Nombre del autor:Imanol Cueto Mendo

Una Segunda Educación

Alguien que finaliza los estudios y se dispone a abrirse camino en la sociedad, ha asimilado una gran cantidad de conocimientos sobre cuestiones muy específicas. Un/a médico sabrá mucho de ciencias de la salud; un/a agricultor/a sabrá mucho de agricultura y un/a mecánico/a sabrá mucho de mecánica. Esta formación recibida es, por descontado, necesaria y corresponde a una primera educación que ayuda a las personas a integrarse con éxito en el mundo laboral; no obstante, esta primera educación no siempre integra y contempla una serie de cuestiones esenciales para poder vivir de manera plena, independientemente de la orientación profesional que se escoja.

Cuando acabamos los estudios, sabemos quién es Napoleón, Platón y Luís XV, pero no sabemos quién somos nosotros. Sabemos latín, inglés y francés, pero no sabemos comunicarnos desde el corazón con los otros. Sabemos cómo aprobar un examen, pero no sabemos qué hacer con las emociones negativas que aparecen cuando suspendemos… Para resolver cuestiones tan fundamentales como estas nos hace falta una segunda educación.

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La mente concreta como filtro

El niño, cuando es muy pequeño, tiene una conciencia de realidad que, aunque difusa, se refleja en esa gracia, esa mirada que vemos en el niño, esa espontaneidad en el movimiento, esa cosa amable que tiene incluso todo animal joven. Ahora bien, luego empezamos a ponerle etiquetas a las cosas y eso es así porque necesitamos identificar cada cosa, para que se estructure la mente concreta y pueda manejarse en relación con el mundo concreto. Pero lo malo está en que luego nos quedamos metidos dentro de esta mente concreta; pues vemos que los mayores viven así, mentalmente estructurados en porciones, y es a ese mundo de la mente concreta al único que atribuyen la realidad.

Aunque de jóvenes conserváramos una resonancia de esa conciencia difusa infantil, pero amplia, sólo por el contagio de la gente adulta existe ya una inducción hacia esa mente concreta como algo exclusivo. Tendríamos que superar luego la fase de distinguir y separar, para poder llegar a la síntesis, a una abstracción profunda, completando el circuito completo del desarrollo que se ha quedado detenido a la mitad del camino.

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Diferencia entre amar y complacer

Complacer, internamente hablando, es cuando tú haces algo para de algún modo obtener el beneplácito del otro. Entonces estás buscando aquello que le complace. El amor es algo que se es, ni tan solo es lo que se hace. Es lo que se es, es nuestra naturaleza y por tanto no tiene ningún objeto, meta ni fin, no tiene por fin complacer a nadie. A mí me encanta el ejemplo de sol. El sol no nos complace. No nos complace pero no nos complace, a eso me refiero, no lo hace desde la complacencia. Irradia la luz, es imprescindible y es extraordinario todo esto que supone. Es la vida pero no hay ningún espíritu de complacencia. Entonces, cuando ya hay alguien que quiere complacer a alguien ya estamos en una trama oscura porque hay un juego por ahí debajo que no es trigo limpio. Y, por tanto, como no es puro no es verdadero, traerá su inevitable contaminación y sufrimiento.

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La injusticia no existe

¿Podemos esperar de un cocodrilo que se comporte como un perrito faldero? ¿Podemos esperar del fuego que no queme? ¿Podemos creer que el agua va a dejar de ser mojada?

Esperar que las cosas sean diferentes a como son es ignorar la ley de la causa y el efecto: mientras exista la causa previa, solamente podemos vivir el efecto que tenemos.

Pretender que la realidad es injusta porque no encaja con nuestros deseos es negarnos a comprender que el fuego, los cocodrilos y el agua son como son y producen los resultados que producen. Pensar que su acción o su existencia es una injusticia nos llena de odio y de venganza…. ¿Y acaso te parece buena idea vivir odiando?

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Hacia la religión del espíritu mediante una nueva conciencia

Pese a todos los elementos comparativos que hallamos en todas las grandes religiones, el cristianismo ofrece un elemento diferenciador que le confiere una identidad indiscutible: la estirpe semítica intensamente modelada por la cultura y el pensamiento helenistas. El pensamiento griego ha ido expresando los dogmas cristianos a medida de sus configuraciones. Sin el helenismo el cristianismo dejaría de ser la religión del occidente europeo, que la diferencia de su matriz judía y sobre todo de su “pariente” islámica, a la que le ha faltado un mínimo hervor helenístico. Quizá esto explique bastante las concordancias y las discordias existentes en la llamada “casa de Abraham”. Sin duda, que las discordancias serían menos acentuadas, entre las tres religiones semíticas, sin el hervor helenístico y sobre todo, la concepción del Logos Occidental. Sin él, no se entendería el misterio trinitario en Dios, y las descripciones de las naturalezas personales de Jesucristo. Habría un mayor consenso en la acentuación del monoteísmo en Dios, y en el profetismo excepcional de Jesús de Nazaret, como lo acentúa sobre todo la tradición sufí. Y con esta base, quizá, se verían sometidos dogmas y creencias a una lectura distinta. Pero esto no es, ni será así. Pese al esfuerzo ecuménico de algunos, aunque aquí, ya no concerniente a las exclusivas religiones semíticas sino a las grandes religiones mundiales, el Logos es el gran obstáculo de un pluralismo religioso sin reservas.

