Del aroma a la flor

La apertura a la presencia divina.

…Lo de abajo está siempre sujeto a lo de arriba. Lo de arriba es la causa de donde procede todo lo que funciona. Su profunda naturaleza de amor tiende a provocar, a despertar, a inducir amor en todo. Su profunda y altísima energía tiende a dinamizarlo todo, casi sin que la persona se dé cuenta de que allí funciona una energía. Su profunda verdad tiende a aclarar las cosas. Pero no soy yo que aclaro, no soy yo que hago nada. En tanto que yo personalmente quiero hacer algo, aunque sea simplemente el atribuirme esa cualidad, ¿qué ocurre? Estoy cortando el paso, estoy cortando esta apertura. La presencia de lo superior, la presencia divina ha de ser una experiencia, ha de ser la experiencia del comienzo de nuestro nacimiento espiritual.

     Cuando la enseñanza tradicional nos habla de la fe, se refiere realmente a esta conjunción de la intuición y la aspiración. Ocurre tan sólo que la fe, tal como nos ha sido enseñada, ha pasado a tener otras significaciones, otras connotaciones. Pero realmente la fe operativa es ésta, la que es producto de la intuición y de la aspiración vividas al mismo tiempo, simultáneamente.

 

     Esto es algo que puede vivir todo el mundo, todas las personas, algo que está al alcance de todos. No se necesita ser muy perfecto para esto. Es absurdo hablar de perfección a nivel personal. Tampoco se necesita ser muy inteligente para esto, porque nada tiene que ver con la inteligencia. En definitiva, no se necesita ser nada especial; solamente sentir esa demanda, vivir esa intuición de lo superior y tratar de estar con ambas cosas juntas, todo yo en silencio, y nada más. Y esto puede hacerlo absolutamente todo el mundo que sienta esta demanda y que tenga esa intuición de la realidad de la vida.

 

     Preguntas:

     R–Esa experiencia dura, al principio, generalmente muy breves instantes, pero se siente como algo particular, queda como algo único, a veces muy tenue. Esto es el comienzo de la entrada a ese nivel, el primer contacto consciente con lo espiritual, y esto es lo que hay que aprender a cultivar, es decir, a ponernos en condiciones propicias para ello. Nosotros no producimos la experiencia espiritual. La experiencia espiritual se produce instantáneamente cuando nosotros quitamos los obstáculos que lo impiden, cuando propiciamos nuestros mecanismos para ser un receptáculo de ella. Por este motivo, alguien definía la oración no como una expresión, sino como un saber escuchar: «La oración es antes que nada, decía, saber escuchar». Primero ha de haber esa polarización, ese ir todo yo, subir de puntillas a lo más alto de mi aspiración y de mi intuición, y quedarme así en simplicidad, en silencio, todo yo atento y receptivo. De ahí se sigue automáticamente la experiencia. Y si la experiencia no se presenta es simplemente debido a que no se acaba de conseguir esa tranquilidad, este silencio, esta calma, silencio y calma que, por otra parte, tampoco han de ser profundísimos y especialísimos. Esta es una experiencia en realidad muy próxima a todos nosotros.

     Cuando se empieza a vivir esto se puede empezar a hablar de vida espiritual –algunos lo viven en cierto modo, pero todavía no se dan cuenta–. Entonces lo espiritual empieza a ser lo que ha de ser una experiencia, y el crecimiento espiritual es crecer en experiencia, es penetrar más y más en esta auténtica vida espiritual. La vida espiritual no consiste en unas formas determinadas, en unas creencias, en unos ritos, en unas prácticas, deberes u obligaciones. Todo esto tiene muy poco que ver con la vida espiritual en sí; todo esto puede, en cierto modo, predisponer, ayudar, pero no es la vida espiritual. La vida espiritual consiste en que el espíritu se exprese experimentalmente en mí. Así, pues, vida espiritual es igual a  experiencia espiritual…

 

     …R. –Lo que nos da el ser superior es solamente testimonio de lo que es. Es como la sombra, como el perfume de la flor: una cosa es el objeto que proyecta la sombra y otra la sombra en cuestión; una cosa es el perfume y otra la flor. Pues bien; esta paz, esta calma, esta profundidad, esta claridad, esta alegría es solamente el perfume de lo que es en sí esta realidad. Y todo el desarrollo espiritual consiste en ir    creciendo, en ir pasando del perfume a la flor. Sin embargo, antes de querer introducirse en la flor, primero hay que haber percibido el perfume.

 

     Todo esto, recordadlo, es para vivirlo. No se aprende leyendo o escuchando. Esto es la base de la experiencia. Si os preocupáis sólo de leer o escuchar, estáis perdiendo todas las infinitas posibilidades que esto ofrece.

2 comentarios en “Del aroma a la flor”

  1. Me encanta.
    Tengo una duda. ¿Alguien me puede aclarar qué quiere decir Blay cuando habla de la perfección?:
    . Es absurdo hablar de perfección a nivel personal
    Un saludo a todos

  2. Pues yo diría que lo que quiere decir es que la supuesta perfección que buscamos a nivel personal (incluso la pseudo espiritualidad) se disuelve como el agua entre los dedos cuando uno roza mínimamente ese yo silencioso que lo abarca todo.

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