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  • #1844
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Se sabía que el papa Francisco no es muy amigo de los teólogos y sacerdotes de la liberación, tachados tantas veces de comunistas, pero está dando pasos inequívocos de querer rehabilitarlos o, al menos, de librarles de pasadas execraciones o excomuniones. Se nota que convivió con muchos de ellos en su Argentina natal, cuando era el general de los Jesuitas y vivió la experiencia de que su propia congregación era el gran vivero de esa corriente teológica y pastoral en toda Latinoamérica. Algunos sacerdotes que estaban bajo su mando sufrieron entonces la brutal persecución de la dictadura militar, con secuestros, torturas e incluso muertes.
    Radio Vaticano ha dado noticia, este lunes, de un nuevo episodio de comprensión o, al menos, de misericordia hacia uno de los teólogos castigados. Se trata del sacerdote y ex ministro de Exteriores de Nicaragua Miguel d’Escoto, de 81 años. Suspendido en 1984 ‘a divinis’ sin contemplaciones por Juan Pablo II, Francisco ha ordenado ahora que se le levante el castigo, es decir, podrá volver a tener trabajo pastoral, sobre todo la celebración de la Eucaristía y la confesión de fieles
    D’Escoto pertenece a la Congregación misionera Maryknoll y escribió la primavera pasada una carta al Papa para expresarle su deseo de volver a celebrar la Eucaristía “antes de morir”. El pontífice argentino no ha tardado en contestar. Además de aceptar la revocación de la “suspensión a divinis”, ha pedido al superior general de la congregación que inicie cuanto antes el proceso de reintegración del sacerdote nicaragüense, informa la agencia EFE.
    Miguel D’Escoto Brockmann nació el 5 de febrero de 1933 en Los Ángeles (EEUU). Ordenado sacerdote en Nueva York en 1961, pronto se convirtió en uno de los exponentes de la teología de la liberación. Su colaboración con el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) comenzó en 1975 a través del Comité de Solidaridad en los Estados Unidos. Tras el triunfo de la revolución sandinista, fue llamado por la Junta de Reconstrucción Nacional para ser ministro de Exteriores, con Daniel Ortega en la presidencia de Gobierno. Lo fue durante todo el primer mandato del polémico grupo guerrillero. Tras el regreso al poder del presidente Ortega en enero de 2007, fue nombrado asesor para asuntos limítrofes y de relaciones internacionales, función de la que ya está retirado.
    ¿Habrá más rehabilitaciones de teólogos de la liberación o de sacerdotes metidos en política en contra de los deseos (o las órdenes) del Vaticano? Es muy probable. El paso de este lunes es un precedente poco habitual en una confesión religiosa nada amiga de rectificarse a sí misma, o que lo hace, si no tiene más remedio, dejando pasar antes incluso siglos. Con razón suele decirse que cuando Roma habla sobre un tema, el caso está cerrado para siempre (‘Roma locuta est, causa finita est’)
    Fueron el papa polaco Juan Pablo II y su ‘policía’ de la fe, el cardenal Joseph Ratzinger, ahora emérito Benedicto XVI, quienes emitieron una severa condena de la Teología de la Liberación, echando de sus cargos docentes y del ministerio ordenado a miles de sacerdotes de todo el mundo, algunos también en España. Los casos más sonados, sin embargo, ocurrieron en la Nicaragua de la revolución sandinista, sobre todo cuando el Gobierno de ese país, tras derrocar a una brutal dictadura apoyada por Estados Unidos, entró en guerra no declarada con la gran potencia, con el presidente Ronald Reagan empeñado en desalojarlos del poder.
    Juan Pablo II echó paladas de arena en aquel conflicto, sobre todo durante su viaje a Managua, la capital de Nicaragua, el 14 de marzo de 1983. Pese a ser tachado de anticlerical y comunista, el Gobierno en pleno acudió al aeropuerto a recibir al pontífice romano. Había dos sacerdotes en aquel Ejecutivo: D’Escoto y Ernesto Cardenal, éste como ministro de Cultura. Otro sacerdote, Fernando Cardenal, jesuita y hermano del anterior, dirigía el programa sandinista de alfabetización. Tras un discurso de bienvenida, el presidente Ortega llevó al Papa hacia los miembros del Gobierno. Juan Pablo II quiso saludarlos uno a uno. Cuando llegó delante de Ernesto Cardenal, el monje trapense y ministro se quitó su famosa boina y se arrodilló. Con enérgicos gestos de su mano derecha, el Papa le dijo: “Regulariza tu posición con la Iglesia. Regulariza tu posición con la Iglesia.” La fotografía de aquella reprimenda recorrió el mundo.
    Pero Ernesto Cardenal, poeta de fama universal ya entonces, no hizo caso a aquel gesto de desaprobación papal. Tampoco tomó medidas contra él su congregación. Poco después, su hermano Fernando, el jesuita, aceptó el cargo de ministro de Educación. Tuvo peor suerte. Inmediatamente, la Compañía de Jesús, muy presionada por Juan Pablo II, (incluso con amenazas nada veladas de suspenderla, como había ocurrido en el pasado), le comunicó que no podía seguir en la política como jesuita. “Es posible que me equivoque siendo jesuita y ministro, pero déjenme equivocarme en favor de los pobres, porque la Iglesia se ha equivocado durante muchos siglos en favor de los ricos”, respondió a sus superiores.
    Como señala el profesor Juan José Tamayo, también miembro de la teología de la liberación, también castigado por Roma, “la presencia de obispos, teólogos, sacerdotes y religiosos en la vida política es una constante en América Latina desde los inicios de la conquista hasta nuestros días. Y no sólo ni siempre del lado de los colonizadores, sino con frecuencia del lado de los sectores marginados”. Casos emblemáticos de compromiso político liberador son el obispo Bartolomé de Las Casas y el dominico Antonio Montesinos.
    Pero el compromiso político de teólogos y sacerdotes se intensifica en la década de los sesenta del siglo pasado, incluso con un cristianismo revolucionario que tiene en Camilo Torres un mito tan arraigado, casi, como el del Ché Guevara. Ejemplos de ese activismo, que no siempre acabó bien, hay también en la actualidad. Es el caso de Fernando Lugo (San Pedro del Paraná, 1951), que accedió a la presidencia del Paraguay tras su triunfo electoral en abril de 2008. Era el candidato de la Alianza Patriótica para el Cambio y logró derrotar al Partido Colorado, que llevaba más de sesenta años en el poder. Así resumió resumía su programa de gobierno, nada más ser elegido: «A partir de hoy, mi gran catedral será todo mi país. Hasta ahora estuve en una catedral enseñando, compartiendo, sufriendo, construyendo”.
    Había sido maestro. También fue misionero en una de las zonas más depauperadas de Ecuador y después estudiante de sociología en Roma. El Vaticano lo hizo finalmente obispo de la diócesis de San Pedro. Cuando renunció al episcopado, el Vaticano le suspendió a divinis pese a que inicialmente le había dado permiso para retirarse y dedicarse a la política. La dispensa se la concedió en junio de 2008 Benedicto XVI. Es decir, la Santa Sede le permitía su retorno al estado laical, que le da derecho a recibir los sacramentos como católico, pero con pérdida de su estado clerical. Entonces se comunicó, además, que si Lugo, desalojado ya de la presidencia tras un polémico proceso, volviese a pedir su incorporación a la Iglesia católica como obispo, el caso sería “analizado por la Santa Sede”.
    Otro caso de compromiso político, también muy polémico, lo protagonizó el salesiano haitiano Jean Bertrand d’Aristide, también en sintonía con la teología de la liberación. Sacerdote en una parroquia pobre de Puerto Príncipe, había participado activamente en el derrocamiento de la dictadura de Duvalier y en diciembre de 1990 fue elegido presidente de Haití con el 67% de los votos. Entre sus prioridades colocó la erradicación de la pobreza y la dignificación de los sectores populares con las que estaba comprometido desde su época de sacerdote. Fue derrocado por un golpe militar y posteriormente rehabilitado. Poco a poco cambió de estilo de vida y se distanció de las opciones liberadoras del comienzo.

