Vivir nuestro propio mundo

Ver [la mentira del modelo recibido en la educación durante la infancia] es indispensable, porque en el camino espiritual tenemos mucha tendencia a entenderlo y a justificarlo todo, supuestamente desde una perspectiva superior. Y el sentimiento de fracaso nos ha impedido cuestionar las instrucciones [del modelo].

     Hasta que nos hemos propuesto vivir de manera consciente. Ahora, como consecuencia de habernos encontrado a nosotros mismos, este arquetipo infantil se nos hace estrecho. Constatamos los esfuerzos reales que hemos hecho por comprender la realidad, participar en ella y hacerla un poco más coherente con nuestra naturaleza esencial, y vemos que los ideales utópicos nos han distraído de lo esencial, de lo que ya somos y hemos estado ejercitando. Conscientes de ello, no queremos limitarnos a ser actores destacados en los escenarios que han diseñado otras persona, queremos escribir nuestro propio guión.

     Pero, una cosa es explicar nuestra vida y otra, muy distinta, crearla: ser autores de la misma. En este punto, el sentido de la existencia deja de ser una especulación filosófica y adquiere una dimensión central, porque se nos hace patente que estamos en medio del escenario, sin tener claro qué queremos hacer en él. Las novedades son nuestra presencia y la conciencia del potencial que somos: despertar cambia radicalmente la relación que tenemos con el exterior, seguimos determinados por él, pero podemos incidir en él y transformarlo. Nosotros, como sujetos, hemos dejado de ser la incógnita; lo que está por decidir es cómo y de qué manera queremos influir en el mundo. Así que, de repente, la realidad se nos presenta como un proyecto personal y el sentido de la vida es precisamente llevarlo a cabo. Por fin sabemos qué queremos ser de mayores.

     Transformar la realidad es mucho más  difícil que criticarla. En primer lugar, hay que partir de cómo es y tenerlo muy presente para, a continuación, hacer un diseño de cómo imaginamos que podría ser. Este diseño tiene la vocación de materializarse, así que no valen utopías irrealizables. Después de una experiencia prolongada en ciertos ámbitos de la existencia, seguramente contamos con imágenes intuitivas de las posibilidades que ofrecen estos territorios. La novedad consistirá en abandonar nuestras rutinas y trabajar para hacer posible lo que hemos imaginado.

     Lo natural es que nos sintamos llamados a protagonizar este desarrollo en los ámbitos que más conocemos o en aquellos que nos han despertado un especial interés a lo largo de la existencia. Puede, o no, coincidir con la profesión, pero nos sentiremos especialmente realizados invirtiendo la energía y el amor que somos, llevando a término el proyecto que nuestra mente ha concebido. Lo que empieza siendo una intuición se acaba convirtiendo en una inspiración, porque la inspiración no es más que la experiencia del espíritu expresándose a través de nosotros. Por eso, podemos hablar aquí de realización existencial, de un sentimiento de finalidad que contesta la famosa pregunta de qué estamos haciendo aquí. La asunción consciente y voluntaria de nuestro potencial nos descubre que el sentido de la vida está en su actualización, pero también nos hace evidente que es nuestra decisión personal la que lo sustenta.

Jordi Sapés de Lema. “Práctica del camino de Antonio Blay. Método, etapas y transformación”. Colección Jordi Sapés. Editorial Boira. 2020.

Las frases entre corchetes son del transcriptor del texto.

Imagen propia.

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