedía y más, y ahora, devora despiadado al mundo para convertirse en su amo y señor. Los que podrían parar el engranaje no quieren, porque están identificados con sus intereses y los argumentos que los apoyan. Otros tienen miedo a perder lo poco que tienen. He escuchado a algunos intelectuales defender los argumentos con una racionalidad fría y realista, pero totalmente identificados con esto es lo que hay. Confunden la verdad relativa con la verdad única. En la historia de la humanidad no ha sido nunca fácil pasar de un sistema a otro. Siempre el sistema emergente conlleva pautas de progreso para todos, que se acaban imponiendo con la fuerza de la conciencia y el coraje para llevarlo a cabo.8 de mayo de 2013 a las 22:35 #1694AnónimoInvitadoHola Rosa, estoy de acuerdo contigo cuando hablas de una “espiral de transformación y renovación, inevitable porque es la misma vida que se despliega sin pausa en un todo”.
Esto es caos y orden. El orden cósmico actual es el caos del comienzo del Big-Bang. Ahora todo esto parece fácil de comprender puesto que es una realidad hasta cierto punto, visible, tangible y medible; pero ¿quien hubiera apostado por todo este resultado en aquellos inicios? Este orden perfecto, este equilibrio entre fuerzas que se contraponen, esta belleza estelar de millones de constelaciones, planetas, galaxias, etc… Todas en un orden perfecto… y repito: es el mismo caos en otro momento. Todo este movimiento tuvo su coste, su otra cara, lo que ya no podemos ver. ¿Mereció la pena? Dicho de otra manera: ¿Están justificados los medios para llegar a tal fin? Cada cual debe respondérselo a sí mismo.
Con las crisis pasa exactamente igual, es seguro que saldremos de ella, pero la historia y la experiencia de crisis anteriores nos revela que el proceso de cambio siempre ha generado bastante sufrimiento y nos ha dejado un coste demasiado alto, demasiado amargo, demasiado doloroso. Creo que ahí, en este proceso que ya ha empezado es donde tendremos que poner toda la energía, toda la comprensión y todo el amor que ya somos.13 de mayo de 2013 a las 23:10 #1695Jordi Sapés de LemaSuperadministradorPara contestar la pregunta de Eduardo tenemos que contemplar el final de todo; final que, evidentemente, no ha llegado. Así que la única manera de verlo es presuponerlo como potencial en el mismo Big Bang y buscar esta experiencia en el Centro de nuestro propio ser. Mira por dónde, la discusión sobre la existencia nos ha devuelto a la esencia.
3 de julio de 2013 a las 15:08 #1701EstebanParticipanteA pie de calle antes parecía que había un enemigo con franquito,ahora la tecnología de discursos políticos han difuminado, hecho invisible que clase de gente componemos la sociedad.En el último trabajo que tuve no podía ni decir que me parecía bién algúna decisión de Zapatero porque me vapuleban todos los empledos, todo el discurso de estos era de la españistan, del pp.
En principio yo o mi personaje opinamos que el despertar y ser concientes de lo que posiblemente hay o somos es la únnica salida al tunel de zombis explotando unos y dejandonos expoliar otros.9 de julio de 2013 a las 16:49 #1702XavierParticipanteDespués del interesante seminario de Economía organizado por Jordi Sapés y ADCA hace unas semanas en Barcelona, hago una reflexión, inspirada a partir de algunos aspectos de debate que surgieron allí.
Creo que lo principal de la situación actual de la Economía, es que es evidente que la economía capitalista propia del actual sistema económico actual funciona subordinando a los otros aspectos sociales; culturalmente esto es un error, ya que tendría que ser la población y la política democrática la que organizara la economía para crear una sociedad mejor.
Creo que hay personas que ejercen el poder a las que les interesa esta situación, pero si no cambia el sistema, otras personas en su lugar actuarían igual. El sistema capitalista se mantiene grácias a que los poderosos deciden sobre la mayoría de aspectos sociales, no lo hacen los gobiernos democráticos. Para mantener el sistema desde el poder se ejerce una sugestión sistemática sobre la población: creando necesidades artificiales, creando miedos,… de manera que la mayoría de personas piensan que este es el mejor sistema (o el menos malo).