    #1846
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    En agosto, como las noticias intrascendentes, el Vaticano anuncia el fin de la era Rouco en el catolicismo español, ahora como arzobispo de Madrid. También cierra su liderazgo en la Conferencia Episcopal, donde permanecía en el poderoso comité ejecutivo. La jubilación del cardenal se produce ocho días después de su 78 cumpleaños. Francisco se ha tomado tiempo. Incluso ha sorprendido a Rouco, con motivos, según sus fieles, para irritarse ante una decisión maquinada a sus espaldas. Lo dejó claro cuando hace quince días el embajador del Papa en España, el arzobispo Fratini, lo llamó a la nunciatura para decirle la fecha exacta en que dejaba de ser el pontífice de Madrid.

    A Rouco le ha molestado también el procedimiento, convencido de que su hoja de servicios a la Iglesia romana merecía que hubiese sido el Papa en persona el mensajero del retiro. Para colmo, el plácet que los llamados Acuerdos entre el Estado vaticano y España (uno de 1976 y cuatro de 1979) exigen del Gobierno para este tipo de procesos lo ha gestionado Rajoy, cuya animadversión por Rouco (y de éste por aquel) es un clamor, por agravios de la extremista política informativa en los medios de comunicación promovidos por el cardenal. La revancha del presidente parece infantil pero apuntó donde más ha dolido: el Ejecutivo recibió la concordataria comunicación de la Santa Sede, se tomó con cachaza la decisión de responder y se cuidó, sobre todo, de que nadie filtrase al cardenal ni la noticia de la consulta, ni, por supuesto, el nombre del prelado para el cual se solicitaba el plácet. Ningún mérito, por cierto: el propio Acuerdo, con rango de tratado internacional, es quien exige que “las diligencias correspondientes se mantendrán en secreto por ambas Partes” (último párrafo del artículo 1.2).

    El elegido por Roma, el cántabro Osoro, también supone una afrenta para Rouco. No es que Osoro sea un verso suelto en el episcopado, ni que esté enemistado con el cardenal, como ocurre con el cardenal Cañizares. No, qué va. Pero Rouco, que a tantos sacerdotes ha promovido al episcopado en las últimas décadas, tenía sus propios candidatos para sucederle, sobradamente anunciados: los arzobispos de Sevilla y Toledo, Asenjo y Rodríguez, o su auxiliar en Madrid, Herráez.

    Francisco ni siquiera le ha escuchado. El Papa que tantas cosas parece querer cambiar ha elegido como piloto de su primavera en España a un obispo sin aristas, sencillo, familiar y optimista, nada partidario de predicar apocalipsis, ni de execraciones totalitarias –uno de los pocos pastores que “huelen a oveja”, según la curiosa metáfora del Papa argentino. Enfrente, Rouco y la mayoría episcopal siguen anclados en el no a casi todo, en la condena y en un pesimismo ontológico que les lleva a creer que en la antaño reserva espiritual de Occidente la Iglesia romana vive una situación martirial, acosada por laicistas y perseguida por anticlericales, como antes del golpe nacionalcatólico de 1936. Así lo cree y así lo proclama en público. En consonancia con ese alarmismo arzobispal, un sacerdote de la parroquia de los Jerónimos en Madrid predicó el pasado 18 de julio, aniversario del comienzo de la Guerra Civil, sobre la urgencia de una nueva cruzada salvadora, militar por supuesto. Rouco, su jefe, ni se inmutó ante semejante barbaridad. Como suele decirse, si el prior se va de juerga, qué no hará la comunidad.

    Así que Francisco escoge a Osoro para que vaya sembrando una primavera eclesial que se le resiste en España, con Rouco como principal valladar. Tiene 69 años y es sacerdote desde los 28. Fue, por tanto, una vocación tardía. No es un dato intrascendente el que antes de cursar Teología en la Pontificia de Salamanca pisara el mundanal ruido como estudiante de Magisterio, Pedagogía y Matemáticas. Hoy parecería obsceno encerrar a los futuros curas en sombríos seminarios (para) menores poco después de la primera comunión, a los nueve años, pero era lo habitual en el recio nacionalcatolicismo en que se formaron los obispos actuales, en su mayoría por encima de los 70 años de edad. Quizás por eso (y porque cuando eran jóvenes curas rurales la autoridad les llenaba las iglesias llevándoles a los fieles formados e, incluso, uniformados), llevan años sosteniendo que el catolicismo sufre en España una profunda crisis. Roma les ha tomado la palabra y, pues hay derrumbe del sistema, ha de haber cambios en las jerarquías que lo provocaron.

    Con el nombramiento de Osoro, que más pronto que tarde será hecho cardenal por Francisco, se espantan los obstáculos que impedían el regreso a España del cardenal Antonio Cañizares. Quería la sede de Madrid pero se conformará con la de Valencia. Nombrado prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos por Benedicto XVI en 2008, seguía siendo ministro con Francisco. Nunca se encontró a gusto en la Curia vaticana. Antes, en España, había sido un duro, como Rouco, incluso más deslenguado –tiene dicho que el abuso sexual de menores por clérigos es menos grave que la despenalización del aborto voluntario. Pero vuelve domesticado. Así lo cree Francisco, que se ha tomado también su tiempo antes de sacar de Roma a quien ya fue arzobispo de Toledo y Primado de España.

