
El personaje es algo ajeno a nuestra naturaleza: artificial, inútil y nocivo. Es también el responsable de nuestra dificultad para mantenernos despiertos y vivir en un estado superior de conciencia que ya hemos experimentado y que sabemos real. Este estado superior, es nuestro estado natural. Si no lo podemos mantener es porque llevamos toda la existencia poniendo nuestras capacidades genéricas al servicio del personaje. Si queremos instalarnos permanentemente en este estado de conciencia superior no tenemos más remedio que desactivar el mecanismo que se ha apoderado de nosotros.
Antes de la experiencia del despertar, el personaje constituye una hipótesis teórica afortunada para explicar una serie de fenómenos ordinarios que se repiten en nuestra vida cotidiana. Pero ahora que tenemos muy clara la diferencia entre estar despiertos y estar dormidos, porque lo hemos experimentado personalmente, el personaje aparece como un corsé del que tenemos que desembarazarnos.
Ésta es la diferencia clave entre esta línea de desarrollo y la psicología tradicional: no se trata de observar el personaje para intentar mejorar sus estrategias; no se trata de observar qué problemas tiene el personaje para intentar descubrir dónde falla y resolverlos. Lo que tenemos que cuestionar son sus objetivos, no los problemas con los que se encuentra para alcanzarlos. El verdadero problema es el propio personaje. Es vivir alienados de nosotros mismos, es estar instalados en la idea de no ser y de no ser como debiéramos ser.
El personaje es una doble negación de nosotros mismos; una negación de las capacidades genéricas y una negación de nuestra personalidad o yo experiencia. Para el personaje no somos nada por nosotros mismos, ni somos tal y como hay que ser. Él habita en un mundo de negación; en un mundo en el que nadie es como debería ser y en el que casi nunca pasa lo que debería pasar; su historia es el relato de lo que debería haber sucedido y no ha sucedido. El mundo del personaje es un mundo de locos.
Dicho esto, no se puede “luchar” contra el personaje, porque “luchar” es algo inherente a su concepción de la existencia. Cuando luchamos contra el personaje, nos colocamos en su terreno. De hecho, lo que llamamos “luchar contra el personaje” no es más que enfrentar el yo-ideal al yo-idea. El yo-ideal protagoniza este combate interior y lo utiliza para machacarnos todavía más. No se trata de “luchar contra el personaje”, sino de observarlo y verlo en acción; de investigarlo con interés hasta comprenderlo. Es la divisa fundamental del trabajo de Antonio Blay: mirar con interés para ver.
Jordi Sapés de Lema. “El concepto de Personaje en la línea de Antonio Blay”. Editorial Boira.