El poder potencia unos valores acordes com los intereses capitalistas: el egoísmo, consumismo, competitividad,… y los hace ver como “verdades objetivas de la naturaleza humana”. Es necesario un cambio cultural: de valores, actitudes sociales,…. que faciliten el cambio de sistema. Y para empezar es necesario un cambio personal, en muchas personas, una conciencia de esta situación, que permita el cambio, y crear un contexto social y cultural en el que otros valores se potencien: la solidaridad, visión holística, … entonces será posible otro sistema económico diferente al capitalista de economía de mercado basado en la especulación financiera sin ética que busca el beneficio económico por encima de todo.
Creo que podría aparecer un sistema económico basado en la autogestión cooperativa de base local y una Economía del bién común. Sería una economía con mercado parcial, controlado democráticamente. En el que el capital tendria una función social; las inversiones y las empresas tendrian que tener en cuenta la externalización y los impactos sociales externos a las empresas, que tienen sus actividades, los balances de las empresas tendrán que incorporar el impacto social y medioambiental: impacto sobre el medio ambiente, sobre las condiciones sociales de los trabajadores,…
Para el cambio es necesario la implicación de la ciudadanía, la implicación en la política, para la transformación. En esta transformación de la economía es necesaria la planificación económica, como mínimo para que todas la personas tengan acceso a bienes básicos (comida, agua,…) y para priorizar el interés general . Para evitar errores, como los de la URSS, sería necesario tener un sistema democrático sano que evitara las “castas”, la corrupción, la burocratitzación, la ineficacia económica, la limitación de libertades,…
Como se dijo en el curso es importante, organizativamente, el principio de subsidiariedad, según las características de cada función y cada aspecto social. Así muchos aspectos medioambientales creo que tendrían de gestionarse a nivel global mundial, y en cambio la mayoría de competencias políticas serían de nivel regional y local. De manera que la comunidad municipal y/o comarcal tenga la capacidad de gobernar democráticamente sobre la mayoría de aspectos de la vida de la personas que viven en un territorio, en una democracia con mucha más participación ciudadana.
A nivel supralocal y supraregional se garantizaría la solidaridad y la redistribución de la riqueza, se planificarían y gestionarían infraestructuras supralocales y supraregionales, se garantizaría un salario social básico para todas las personas,…
12 de julio de 2013 a las 21:11 #1703Jordi Sapés de LemaSuperadministradorEstoy totalmente de acuerdo con el diagnóstico que hace Xavi: el sistema económico que tenemos aliena al ser humano y lo convierte en cosa. Pero me gustaría abrir una discusión sobre esta afirmación de que hay que promover un cambio de valores para modificar el sistema.
El hecho es que no nacemos egoístas, la sociedad nos hace egoístas. El ser humano tiene una bondad natural que le lleva a interesarse por el bienestar de su comunidad y a apiadarse de los que pasan dificultades; pero si para conseguir un trabajo tiene que competir con miles de desempleados o miles de opositores, el sistema económico le obliga a ser egoísta. O sea que no sé si podemos esperar que se produzca un cambio de valores como antesala de otro sistema, o es indispensable cambiar primero el sistema para alentar otros valores. Fijémonos en lo que está sucediendo con el cambio climático: prácticamente nadie duda de la necesidad de incorporar este coste en la producción, pero como implica disminuir el beneficio del capital, pues no se hace y ya está.
También quisiera abrir una discusión sobre el argumento que relaciona mercado con democracia y planificación con dictadura. Veamos: nuestro sistema sanitario es fruto de la planificación, no del mercado. Y si en algún momento los trabajadores de la sanidad se han sentido anulados es justamente ahora que el gobierno intenta traspasar su gestión al capital privado.
Finalmente, una tercera cuestión a dirimir es si la propiedad de la empresa tiene efectos prácticos sobre el comportamiento de la misma en el mercado. Y esto viene a cuento del cooperativismo que propone Xavier.16 de julio de 2013 a las 16:33 #1704EstebanParticipanteMe parecen muy convenientes y trabajadas vuestras reflexiones .