    #1849
    María
    Participante

    Bueno, me encanta este tema. Gracias Jordi por la información tan detalladisima, estás hecho un vaticanista de primera.Me temo que no me aclaré mucho con el ultimo párrafo cuando cuentas lo del cardenal Antonio Cañizares.
    Una pregunta. ¿Tu crees que el hecho de que el Papa Francisco haya dejado de apoyar a grupos como el opus dei y toda esa peña ha influido en que no se pasase la ley contra el aborto? Quiero decir, ¿ves alguna relación ?

    #1852
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    De nada, pero he reproducido un artículo de El Pais. Debería haberlo dicho. aunque tampoco explica nada que yo no supiera. El cardenal Cañizares es un hombre de la vieja guardia difícil de ubicar: En el Vaticano se lo querían sacar de encima y él quería volver a España para ocupar el puesto de Rouco y le dijeron que no; después pidió Barcelona, nos llevamos un susto, pero le dijeron que tampoco;y al final se ha conformado con Valencia.
    En cuanto a lo que preguntas es muy posible. Es curioso pero hay muchos católicos que tienen a bien carecer de criterio personal; lo cual les permite estar de acuerdo con lo que piensa el Papa que está en activo aunque se de de patadas con lo que decía el anterior. Que tampoco es así porque el que realmente pensaba al revés del actual era Juan Pablo II.
    De todas maneras, el Opus actualmente es de centro, la derecha son los Legionarios de Cristo Rey y los Neocatecumenales.

    #1854
    María
    Participante

    Y que me dices de los cielinos, los de Comunión y Liberación?
    La Lucia Figar , consejera de Educación de Madrid que se está
    cargando la educación pública es de esos.
    Bueno,el otro tema es por lo de la infalibilidad del Papa. Eso viene de serie no?

    #1856
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    No los conozco mucho. Sólo se que eran los que esperaban colocar una Papa suyo en el último cónclave y se vieron defraudados por la elección de Bergoglio.

    #1873
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    El Papa Francisco ha exhortado hoy a los eurodiputados a «trabajar para que Europa redescubra su alma buena», para «favorecer las políticas y de empleo» y, sobre todo, para «volver a darle dignidad al mismo». El Pontífice cree que «ha llegado la hora de construir juntos una Europa que no gire en torno a la economía», pues, ahora, percibe una UE con «estilos de vista un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circundante y, sobre todo, a los más pobres».
    Pero sobre todo, ha denunciado, la muerte de cientos de emigrantes de África en las costas europeas. «No se puede tolerar que el Mediterráneo se convierta en un gran cementerio», ha denunciado.»En las barcazas que llegan cotidianamente a las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda. La ausencia de un apoyo recíproco dentro de la UE corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes, favoreciendo el trabajo esclavo y las continuas tensiones sociales».
    Para impedirlo ha instado a los legisladores a «actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos» y a «adoptar políticas correctas, valientes y concretas» que ayuden a los países de origen «en su desarrollo sociopolítico y a la superación de los conflictos internos»; en lugar de «políticas de interés, que aumentan y alimentan» esos conflictos». Un durísimo mensaje a los estados miembros y sus representantes.

    En un discurso de claro corte social y económico, Francisco, de visita en Estrasburgo 26 años después de que Juan Pablo II hablara desde el mismo lugar y desde el mismo atril, ha apelado a los políticos a trabajar por una Europa más fuerte, más unida y menos individualista. Una Europa que recupere los valores perdidos, pues, según ha afirmado, «los grandes ideales que la inspiraron parecen haber perdido fuerza de atracción en favor de los tecnicismos burocráticos de sus instituciones».
    Francisco ha advertido que «una Unión más amplia y más influyente parece ir acompañada de la imagen de una Europa un poco envejecida y reducida, que tiende a sentirse menos protagonista». Y ha recomendado que se centre menos en la economía y la «opulencia» y más en los derechos humanos, la dignidad y el respeto a la naturaleza.
    El Papa ha dicho que «es hora de favorecer las políticas de empleo» y «de volver a darle dignidad». Que no se puede seguir como hasta ahora cuando las personas «pueden ser desechadas cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o ancianos». Por ello ha reivindicado la dignidad de los trabajadores y la necesidad de devolverles la confianza y el respeto

    Su alocución ha sido contundente y dura con los políticos, o mejor dicho, su pasividad. «No se puede tolerar que millones de personas mueran de hambre mientras toneladas de alimentos se desechan cada día en nuestras mesas», les ha dicho sin rodeos desde el corazón de las instituciones comunitarias.
    El Papa ha lamentado que «existe hoy la tendencia hacia una reivindicación siempre más amplia de los derechos individuales que esconde una concepción de persona humana desligada de todo contexto social y antropológico, como una ‘mónada’ cada vez más insensible a las otras mónadas de su alrededor». Y ha lamentado también que «parece que el concepto de derecho ya no se asocia al de deber, igualmente esencial y complementario».
    Todo ello lleva, según ha afirmado el Pontífice, a que «una de las enfermedades más extendidas hoy en Europa sea la de la soledad», que se ve «particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su destino, como también los jóvenes sin puntos de referencia y oportunidades para el futuro», así como en los numerosos pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los inmigrantes que han venido en busca de un futuro mejor».
    Francisco ha atacado de lleno a la falta de valores que parece presidir la UE. Con una soledad que «se ha agudizado por la crisis económica», cuyos efectos perduran todavía con consecuencias dramáticas desde el punto de vista social.

