Naturaleza de lo exterior. (2)

Pero creo que es conveniente que nos detengamos por un instante a pensar qué es eso que llamamos lo exterior. Porque, tal como ocurre en muchas ocasiones, a veces podemos estar dando vueltas a un problema sin ser conscientes de que los datos del problema no están en absoluto claros. ¿Qué es lo exterior? Por un lado, sabemos muy bien qué es: lo exterior es esa maravilla constante, esa pluralidad de seres y de cosas que existen y que se manifiestan, todas ellas con valores distintos, con cualidades, cargadas de vida, de energía, de significado. Todo esto lo vemos en el mundo exterior, ese mundo exterior que podemos dividir, para estudiarlo, en mundo de personas, mundo de situaciones y de circunstancias y mundo de la naturaleza. 

Pero ¿qué quiere decir Exterior? ¿Exterior a qué? La respuesta natural es: exterior a mí. ¿Y quién es «mí»? ¿Al decir «mí», qué quiero decir? En seguida vemos que uno se está refiriendo al cuerpo. Pero, cuando uno examina esto con un poco de atención, se da cuenta de que esta distinción que aparecía tan clara entre mí, entre yo y lo Exterior, se esfuma, porque, por ejemplo, mi cuerpo, tomando ahora como punto de partida el cuerpo, forma un continuo con el mundo material que le rodea. Yo estoy constantemente en un proceso de intercambio con el mundo externo; yo estoy respirando constantemente aire, tengo continuamente aire en los pulmones; aire que me viene de fuera, aire que expulso, aire que vuelvo a inspirar. Ese aire que tengo dentro, ¿soy yo, o no soy yo? Está en mí, pero ¿soy yo, o no soy yo? Porque, naturalmente, es un préstamo del exterior, que luego devuelvo; es un proceso constante, por lo cual no puedo afirmar de una manera rotunda que este aire sea yo como cuerpo. Se descubre que estamos hablando de un proceso dinámico, en el que una simple convención, una comodidad, atribuye a este aire el carácter de propiedad mía, porque si yo no tuviera propiedad de este aire, desgraciadamente, moriría en seguida. 

  1. El continuo cuerpo–mundo físico 

Este fenómeno, que tan claro parece, de la respiración está ocurriendo exactamente igual a todos los niveles de mi cuerpo y de mi psiquismo, exactamente igual; sólo que tiene lugar a un ritmo más lento, lo cual es lo que da esta sensación de permanencia de una persona distinta del ambiente. Pero, miremos qué es nuestro cuerpo, de dónde ha venido nuestro cuerpo: del alimento que comemos. Todo, absolutamente toda la materialidad que hay en mi cuerpo, ha venido del Exterior: es lo que se ha ido fijando por asimilación del alimento procedente del Exterior. Pero no solamente es esto, sino que también mi cuerpo está en proceso constante de intercambio, está todo él renovándose, hay constantemente un material que 

se está expulsando y otro que se está incorporando, que se está asimilando. Vemos entonces que, en el mundo, mi cuerpo no es otra cosa que una retención temporal dentro de un curso de vida material, pero que, en realidad, está en constante renovación. Es como si el mundo de la materia, de la substancia orgánica, de la bioquímica, todas las leyes, todos los mecanismos correspondientes fisiológicos, estuvieran permitiendo que tuviera lugar un proceso dinámico de energía física en mi interior durante un tiempo, para recuperarlo después. Este proceso va entrando y va saliendo, con un período de retención que es lo que da permanencia a mi organismo físico. 

¿En qué sentido mi organismo físico soy yo? De hecho, es algo que está transcurriendo. Yo digo que es interior porque yo me limito a mí mismo por el perímetro de mi piel, y todo lo que hay dentro de mi piel soy yo mientras que lo que está fuera es lo Otro. Veremos que esto es también un artificio. Esta distinción, en tanto que depende de la percepción material de los sentidos, es una distinción práctica, y en este sentido está bien. Pero no responde a nada genuino. Mi personalidad, en cuanto en materia física, está en un transvase constante; mi cuerpo siempre es otro, nunca es el mismo. Por lo tanto, decir que este cuerpo es mío es decir que lo otro es mío. Lo que nos engaña es la velocidad con que se produce esta renovación, velocidad que nos da la idea de una cosa quieta. Ocurre como cuando yo voy en un vehículo a muy poca velocidad, y soy rebasado por otro que marcha a una velocidad muy superior; yo tendré la impresión de que aquél se mueve, en tanto que yo estoy fijo. Simplemente es un problema de relación, de cambio, de velocidad. 

Antonio Blay Fontcuberta. “Caminos de Autorrealización (Yoga superior). Tomo III, la integración con la realidad exterior). Editorial Cedel. 1983.

Imagen: Pixabay.

Para ver la entrada anterior (1): https://autorrealizacion.org/importancia-del-exterior/

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