No se si como verdad o como mi literatura sigo pensando como escuche decir a un chaman que venimos incompletos a la tierra por lo menos la mayoría de personas y nos vamos completando ,creciendo, realizando muchos nombres, en definitiva es un impulso de dentro a fuera como imagino la presión de una planta de capullo a flor.
Aquí esta el tema del trabajo de la asociación Adca aunque encuentro para lo que conozco es lo mas enriquecedor para mi. El movimientos debe ser parecido en otros grupos de acción. Me pareció leer en algún libro de Blai que para pasar de una etapa de crecimiento personal esta pasa necesariamente por como vas cambiando las reglas de juego. Primero eres el mas fuerte como regla animal y te comes al otro, luego haces un toma y daca y luego si quieres formar parte del club de los ángeles ,realizarte estando y compartiendo en la casa de lo superior debes pasar necesariamente por la regla inversa primero tu y luego yo ,(o primero nosotros y luego nosotros) diferente ley para con el animal.
Me parece que si se nos diera carta abierta para estar en el centro de poder del cielo este como en la tierra no duraría ni dos eternidades.
Ayer fui con un grupo de manifestantes a la sede del pp en Barna para el tema de las explicaciones de la corrupción política delictiva y siempre vamos los mismos y en todos los sitios siempre somos los mismos , los demás se quedan en casa no sienten ninguna necesidad interna de que algo hay que hacer.13 de enero de 2018 a las 15:06 #2212Jordi Sapés de LemaSuperadministradorMagnífico artículo de Amador Fernandez-Sabater, publicado en eldiario.es
El pensamiento crítico reprocha a nuestra sociedad vivir aplastada en un “presente perpetuo”: un presente cerrado sobre sí mismo, sin apenas memoria del pasado ni proyecto de futuro. Nuestro problema, desde esta perspectiva, es que vivimos a corto plazo, en lo inmediato, con el presente como único horizonte posible. Sobre todo la gente más joven. Y lo que nos hace falta es recuperar el “sentido histórico” -porque sólo el pasado esclarece el presente- y la facultad de la esperanza, la apertura a otros futuros posibles.
Pero, ¿estamos seguros de esto? ¿Vivimos realmente instalados en el presente, es ese nuestro problema?
No se diría si consideramos la cantidad de gente que acude hoy a terapia para que le ayuden a recuperar la capacidad de vivir aquí y ahora porque su cabeza no para nunca de viajar entre lo pendiente y lo posible: mails por contestar, entregas que acabar, nuevos proyectos que abrir, etc.
No se diría si consideramos lo extendido que está el llamado síndrome FOMO (fear of missing out), esa sensación recurrente de “estar perdiéndote algo”, de que “la vida de los demás es más interesante que la tuya”, de que “algo va a pasar” y no es ahí donde tú estás; la compulsión bulímica a consumir “experiencias de vida”, a pasar de una a otra sin estar nunca aquí y ahora.
No se diría si consideramos la multiplicación de “cronopatologías”: la percepción de que el tiempo se acelera, de que “no hay suficientes horas” y de vivir permanentemente en una “fuga hacia adelante” que hace imposible la experiencia de un tiempo pleno y completo, el disfrute de una duración (estar con gusto, estar en algo).
No. No vivimos excesivamente instalados en el presente. Es un error del pensamiento crítico contemporáneo, un desfase entre la teoría y la experiencia cotidiana. Nuestro problema más bien es el contrario: la incapacidad generalizada para estar aquí y ahora, la erosión de la atención. No vivimos encerrados en ningún presente perpetuo, sino en un tiempo contraído entre los pendientes y los posibles.
Este me parece que es el corazón y uno de los hilos centrales del último libro del Comité Invisible, titulado significativamente Ahora. Un libro abarrotado, como los anteriores, de poderosas imágenes, reflexiones y sugerencias para captar el presente en clave de transformación social.