    #1883
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Se llama Glyzelle Palomar, es filipina y tiene 12 años, fue una niña de la calle y sus lágrimas y preguntas al papa Francisco inspiraron el discurso que el pontífice improvisó durante el encuentro con los jóvenes en la universidad de Santo Tomas de Manila.
    Glyzelle se presentó ante el papa acompañada de Jun Chura, otro exniño de la calle de 14 años, quien leyó un conmovedor testimonio sobre la vida de los pequeños filipinos abandonados y que afrontan abusos, drogas y prostitución.
    Ambos fueron salvados de la calle por la asociación Tulay Kabataan, la ONG que gestionaba la casa de acogida que visitó el papa el pasado jueves por sorpresa. Después tocó el turno a Glyzelle de hacer las preguntas al papa y mientras leía se echó a llorar.
    «Hay muchos niños abandonados por sus propios padres, muchos víctimas de muchas cosas terribles como las drogas o las prostitución. ¿Por qué Dios permite estas cosas, aunque no es culpa de los niños? y ¿Por qué tan poca gente nos viene a ayudar?», preguntó la niña entre lágrimas.
    Los dos niños se acercaron después a dar al pontífice un libro con fotografías y una pulsera de su asociación y entonces Francisco la acarició para consolarla y la niña se fundió con él en un fuerte abrazo.
    El testimonio de los dos niños y las lágrimas de Glyzelle fueron de inspiración al pontífice, que dejó de lado el discurso que tenía preparado y pidió permiso para improvisar en español.
    «Ella hoy ha hecho la única pregunta que no tiene respuesta y no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas», dijo.
    «Cuando nos hagan la pregunta de por qué sufren los niños (…) que nuestra respuesta sea o el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas», les dijo. E instó a los cerca 30.000 fieles que se reunieron en el campus de la universidad a «no tener miedo de llorar».
    Y después dirigiéndose a los chicos y chicas presentes les dijo: «Al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar».
    «Solo ciertas realidades de la vida se ven con los ojos limpiados por las lágrimas», afirmó. El papa finalizó su discurso pidiendo perdón por no haber leído el discurso, pero se justificó: «La realidad que me plantearon fue superior a lo que había preparado».

    #1885
    Jordi Calm
    Participante

    Puede resultar interesante añadir a esta propuesta de Jordi el comentario que hizo en su momento el Papa Francisco equiparando a comunistas y cristianos en su interés de enarbolar la bandera de la pobreza: «Pero si sois cristianos»

    #1887
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Artículo de Gonzalez Faus en La Vanguardia:

    DSI: Tranquilo que no le van a pedir el DNI ni el NIF. Las siglas del título aluden a la Doctrina Social de la Iglesia. Dicen muchos que ha recobrado actualidad con motivo de nuestra crisis. Resumámosla para ver por qué.

    1. Principio general: bien común y subsidiariedad. Toda la DSI se apoya en un axioma básico: el fin de toda actividad política y económica es el llamado «bien común», no bienes particulares. Se define ese bien común como «conjunto de condiciones de la vida social que hace posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil» de su humanidad. Subrayando la legitimidad de defensa cuando esto no se cumple.

    Pero ese bien común debe realizarse complementándolo con el «principio de subsidiariedad», proclamado por Pío XI y mirado como una de las más serias aportaciones de la Iglesia: lo que puedan hacer los de cerca que no lo hagan los de lejos; lo que pueden hacer los de abajo que no lo hagan los de arriba: lo que puede la iniciativa privada que no lo haga el Gobierno. El Estado tiene un papel imprescindible pero siempre supletorio o corrector. Lástima que la Iglesia haya practicado eso tan poco.

    2. Economía sometida a la política, no al revés. Pío XII recordó que ya León XIII declaraba a los políticos «ser obligación suya procurar el bienestar de todo el pueblo, particularmente de los débiles y desheredados». Según Pío XII el Estado casi no tiene otra razón de ser que garantizar la defensa de los pobres: pues (citando otra vez a León XIII) «la raza de los ricos, como se puede amurallar con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la pública autoridad; (pero) el pueblo pobre, como carece de medios propios con que defenderse, tiene que apoyarse mucho en el patrimonio del Estado». Por eso hay que evitar «el error de que la autoridad civil sirva al interés de unos pocos, pues fue establecida para procurar el bien de todos».

    O sea: exacto al revés de lo que pasa…

    3. Trabajo por encima del capital, no al revés. «Las riquezas o el capital se atribuyen demasiado a sí mismos». El capital «no puede ser poseído contra el trabajo porque el único título legítimo para su posesión es que sirva al trabajo, en forma de propiedad privada o pública». Desde esta perspectiva «es inaceptable la postura del capitalismo que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producción como dogma intocable de la vida económica».

    4. No a la búsqueda del máximo beneficio. «Oprimir para provecho propio a los necesitados y desvalidos buscando la ganancia en la pobreza ajena no lo permiten las leyes divinas ni las humanas». Ingenuo Papa, pues las leyes humanas ¡vaya si lo permiten! La economía «es viciosa si el capital abusa de los obreros para que los negocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad de provecho». «El provecho como motor esencial del progreso económico… fue denunciado por Pío XI como imperialismo internacional del dinero». «Un dominio ejercido del modo más tiránico por quienes, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan de las finanzas y señorean sobre el crédito. En consecuencia, una dictadura económica se adueña del mercado libre».

    5. Salario justo. «Si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta sin quererla, una condición más dura porque la impone el patrono, esto es sin duda soportar una violencia contra la cual reclama la justicia» (RN 32). «Que los padres de familia reciban un sueldo suficientemente amplio para atender convenientemente a las necesidades domésticas ordinarias». «El salario es la verificación concreta de la justicia del sistema socioeconómico».

    A ver si se enteran Merkel y Rajoy…

    6. Límites al derecho de propiedad. «Jamás debe perderse de vista el destino universal de los bienes» (GS 69). «Todos los demás derechos, incluido el de propiedad, están subordinados a eso. La propiedad no es un derecho incondicional y absoluto… El bien común exige a veces la expropiación» (PP 22.24). Y consecuencia de estos principios:

    7. Desautorización de nuestro sistema económico. «La economía actual (está) plagada de vicios gravísimos» (Pío XI en 1931). «Ha de tener algún vicio profundo, una radical insuficiencia este sistema» (Pablo VI en 1964). Si eso valía entonces, ¿qué habría que decir hoy? Vicio profundo porque el principio rector de nuestro sistema es que lo más eficaz económicamente es pisotear los derechos humanos. La DSI aparece así de una radicalidad y una actualidad llamativas. Se la podrá aceptar o rechazar, pero al menos hay que denunciar la hipocresía de esos grupos que dicen ampararse en el humanismo cristiano, mientras pisotean las enseñanzas sociales cristianas y además presumen de supuestos éxitos económicos conseguidos de forma tan anticristiana. Puestos a soñar, esos principios serían más factibles si hubiera una seria «coeducación social», no sólo de género. En la escuela pública y como condición indispensable para la concertada.

    #1888
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Artículo de Gonzalez Faus en La Vanguardia

    DSI: Tranquilo que no le van a pedir el DNI ni el NIF. Las siglas del título aluden a la Doctrina Social de la Iglesia. Dicen muchos que ha recobrado actualidad con motivo de nuestra crisis. Resumámosla para ver por qué.

