Serie de reflexiones sobre la ponencia del III Congreso de ADCA «el compromiso esencial». Quinta entrega: «EL IMPULSO A REALIZAR LO QUE INTUIMOS»

Volviendo al papel que juega lo superior en nuestra existencia a través de estos acontecimientos que contemplamos:
«Está claro que, sin esta demanda, el hombre dormirá en el sueño de su ignorancia y de su muerte. Pero su sensación es lo que da sentido a la historia humana con sus guerras, hambrunas, catástrofes, violencias e injusticias; porque precisamente ahí se va desarrollando este proyecto de ser, que nos parece tan limitado, paradójico, desconcertante y doloroso. La historia humana es una verdadera aventura amorosa que tiene muy poco que ver con un intento abstractivo de meditación puramente solipsista. Dios es amor, espíritu y luz, según el evangelista Juan. Y lo demuestra porque ha enviado a su Hijo a este cosmos de muerte para otorgar la vida a los hombres. Ese amor divino es movimiento vital, forma existencial, realización del mismo Dios en este mundo. Aquí, no se nos revela tan solo una propiedad divina, sino Dios mismo en toda su realidad: Dios como ser que ama. Ya lo era desde siempre, pero “entre nosotros” solo pudo expresarse en la venida de su Hijo a la Historia humana. Y únicamente contando con esta condición nosotros nos podemos amar, porque él nos ha amado primero».



