Ni la mejor terapia, ni el mejor cursillo de mindfulness pueden modificar las condiciones de vida que nos generan tanto malestar. En el mejor de los casos, nos ayudan a elaborar de un modo más positivo nuestra relación con ellas, minimizando los daños. En el peor, nos enseñan a “vivir bien en un mundo que está mal”, fomentando la anestesia y la desconexión de lo común como vías de salida y curación.
La propuesta del Comité Invisible es muy distinta: entender lo que nos pasa desde una crítica radical de la vida cotidiana y pensar el cambio social como un ejercicio de atención plena a las potencias que laten ya en las situaciones que atravesamos (y nos atraviesan). Revincular la regeneración de nuestras capacidades y la transformacion de nuestras condiciones de vida, la sanación y la revolución.
La uberización del mundo:
¿Qué está pasando? ¿Cómo hemos perdido el presente, quién nos lo ha robado? Según el Comité Invisible, la explicación hay que buscarla en la expansión del dinero como mediación de toda relación social, la mercantilización generalizada.
Pensemos en lo que representa por ejemplo la llamada “economía colaborativa”, Uber o Airbnb. Es la extensión de la racionalidad instrumental en ámbitos y espacios donde aún no había penetrado: a partir de ahora un cuarto vacío en casa o un asiento libre en el coche serán vistos como “ocasiones de negocio” aprovechadas o perdidas. Se puede calcular sobre cualquier trozo de la realidad… y la precariedad azuza.
Existencialmente, el trabajo ha perdido centralidad en nuestras sociedades porque ya no lo hay, es precario e intermitente, no estructura sólidamente la vida. Pero a la vez todo se ha vuelto trabajo: una fiesta es la ocasión de “hacer contactos”, estar en las redes sociales es un modo de “ganar visibilidad”, las relaciones sociales son consideradas un “recurso” (hay que distinguir primero entre “relaciones que aportan” y “relaciones tóxicas”), etc.
Nuestras destrezas, capacidades y saberes son “capital humano” que debemos cuidar y gestionar. Somos a la vez el producto, el productor y el vendedor del producto. Cada cual su propia empresa, guiada por el esfuerzo constante de autovalorización.
El Comité Invisible cita la novela de Bernard Mourad Los activos corporales, que recrea la ficción de un capitalismo extremo en el que las personas pueden salir a bolsa como “sociedades unipersonales” en el marco de la “Nueva Economía Individual”. Pero no se trata de ninguna ficción, sino de la exageración de la realidad que ya vivimos. Especulamos constantemente sobre nuestro valor: hay que hacerse creíble, merecer crédito, que nos acrediten; aumentar nuestra apreciación, atractivo y reputación. Por cierto, Mourad fue consejero especial de Emmanuel Macron en las últimas elecciones francesas.
El capital se hace mundo y produce su humanidad. Y quienes llevan esta tendencia al extremo son curiosamente nuestros héroes (y heroínas): los futbolistas, los actores, los youtubers, los autores de éxito, etc. Compadezcámoslos, nos dice el Comité Invisible, porque viven peor que nadie: en un tour de auto-promoción permanente, encadenados a un capital-reputación que gestionar sin tregua, obligados a gustar a un público cada vez más abstracto. Son dinero viviente.
En definitiva, la humanidad se vuelve “optimizadora”. El cálculo pérdida-ganancia, la búsqueda de rentabilidad y la evaluación utilitaria de todo (nuestro cuerpo, nuestros saberes, etc.) se aplican en cualquier momento y lugar. Incluso los pocos gestos gratuitos que nos permitimos -un regalo, un don, un favor- se valoran en vistas a un beneficio futuro. Hacemos fracking en el subsuelo de la tierra y en el subsuelo de nosotros mismos.
Pero, ¿cómo se relaciona todo esto con la cuestión del tiempo, del presente, del aquí y ahora?
Es muy sencillo: ya nada es lo que es, sino lo que podría ser, lo que podríamos ganar con ello. Siempre puede haber algo más, algo mejor. Mejor que la persona que tengo al lado, mejor que el lugar en el que me hallo, mejor que lo que estoy haciendo. Vivir aquí y ahora implica una renuncia insoportable a lo que podría ser, es de losers.