    1. Principio general: bien común y subsidiariedad. Toda la DSI se apoya en un axioma básico: el fin de toda actividad política y económica es el llamado «bien común», no bienes particulares. Se define ese bien común como «conjunto de condiciones de la vida social que hace posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil» de su humanidad (GS 26,1). Subrayando la legitimidad de defensa cuando esto no se cumple (GS 74,1).

    Pero ese bien común debe realizarse complementándolo con el «principio de subsidiariedad», proclamado por Pío XI y mirado como una de las más serias aportaciones de la Iglesia: lo que puedan hacer los de cerca que no lo hagan los de lejos; lo que pueden hacer los de abajo que no lo hagan los de arriba: lo que puede la iniciativa privada que no lo haga el Gobierno (QA 79; MM 53). El Estado tiene un papel imprescindible pero siempre supletorio o corrector. Lástima que la Iglesia haya practicado eso tan poco.

    2. Economía sometida a la política, no al revés. Pío XII recordó que ya León XIII declaraba a los políticos «ser obligación suya procurar el bienestar de todo el pueblo, particularmente de los débiles y desheredados». Según Pío XII el Estado casi no tiene otra razón de ser que garantizar la defensa de los pobres: pues (citando otra vez a León XIII) «la raza de los ricos, como se puede amurallar con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la pública autoridad; (pero) el pueblo pobre, como carece de medios propios con que defenderse, tiene que apoyarse mucho en el patrimonio del Estado» (RN 22.23). Por eso hay que evitar «el error de que la autoridad civil sirva al interés de unos pocos, pues fue establecida para procurar el bien de todos» (PT 51).

    O sea: exacto al revés de lo que pasa…

    3. Trabajo por encima del capital, no al revés. «Las riquezas o el capital se atribuyen demasiado a sí mismos» (QA 54). El capital «no puede ser poseído contra el trabajo porque el único título legítimo para su posesión es que sirva al trabajo, en forma de propiedad privada o pública». Desde esta perspectiva «es inaceptable la postura del capitalismo que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producción como dogma intocable de la vida económica» (LE 12-14).

    4. No a la búsqueda del máximo beneficio. «Oprimir para provecho propio a los necesitados y desvalidos buscando la ganancia en la pobreza ajena no lo permiten las leyes divinas ni las humanas» (RN 14). Ingenuo Papa, pues las leyes humanas ¡vaya si lo permiten! La economía «es viciosa si el capital abusa de los obreros para que los negocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad de provecho» (QA 101). «El provecho como motor esencial del progreso económico… fue denunciado por Pío XI como imperialismo internacional del dinero» (PP 26). «Un dominio ejercido del modo más tiránico por quienes, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan de las finanzas y señorean sobre el crédito. En consecuencia, una dictadura económica se adueña del mercado libre» (QA 104-105).

    5. Salario justo. «Si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta sin quererla, una condición más dura porque la impone el patrono, esto es sin duda soportar una violencia contra la cual reclama la justicia» (RN 32). «Que los padres de familia reciban un sueldo suficientemente amplio para atender convenientemente a las necesidades domésticas ordinarias» (QA 71). «El salario es la verificación concreta de la justicia del sistema socioeconómico» (LE 19b).

    A ver si se enteran Merkel y Rajoy…

    6. Límites al derecho de propiedad. «Jamás debe perderse de vista el destino universal de los bienes» (GS 69). «Todos los demás derechos, incluido el de propiedad, están subordinados a eso. La propiedad no es un derecho incondicional y absoluto… El bien común exige a veces la expropiación» (PP 22.24). Y consecuencia de estos principios:

    7. Desautorización de nuestro sistema económico. «La economía actual (está) plagada de vicios gravísimos» (Pío XI en 1931). «Ha de tener algún vicio profundo, una radical insuficiencia este sistema» (Pablo VI en 1964). Si eso valía entonces, ¿qué habría que decir hoy? Vicio profundo porque el principio rector de nuestro sistema es que lo más eficaz económicamente es pisotear los derechos humanos. La DSI aparece así de una radicalidad y una actualidad llamativas. Se la podrá aceptar o rechazar, pero al menos hay que denunciar la hipocresía de esos grupos que dicen ampararse en el humanismo cristiano, mientras pisotean las enseñanzas sociales cristianas y además presumen de supuestos éxitos económicos conseguidos de forma tan anticristiana. Puestos a soñar, esos principios serían más factibles si hubiera una seria «coeducación social», no sólo de género. En la escuela pública y como condición indispensable para la concertada.

    #1889
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Artículo de González Faus en La Vanguardia

    DSI

    Tranquilo que no le van a pedir el DNI ni el NIF. Las siglas del título aluden a la Doctrina Social de la Iglesia. Dicen muchos que ha recobrado actualidad con motivo de nuestra crisis. Resumámosla para ver por qué.

    1. Principio general: bien común y subsidiariedad. Toda la DSI se apoya en un axioma básico: el fin de toda actividad política y económica es el llamado «bien común», no bienes particulares. Se define ese bien común como «conjunto de condiciones de la vida social que hace posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil» de su humanidad (GS 26,1). Subrayando la legitimidad de defensa cuando esto no se cumple (GS 74,1).

    Pero ese bien común debe realizarse complementándolo con el «principio de subsidiariedad», proclamado por Pío XI y mirado como una de las más serias aportaciones de la Iglesia: lo que puedan hacer los de cerca que no lo hagan los de lejos; lo que pueden hacer los de abajo que no lo hagan los de arriba: lo que puede la iniciativa privada que no lo haga el Gobierno (QA 79; MM 53). El Estado tiene un papel imprescindible pero siempre supletorio o corrector. Lástima que la Iglesia haya practicado eso tan poco.

    2. Economía sometida a la política, no al revés. Pío XII recordó que ya León XIII declaraba a los políticos «ser obligación suya procurar el bienestar de todo el pueblo, particularmente de los débiles y desheredados». Según Pío XII el Estado casi no tiene otra razón de ser que garantizar la defensa de los pobres: pues (citando otra vez a León XIII) «la raza de los ricos, como se puede amurallar con sus propios recursos, necesita menos del amparo de la pública autoridad; (pero) el pueblo pobre, como carece de medios propios con que defenderse, tiene que apoyarse mucho en el patrimonio del Estado» (RN 22.23). Por eso hay que evitar «el error de que la autoridad civil sirva al interés de unos pocos, pues fue establecida para procurar el bien de todos» (PT 51).

    O sea: exacto al revés de lo que pasa…

    3. Trabajo por encima del capital, no al revés. «Las riquezas o el capital se atribuyen demasiado a sí mismos» (QA 54). El capital «no puede ser poseído contra el trabajo porque el único título legítimo para su posesión es que sirva al trabajo, en forma de propiedad privada o pública». Desde esta perspectiva «es inaceptable la postura del capitalismo que defiende el derecho exclusivo a la propiedad privada de los medios de producción como dogma intocable de la vida económica» (LE 12-14).

    4. No a la búsqueda del máximo beneficio. «Oprimir para provecho propio a los necesitados y desvalidos buscando la ganancia en la pobreza ajena no lo permiten las leyes divinas ni las humanas» (RN 14). Ingenuo Papa, pues las leyes humanas ¡vaya si lo permiten! La economía «es viciosa si el capital abusa de los obreros para que los negocios e incluso toda la economía se plieguen a su exclusiva voluntad de provecho» (QA 101). «El provecho como motor esencial del progreso económico… fue denunciado por Pío XI como imperialismo internacional del dinero» (PP 26). «Un dominio ejercido del modo más tiránico por quienes, teniendo en sus manos el dinero y dominando sobre él, se apoderan de las finanzas y señorean sobre el crédito. En consecuencia, una dictadura económica se adueña del mercado libre» (QA 104-105).

    5. Salario justo. «Si el obrero, obligado por la necesidad o acosado por el miedo de un mal mayor, acepta sin quererla, una condición más dura porque la impone el patrono, esto es sin duda soportar una violencia contra la cual reclama la justicia» (RN 32). «Que los padres de familia reciban un sueldo suficientemente amplio para atender convenientemente a las necesidades domésticas ordinarias» (QA 71). «El salario es la verificación concreta de la justicia del sistema socioeconómico» (LE 19b).

    A ver si se enteran Merkel y Rajoy…

    6. Límites al derecho de propiedad. «Jamás debe perderse de vista el destino universal de los bienes» (GS 69). «Todos los demás derechos, incluido el de propiedad, están subordinados a eso. La propiedad no es un derecho incondicional y absoluto… El bien común exige a veces la expropiación» (PP 22.24). Y consecuencia de estos principios:

    7. Desautorización de nuestro sistema económico. «La economía actual (está) plagada de vicios gravísimos» (Pío XI en 1931). «Ha de tener algún vicio profundo, una radical insuficiencia este sistema» (Pablo VI en 1964). Si eso valía entonces, ¿qué habría que decir hoy? Vicio profundo porque el principio rector de nuestro sistema es que lo más eficaz económicamente es pisotear los derechos humanos. La DSI aparece así de una radicalidad y una actualidad llamativas. Se la podrá aceptar o rechazar, pero al menos hay que denunciar la hipocresía de esos grupos que dicen ampararse en el humanismo cristiano, mientras pisotean las enseñanzas sociales cristianas y además presumen de supuestos éxitos económicos conseguidos de forma tan anticristiana. Puestos a soñar, esos principios serían más factibles si hubiera una seria «coeducación social», no sólo de género. En la escuela pública y como condición indispensable para la concertada.

    #1899
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    En un vigoroso ataque a la hipocresía, el Papa Francisco advirtió que no se pueden utilizar ni la asistencia a misa, ni la comunión, ni las limosnas a la Iglesia como excusas para no pagar salarios justos. Señaló también que el mejor ayuno de Cuaresma es pagar los salarios enteros- no «en negro», escamoteando la pensión y la cobertura sanitaria-, y ayudar a los necesitados.
    Durante la misa de la mañana, Francisco preguntó hipotéticamente: «¿Cómo es la relación con tus empleados? ¿Les pagas en negro? ¿Les pagas el salario justo? ¿Pagas tu cuota para sus pensiones y su seguro sanitario?».
    Si no se hace, la limosna no justifica pues, «tú no puedes hacer donativos a la Iglesia a costa de la injusticia con tus empleados. Es un pecado gravísimo: usar a Dios para cubrir la injusticia».
    La sinceridad es parte del espíritu de la Cuaresma -los cuarenta días preparatorios de la Semana Santa-, iniciados este miércoles de Ceniza, en los que se ofrece el sacrificio de abstenerse de comer carne los viernes.
    En el tono coloquial de las homilías en casa Santa Marta, el Papa subrayó la importancia de la sinceridad del corazón presentando como hipócrita a quien diga: «Hoy es viernes, no se puede comer carne… Me haré un hermoso plato de marisco, un pequeño banquete… y así evito la carne».
    En la misma hipocresía caen los que valoran los tres primeros mandamientos, referidos a Dios y descuidan los otros siete referidos al prójimo.
    Francisco dejó claro que «no es buen cristiano quien no hace justicia a las personas que dependen de uno, quien no se desprende de algo para dárselo a quien sufre necesidad».
    E insistió en que el camino de la Cuaresma «es doble: es Dios y el prójimo. Es real, no es formal. No consiste en abstenerse de carne el viernes y hacer alguna cosilla buena, al tiempo que se deja crecer el egoísmo, la explotación del prójimo, el ignorar a los pobres».

    #1900
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Artículo publicado en blog.periodista digital.com

    l Monacato. Una Revolución actual y permanente
    30.12.11 | 08:46.

    Como explica José Mª. Castillo en su libro “El Futuro de la Vida Religiosa”, el primitivo monacato, nacido en Egipto y otros lugares del Cercano Oriente hacia finales del siglo III, al salir de las ciudades y marchar al desierto, no hace otra cosa que practicar el modo de protesta que los rebeldes, disidentes y marginados sociales de la época solían emplear para expresar su rebeldía con el sistema social dominante.

    Por ello, los monjes serán vistos con mucha desconfianza por la Iglesia institucional del Imperio hasta que San Atanasio de Alejandría no salga en defensa del monacato (buscando seguramente recuperar su fuerza y autenticidad para evitar la burocratización de la Iglesia institucional), escribiendo una biografía elogiosa de San Antonio, considerado el primer monje ermitaño, la llamada Vita Antonii.

    El monacato no intentaba otra cosa que vivir el cristianismo de forma integral, recuperando su carácter profético y “revolucionario”, es decir, su carácter alternativo al sistema dominante o “mundo”, entendido como un modelo social dominante basado en el dinero, el poder o el prestigio y contrario al Evangelio. El cristianismo primitivo se concebía a sí mismo realizando en la práctica, aquí y ahora, de un modo histórico y universal, si bien no todavía perfecto, la promesa central de la Biblia: salir, apoyados en Dios, del sistema basado en el egoísmo (éxodo) hacia la Tierra Prometida (el Reino).