El dinero todo lo difiere, dice el Comité Invisible. Vivimos escindidos: estamos aquí, pero también allí, al acecho “de algo más”. Nada alegra o basta por sí mismo, nada es completo y redondo en sí mismo. La vida está en otra parte. Lo existente se nos aparece en forma de opciones, equivalentes e intercambiables, y siempre puede haber una mejor. La libre elección es hoy nuestra jaula. La imposibilidad para estar-ahí y la incapacidad para estar-con son sus consecuencias.
El tejido de las situaciones:
¿Contra qué atenta esta expansión “totalitaria” del mercado? ¿Qué perdemos de vista cuando optimizamos? ¿Con qué dejamos de tener relación?
No es el “yo” o el “verdadero yo”, como nos dicen tantas filosofías terapéuticas o New Age, sino el mundo y la vida entendidos como una multiplicidad infinita y concreta de situaciones que nos atraviesan y constituyen.Como explica Juan Gutiérrez, somos seres abiertos y engarzados a otros seres. Vivimos vinculados con los otros, pero también con las cosas, los lugares, las máquinas y los demás seres vivos. La memoria nos engarza con los muertos y los no-nacidos heredan las consecuencias de nuestros actos. Somos engarces, siempre singulares, de un tejido del que también somos tejedores.
Por tanto, el territorio de resistencia no es el Yo, sino los entramados materiales y simbólicos en los que estamos inscritos, que somos. Lugares vivos por los que sentimos apego, situaciones de vida que nos conciernen, vínculos que nos hacen y deshacen. Todo lo que nos afecta, nos concierne, nos apasiona, nos sostiene o nos ata a la vida. Ese tejido es nuestro aquí y ahora. El primer gesto de revuelta es percibirnos inmersos en esa trama, en esa gigantesca malla.
Según el Comité Invisible, la actual “fragmentación del mundo” es una ocasión para percibirnos mejor en ese plano de realidad. ¿En qué sentido?
Por todas partes estallan las formas de lo Uno: las formas trascendentes, centralizadoras y homogéneas de organizar la vida en común. La Ley y el Derecho, ideadas para una ciudadanía indistinta y abstracta, se pulverizan en mil decretos, normas y legislaciones de excepción con vistas a cuestiones o sujetos específicos; el Estado-nación se ve hoy superado por arriba (debe doblegarse a poderes globales) y cuarteado por pulsiones independentistas, secesionistas o autonomistas por abajo; las identidades fuertes (la Humanidad, el Trabajador) ya no funcionan como polos de identificación; y la biografía, como narrativa unitaria y coherente del Yo, se desmigaja en una sucesión de “estados”, como nuestros perfiles de Facebook.
Podemos sin duda lamentar este desmantelamiento. Deplorar la disolución de las viejas formas de pertenencia e identidad. Criticar, desde el resentimiento hacia el presente, el “caos” que emerge y prolifera por todos sitios. Hay buenas razones: la fragmentación es también choque y guerra civil entre distintas formas de vida, multiplicación de burbujas autorreferenciales, aislamiento y babelización.
Pero también es posible, como sugiere el Comité Invisible, abrazar la fragmentación. En el fondo, las formas de lo Uno recubrieron siempre con abstracciones los vínculos situados que somos: territorios, apegos, comunidades, hermandades y sororidades. La fragmentación los pone por el contrario al descubierto, los hace visibles.
En lugar de quejarnos de lo que ya no hay y debería haber (Estado, padre, sindicatos), podemos sumergirnos en el caos del presente, ver también sus potencias, aprender a relacionarnos con él sin distancia, la distancia de un Ideal, de un Modelo de cómo deberían ser las cosas. Partir de lo que hay para generar los vínculos, los lugares, los saberes y las comunidades que nos hagan más fuertes, más libres y más felices.
La política y lo político:
El Comité Invisible nos dice: el tejido de las situaciones de vida es el plano de realidad donde habitan las potencias de transformación del mundo. Es decir, la potencia está ahí donde estamos, no en otra parte.