    Los primeros cristianos ven en Jesús al Cristo liberador, el que nos capacita gratuitamente para vivir de un modo nuevo, humano, fraterno y libre, y, por eso, serán seguidores de “este Jesucristo”. No es pues un movimiento político en el sentido de un movimiento que busque el poder, sin cambiar el modo de ejercerlo, pero tiene una fuerte carga política en la medida que pone en cuestión las bases del sistema social dominante y desea sustituirlas por otras, el Amor o fraternidad más allá del ego; intenta así ordenar la vida, no basándose en la justicia entendida como retribución (dar a cada uno lo que se merece), sino entender la justicia como un colocarse del lado de los más pobres y débiles, sabiendo que en último término todo nos es dado por la Realidad o Dios, más allá del ego; tomar conciencia de que todos somos pobres y necesitados. Descubrir que abrirse a la transcendencia es abrirse a los pobres. Esto supone establecer unas nuevas relaciones entre los hombres que no se basen en la dominación de unos sobre otros.

    Como explica el teólogo Antonio González en su libro “Reinado de Dios e Imperio”, esto es lo que está detrás de la famosa frase del Evangelio: “Devolved a Cesar lo que es de Cesar y lo que pertenece a Dios, a Dios”. No se trataría de que Jesús diga que hay que separar la religión y la política (otra cosa es separar iglesia y Estado), sino que pide separarse del sistema dominante representado por Cesar (de ahí que diga “devolver” y no “dar”, como algunos traducen) y devolver a Dios lo que le pertenece, el Pueblo, dominado por los dirigentes religiosos. Llama a una revolución espiritual y social hecha desde el Amor.

    Lo que plantea el monacato es ser fiel a este mandato, señalando la necesidad de que la revolución sea permanente y actual; es decir, no se trataba (ni se trata) de tener el poder social, sino de vivir aquí y ahora, y primero en uno mismo, lo mejor posible, los valores del Reino (fraternidad, igualdad, libertad podrían expresarlos bien).

    El monacato era consciente de que la revolución cristiana, que se había hecho desde las bases y la persecución, estaba siendo institucionalizada y burocratizada, en aquel sigo III, perdiendo su carácter transformador del sistema. Denunciaban los monjes esta burocracia que ya no era “revolucionaria” o cristiana en plenitud.

    A lo largo del tiempo el monacato intentará contribuir a que esa revolución se plasme en la sociedad, colaborando con los movimientos de reforma y actuando según los medios y las circunstancias de cada momento. Para el monacato benedictino esta idea de un orden armónico personal y social es lo que está detrás del lema de la orden: Pax, paz. Alcanzar la Paz es la forma de describir ese nuevo estilo de vida, tanto personal como social, basada en la armonía, la fraternidad, la justicia, la resolución no violenta de las tensiones sociales… Los monjes benedictinos contribuyeron, a su manera, en los diversos movimientos que en Occidente se vivieron para mejorar la justicia y la ordenación de la sociedad, por ejemplo, apoyando el movimiento de reforma de Carlomagno en el siglo IX, o la renovación social del siglo XI y XII, en la que los cistercienses tomaron un papel muy activo. Por supuesto, todos estos modelos eran muy primitivos e imperfectos, no pueden servirnos de modelo hoy, pero sí nos indican la importancia de que los ideales de cambio y renovación social deben continuar hoy (hay mucho que mejorar), apoyados también por ,y en, los monjes.

    El monacato podría tener pues un mensaje permanente para todo movimiento que busca el cambio social de verdad, la revolución espiritual y social. Paso a señalar algunos de estos posibles mensajes monásticos:

    1) La Revolución no debe caer en el oportunismo, es decir, en esperar el cambio en el futuro para justificar el acceder ahora al poder sin transformarlo, renunciando a la transformación actual de las cosas para hacerlo en un futuro que nunca llega. Para evitar esto debemos “salir del sistema”, devolver al Cesar lo suyo, que no quiere decir necesariamente no participar en la vida social, sino no asumir la lógica del sistema y actuar desde otra lógica: la de la Revolución. Esto es: vivir en el mundo sin ser del mundo. Por eso, el monacato genera ya aquí y ahora comunidades, que intentan plasmar, de un modo siempre imperfecto, el proyecto del Reino.

    2) La Revolución no debe caer en el sectarismo. Buscar el cambio sólo para un grupo de “puros y elegidos”, que viven de acuerdo en todo a un modelo considerado el ideal, excluyendo al resto. Se debe buscar el cambio para todos, el bien para tod@s; esto supone, reconocer la verdad en otras visiones diferentes a la propia, considerada como ideal, y reconocer las limitaciones y errores propios. Intentar que nuestra visión sea lo menos excluyente y lo más abarcadora posible, sabiendo que siempre será limitada y sujeta a error. El mismo marxismo, el pensamiento revolucionario actual más rico y fecundo (cuando no ha caído en el dogmatismo estalinista o maoísta), señala la necesidad de que el pensamiento revolucionario sea un “pensamiento dialéctico” que llegue a la síntesis de las diversas visiones opuestas, entendidas como tesis y antítesis que deben superarse.

    3) La Revolución no debe caer en el reduccionismo; es decir, en excluir dimensiones de la realidad que nos constituyen. No basta tener en cuenta, ni sólo la realidad material e histórica, ni sólo la espiritual; hay que tener en cuenta todas las dimensiones de la realidad. Esto también es señalado por el marxismo, si bien en sus formas más degeneradas se ha olvidado; como recordaba Engels, no se trata de creer que la única dimensión es la material, sino de ser consciente que todas las dimensiones están mediatizadas por esta dimensión, si bien todas se influyen unas a otras. La revolución no puede ser sólo social, económica o política, debe ser personal, cultural y espiritual. Y esto es fundamental para no crear monstruosidades totalitarias. Es importante aquí señalar que la revolución no se puede hacer desde el ego (el subjetivismo) sino apoyados en la Realidad, más allá del ego, entendiendo ésta como la entendamos: Historia, Misterio, Dios… Para los cristianos sin apoyarse en lo que está más allá de mi ego, la Gracia, Dios… no será posible un cambio verdadero.

    Esto supone, reconocer en el ser humano una realidad más allá del individuo o el ego, la persona, que se caracteriza por su libertad y que es inviolable; es decir, nunca puede ser sacrificada a la colectividad, si bien, sólo puede realizarse en la relación con los demás; la persona es una realidad comunitaria y relacional y no un ego individual, como cree implícitamente el capitalismo liberal. De ahí la necesidad de sociedades que permitan que las personas se realicen en plenitud y no sean puestas por debajo de intereses económicos, burocráticos o tecnológicos.