Pero la concepción clásica de la política nos dirige todo el rato hacia esa “otra parte”. Nos tienta siempre en un mismo sentido: abandonar las situaciones de vida, juzgadas como demasiado “limitadas”, “pequeñas” o “aisladas”, para empezar a jugar en otro dominio “más serio”, “más global”: el poder político, el Estado, las instituciones, etc.«La política” se piensa así como una esfera particular, separada y diferente de la vida cotidiana, donde se decide sobre “lo general”, sobre “lo de todos”. Una esfera que es siempre propia de especialistas y expertos: los políticos o los militantes revolucionarios que aspiran a sustituirlos, tanto da.
Lo importante nunca está aquí y ahora, en este pedazo de realidad concreta que comparto con estos otros también concretos, sino siempre “más arriba”, “más allá”, “más tarde”. En el Estado, en la dimensión europea de las luchas, en la revolución venidera…Este planteamiento reproduce las condiciones de espera en dos sentidos al menos:
En primer lugar, se abandona el plano vital donde habitan las potencias, instrumentalizándolo y vaciándolo para mejor “asaltar los cielos”, pero pronto se descubre que el cielo del poder es un lugar de pura impotencia. Es inútil esperar por ejemplo que Manuela Carmena o Ada Colau vayan a detener por sí solas la gentrificación que vuelve inhabitables nuestras ciudades mientras los demás seguimos con nuestra vida igual. Y es inútil también criticarlas por ello: es la queja del consumidor iluso al que le habían prometido otra cosa. Criticar es otra manera de esperar.
En segundo lugar, se genera una militancia permanentemente insatisfecha, ansiosa y que salta de una cosa a otra sin profundizar en nada. Se crean y se abandonan colectivos, los vínculos se vuelven muy instrumentales, la angustia es permanente. Porque nada vale en sí mismo, todo es medio para un fin (que nunca llega). Y si todo es medio para un fin, nunca hay verdadera presencia, nunca hay verdadero presente, nunca hay verdadera plenitud.
De ese modo, el militante político está aquejado finalmente de los mismos males que el “empresario de sí mismo” neoliberal: agobiado en mil proyectos, corriendo como el hamster en la rueda, siempre proyectando «algo más», desea secretamente que lleguen las vacaciones para “desconectar”. Es muy importante pensar esto a fondo: el mercado y la política son dos figuras del nihilismo, es decir, dos formas de la desvalorización del aquí y ahora en nombre de un “más allá”. Dos figuras de la falta.
El Comité Invisible sugiere distinguir “la política” de “lo político”. “Lo político” no sería una esfera o un dominio propio. No sería un nombre, sino un adjetivo. Es decir, no ocurre “más allá” de las situaciones de vida, sino que es una cierta intensificación o declinación de estas.
Lo que hay aquí y ahora no es “restringido”, “limitado” o “pequeño”, como nos dice la concepción clásica de la política, sino infinito. Sólo desde aquí podemos entender lo que ocurre allí, como sólo tras el atentado de 2004 en Madrid pudimos entender lo que ocurría a diario en Irak. Sólo desde “ahora” podemos relacionarnos de forma viva con el pasado, que también fue un ahora y sólo puede volver a cobrar vida si lo leemos desde las búsquedas del presente.
No se trata de “pasar” de lo pequeño a lo grande. Porque eso que llamamos grande, general o global no es sino un “compuesto” de situaciones particulares, un “efecto de conjunto” de una multitud de interacciones inmediatas y minúsculas. Cada situación contiene en sí mismas todas las potencias: se trata de desplegarlas. Y de producir nuevos compuestos, nuevos entrelazamientos entre ellas.Desmercantilizar:
Recapitulamos: nuestro problema no es vivir excesivamente instalados en el presente, sino en un tiempo contraído entre la lista de los pendientes y la proyección de los posibles.
Esta contracción del presente tiene que ver con la expansión “totalitaria” de las relaciones de mercado a toda la vida social: cualquier espacio, cualquier momento se vuelve una “ocasión de negocio”. Nunca es lo que es, sino lo que podría ser.