    Otro elemento importante para no caer en el reduccionismo es no cortar ni despreciar las tradiciones de la humanidad. Ellas transmiten la experiencia humana y son guía para humanizarnos. Ahora bien, las tradiciones tienden a anquilosarse y a quedarse fijadas en elementos no esenciales. La revolución no rechaza la tradición humana, sino que intenta depurarla de sus elementos espurios y decadentes, para poder vivir los elementos esenciales de esa experiencia que las tradiciones nos transmiten.

    4) La Revolución ha de ser permanente. Es el aspecto escatológico del cristianismo, es decir, nunca se realiza en plenitud la “sociedad ideal”, el Reino, si bien eso no debe ser motivo para no ir caminando en la historia hacia esa Utopía. El Reino se va realizando ya aquí y ahora cuando se viven sus valores, si bien, su plenitud es para más allá de la historia actual. Esto supone relativizar todos los sistemas políticos, por muy humanizadores que sean, y ser siempre críticos y creativos para mejorarlos, a la vez, que capaces de reconocer los logros de la humanidad y de los diversos sistemas sociales que ha creado.

    Evidentemente hoy el monacato ya no tiene de forma tan visible esta dimensión “revolucionaria”; como suele ocurrir con los movimientos de cambio y alternativos, que consiguen tener éxito, terminan perdiendo energía transformadora a medida que se van burocratizando. Es, por ello, que cada cierto tiempo se necesita volver a recuperar sus ideales primitivos y reactualizarlos en cada época de acuerdo a las circunstancias del momento.

    Cristianía, en cierta forma, querría ser una experiencia que ayudara a recuperar esta dimensión monástica fundamental: la dimensión “revolucionaria”, en el “buen sentido” de la palabra (cambiar, de verdad, de forma integral, para humanizarnos más).

    #1928
    Jordi Sapés de Lema
    Superadministrador

    Reseña de El Pais:

    Las palabras del papa Francisco no pudieron ser más rotundas: “Pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”. Durante un encuentro con movimientos populares de todo el mundo en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), Jorge Mario Bergoglio pidió “tierra, techo y trabajo” para todos: “Son derechos sagrados. Hay que luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en Latinoamérica y en toda la Tierra”.

    Durante casi una hora, el Papa escuchó con atención los testimonios de los grupos de excluidos (indígenas, cartoneros, trabajadores precarios del mundo rural y de las periferias de las ciudades) de todo el mundo. También un encendido alegato del presidente de Bolivia, Evo Morales, contra los colonialismos pasados –“en 1492 sufrimos una invasión europea y española”— y los contemporáneos. Pero, en un foro dedicado a clamar contra las injusticias, quien se mostró más beligerante fue el papa de Roma: “Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos, cuando la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo, destruye la fraternidad interhumana, enfrenta pueblo contra pueblo y, como vemos, incluso pone en riesgo esta nuestra casa común”.

    “Pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”

    “Este sistema ya no se aguanta”, dijo Bergoglio en un discurso de seis folios que transitó por pasajes ya conocidos –la globalización de la indiferencia, la condena de la cultura de la descarte…–, pero exploró otros que llamaron a la rebelión de los más humildes: “Necesitamos un cambio positivo, un cambio que nos haga bien, un cambio redentor. Necesitamos un cambio real. Este sistema ya no se aguanta. Y los más humildes, los explotados, pueden hacer mucho. El futuro de la humanidad está en sus manos».

    En un pasaje que puso la emoción a flor de piel, Bergoglio quiso hacer protagonistas de la salvación del mundo a los más humildes: “¿Qué puedo hacer yo, cartonero, catadora, pepenador, recicladora, frente a tantos problemas si apenas gano para comer? ¿Qué puedo hacer yo artesano, vendedor ambulante, transportista, trabajador excluido si ni siquiera tengo derechos laborales? ¿Qué puedo hacer yo, campesina, indígena, pescador que apenas puedo resistir el avasallamiento de las grandes corporaciones? ¿Qué puedo hacer yo desde mi villa, mi chabola, mi población, mi rancherío cuando soy diariamente discriminado y marginado? ¿Qué puede hacer ese estudiante, ese joven, ese militante, ese misionero que patea las barriadas y los parajes con el corazón lleno de sueños pero casi sin ninguna solución para mis problemas?”.

    A continuación, el Papa, entre aplausos, contestó su propia pregunta: “¡Mucho! Pueden hacer mucho. Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres T» (trabajo, techo, tierra). ¡No se achiquen!”

    «Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas. ¡No se achiquen!”

    El Papa clamó contra “la imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y de los pobres” y contra “el colonialismo, nuevo y viejo, que reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato, engendra violencia, miseria, migraciones forzadas”. Fue casi al final cuando Francisco, que había convertido en su discurso a los más pobres en “poetas sociales”, admitió: “Alguno podrá decir, con derecho, que «cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia».

    Y añadió: “Al igual que san Juan Pablo II pido que la Iglesia «se postre ante Dios e implore perdón por los pecados pasados y presentes de sus hijos». Y quiero decirles, quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.

    No es la primera vez que un papa pide perdón a los indígenas, pero no desde luego con esta contundencia. El 13 de octubre de 1992, Juan Pablo II pidió en Santo Domingo a los indígenas que perdonasen las injusticias cometidas contra sus antepasados y, días después en Roma, insistió en su «acto de expiación por todo lo que estuvo marcado por el pecado, la injusticia y la violencia» durante la evangelización de América. Quince años después, el 23 de mayo de 2007, Benedicto XVI afirmó que “el recuerdo de un pasado glorioso” no puede ignorar “las sombras” que acompañaron la evangelización de Latinoamérica. “No es posible olvidar el sufrimiento y las injusticias infligidos por los colonizadores a las poblaciones indígenas, cuyos derechos humanos fundamentales eran con frecuencia pisoteados”, dijo Joseph Ratzinger.

    La diferencia en el fondo y en las formas es evidente, aunque también Francisco, como antes Juan Pablo II y Benedicto XVI, añadió que “para ser justos” tenía que reconocer a los sacerdotes que “se opusieron a la lógica de la espada con la lógica de la cruz”. Para finalizar uno de sus discursos más largos pero también más hermosos y combativos, Bergoglio exclamó: “Digamos juntos desde el corazón: ninguna familia sin vivienda, ningún campesino sin tierra, ningún trabajador sin derechos, ningún pueblo sin soberanía, ninguna persona sin dignidad, ningún niño sin infancia, ningún joven sin posibilidades, ningún anciano sin una venerable vejez. Sigan con su lucha y, por favor, cuiden mucho a la Madre Tierra”.

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