Vivir el presente pasa por percibirnos inscritos en situaciones y vinculados con otros, engarces de una inmensa malla donde también tejemos y destejemos. La fragmentación actual del mundo es una oportunidad para percibir con más claridad los aquí y ahora concretos que nos constituyen.
La potencia de transformación late en esas situaciones de vida y no “en otra parte”. Pero la concepción clásica de la política redirige siempre nuestra atención y nuestro deseo hacia un “más allá”: más lejos, más arriba, más tarde.
«Lo político” es un adjetivo y no un nombre. Es una cierta elaboración de las situaciones. ¿Cuál? La fuga de la economía: la desmercantilización radical de la vida y el mundo. La experiencia del comunismo.El Comité Invisible habla mucho de amor en Ahora, lo que seguramente incomodará, sorprenderá o irritará a más de uno. ¿A qué viene mezclar el amor con la política? ¿No es la emancipación una cuestión de voluntad, compromiso militante, estrategia y poder (o contrapoder, que es lo mismo pero al revés)?
La emancipación es caracterizada en este libro como una experiencia de continuidad con los otros y con el mundo. No estamos solos, no empezamos y acabamos en nosotros mismos, nos prolongamos unos a otros y prolongamos el mundo. Lo común es una experiencia de continuidad sensible a través de los vínculos. Pero, ¿qué vínculos?
Si el Comité Invisible habla tanto de amor -también de amistad, pero menos que en A nuestros amigos- es porque se trata de la experiencia más común y masiva de un “vínculo en interioridad”. El amor nos “enseña” que no sólo existen las relaciones instrumentales.
Mientras que la relación instrumental es de “quita y pon” (la quitamos y nos quedamos igual), el vínculo en interioridad nos constituye: duele si hay separación porque perdemos un trozo de nosotros mismos.
Mientras que el vínculo instrumental está animado por el cálculo pérdida-beneficio (o la estrategia medio-fin), el amor “no echa cuentas”: es un vínculo des-interesado, afinitario, apasionado.Mientras que el vínculo instrumental es “libre” como el de un contrato (siempre revocable), el vínculo en interioridad nos compromete, nos implica, nos obliga como un pacto.
Desmercantilizamos la vida y el mundo cuando construimos situaciones de vida a través de los vínculos en interioridad. Vínculos entre los seres, entre los seres y los lugares, entre los seres, los lugares y los objetos, entre los seres, los lugares, los acontecimientos, etc.
En las zonas desmercantilizadas, las cosas pueden resplandecer de nuevo porque son inconmensurables. Pueden permanecer singulares porque no tienen precio.Pueden volverse concretas porque ya no son equivalentes ni intercambiables.Llevan la recompensa en sí mismas. Están aquí y ahora.
Es el comunismo. No un régimen político, sino un mundo. El mundo “más allá de la economía” en el que la riqueza se define por la abundancia de tiempo y de vínculos. El mundo que se puede habitar plenamente y no sólo a medias, el mundo de la presencia. No un horizonte utópico, sino una experiencia. La experiencia de continuidad con los seres y el mundo. Una experiencia presente, una experiencia del presente
13 de enero de 2018 a las 15:30 #2213GeorginaParticipanteUn artículo buenísimo! Gracias por compartirlo
20 de enero de 2018 a las 00:27 #2217RosaParticipanteCreo que el pilar fundamental sobre el que se sostiene el sistema económico social es el intercambio mercantil. Este es una expresión de amor en la existencia. El mecanismo para perpetuarlo a toda costa, más allá de lo necesario, es el consumismo. Cuando el amor se convierte en mecanismo como forma de vida, y éste se hace el amo de la situación está servida la degradación. Consumir se ha convertido en una adicción, en un objetivo único que la sociedad masivamente se impone a sí misma. Es difícil escapar de la invasión de los objetos y de todo tipo de manipulaciones inherentes, como crear falsas necesidades para poder ofertar una mercancía o un servicio. La relación que surge del intercambio mercantil, es el negocio como trato de utilidad, interés y provecho para la satisfacción entre el que demanda y el que ofrece. El daño sucede cuando el que ofrece quiere tener un beneficio exagerado o impropio, manipulando la inducción psicológica, la calidad del producto y su reciclaje. O cuando el que demanda lo hace compulsiva e indiscriminadamente. Nada escapa de este atropello mental y su cosificación, ni siquiera la cultura y menos las relaciones. Todo se realiza a cambio de algo, sea consciente o inconsciente. Miremos de verdad nuestras motivaciones. Veamos dónde está la mentira en nuestra vida. Vigilemos que el consumismo no se adueñe de nosotros y de la educación, en el desenfreno de usar y tirar. No convirtamos la tierra y los mares en un basurero de contaminación y destrucción del ecosistema. Nosotros como especie no estamos aparte sino íntimamente entrelazados.
Amar, aportar claridad, expresar, donar por el gozo de ser. Experimentar profundo interés en manifestar lo más esencial, lo más auténtico, sin esperar recompensa o beneficio.
La única salida es estar identificado con lo Esencial para iluminar la materia, lo cual significa que uno la embellece, la agradece, la construye o la transforma, sin supeditarse o dejarse fascinar por ella.25 de enero de 2018 a las 07:33 #2230CarmenParticipanteMe ha parecido muy interesante este artículo y me ha gustado el paseo que has hecho a lo largo de la historia. Hay muchas frases que me han llamado la atención como por ejemplo que nuestras relaciones y la noción que tenemos de nosotros mismos son consecuencia del sistema en el que vivimos. Y respecto al sistema económico que describes en un posible futuro creo que se necesita un gran cambio en la conciencia de la humanidad para que eso sea posible.
4 de febrero de 2018 a las 21:52 #2252EmiliaParticipanteHe leído varias veces el artículo y me ha impresionado enormemente. Me veo reflejada en muchas situaciones que describe: perder la capacidad de vivir aquí y ahora, tener la sensación recurrente de estar perdiéndome algo, de que la vida de los demás es más interesante que la tuya, de que estoy en el sitio equivocado, que la vida está en otra parte, mejor que donde me encuentro. Siempre puede haber algo mejor….Siempre pensé que mi vida era poco interesante pero al mismo tiempo muchas veces me he encontrado con gente que pensaban lo contrario. Pongo el ejemplo de una vecina a la que admiro, me encantaría llevar su vida: tres maridos, yo ninguno , joven, guapa. Y un día cruzándome con ella en el pasillo me dice: “Emilia , ¡cómo envidio tu vida!”. Me quedé patidifusa, lo que yo no amaba en mi vida es lo que ella admiraba. Vivir para ver.
El estar “en el candelero”, a la vista, en el mercado, atractiva, y no digamos lo que nos exigen a las mujeres: “que si tuviese dinero me haría un retoque, que por qué no te quitas esas manchas, por qué no te pintas de otra forma que pareces mayor……”
Tampoco conocía, lo del Comité Invisible, a quien el articulista alude continuamente y toma parte de su discurso de su último libro .
En definitiva, en lugar de quejarnos nos sugiere partir de lo que tenemos e intentarlo.
27 de febrero de 2021 a las 22:55 #2529GeorginaParticipanteHe empezado un curso en una Escuela Popular de Economía Feminista y se ha compartido este material en el módulo 1, una charla de la doctora en Economía Amaia Pérez Orozco. Me parece una reflexión indispensable para reordenar la economía desde una perspectiva feminista, que pone la VIDA en el centro del desarrollo [video]https://www.youtube.com/watch?v=eTN4W6hzSLQ[/video]y que necesita de una redistribución de los focos de atención de la manera «tradicional» de remunerar, reconocer y crecer económicamente.Os lo comparto.Abrazo,Georgina
28 de febrero de 2021 a las 04:12 #2530Pedro ZuberogoitiaParticipanteGabon a todxs,
buena aportación Georgina, llevo muchos años recomendando los textos y vídeos de Amaia Perez Orozco, tiene una capacidad innata para elaborar y sintetizar ideas que serán muy necesarias el siglo XXI. Además lo de poner la vida en el centro, cuadra mucho con nuestro discurso 😉
Abrazos
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