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La Presencia está presente siempre

Ciertamente, al principio hay que trabajar porque predominan en nosotros los viejos hábitos mentales, los miedos, los recelos, las inseguridades; y aunque en un momento dado nos sentimos muy ligeros, muy libres, al poco tiempo vuelve otra vez la fuerza de la costumbre a encerrarnos en nuestras ideas, en nuestros miedos y precauciones, y hemos de renovar una y otra vez esta Presencia hasta que va adquiriendo una continuidad. Y llega un momento en que esta Presencia constantemente renovada cambia por completo toda mi actitud en la vida en un sentido totalmente positivo; donde había angustia, deja de haberla, donde había preocupación, duda, sospecha, todo eso deja de existir; y me doy cuenta de que interiormente estoy siendo conducido, como en el fondo siempre lo he sido.

Pero ahora reconozco que mi inteligencia no es nada más que una pequeña avanzadilla, una pequeña delegación de la Inteligencia Absoluta. Y al estar conectado con esta gran Inteligencia dejo de apoyarme exclusivamente en mi pequeña delegación. Entonces estoy constantemente atento para ver con claridad desde la Gran Mente, no desde mi pequeña mente; ésta se convierte en lo que realmente es: en una delegación.

Y esto no solamente afecta a la mente para ver y valorar las cosas, sino también al corazón para sentir y a la voluntad para actuar. Descubro que el amor no es algo que fabrico yo, sino algo que me es dado; y que, en la medida que yo me abro a esta Presencia activa de Dios, este Amor-Felicidad aumenta y aumenta, y es como un pozo sin fondo; es realmente una Fuente que mana desde la Vida Eterna. Y me doy cuenta de que la fuerza no es la que tengo yo personalmente, no es la que puedo acumular o renovar a través del descanso, sino que hay una Fuente enorme, fantástica, de Energía que está expresándose en mí, en la medida en que todo yo me mantengo abierto a esta Presencia activa de Dios.

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Creatividad y condicionamiento

Vivir todos los hechos de la vida cotidiana, incluso los más habituales, de un modo constantemente nuevo, intenso y lleno de sentido. Concebir formas nuevas de resolver dificultades, intuir y expresar las realidades superiores del hombre y de la naturaleza, sea a través del lenguaje científico, filosófico o artístico. He aquí dos formas bien distintas de una misma cualidad fundamental: la creatividad.

Pero de estas dos formas de creatividad, la que aquí nos interesa de un modo especial es la primera, la de vivir diario, la que está al alcance de todos y cada uno de nosotros, puesto que no requiere ningún don ni ninguna calificación o aptitud extraordinaria, sino que exige tan sólo la utilización efectiva de lo que cada uno de nosotros ya posee: la vida, la inteligencia, la energía, la conciencia, el amor, la voluntad.

El ser humano, en efecto, es naturalmente creador, del mismo modo que lo es en grado sumo la Vida de la cual él es una elevada expresión.
La creatividad, pues, no la hemos de ver exclusivamente en aquellos grandes artistas cuyas obras admira la humanidad a través de los siglos, ni tampoco en esos hombres geniales en el terreno de los descubrimientos científicos, de las realizaciones tecnológicas o de las innovaciones comerciales.

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La realidad: curso de profundización y diálogos

Lo que os estoy proponiendo en este ciclo es que nosotros hemos de (o podemos) vivir lo que es nuestra realidad profunda; porque esta realidad ya la somos y, además, en su propio plano ya es consciente; totalmente consciente. El problema está en que mi mente externa está absorbida por unas determinadas cosas; y así es imposible sintonizar con ese plano de conciencia de realidad profunda. Para remediar esto, os propongo distintos medios para despertar a esa realidad profunda, la cual cambiará de manera absoluta nuestra capacidad para vivir y para manejar las cosas.
 
  Pregunta: Esa realización total de la conciencia profunda de uno, que ya es una realidad en sí…, ¿soy yo mismo, en un desplegamiento de mi conciencia de ser? ¿soy yo un punto que me estoy desplegando a partir de todo lo que son aspectos de todo tipo fenoménico o concreto? ¿Es eso mi actualización?
  Blay: Esto es así visto desde aquí abajo, desde la conciencia sensorial.
 

  Pregunta: Sí. Pero es que yo he de partir de aquí abajo para llegar a mí mismo como la conciencia plena y real que soy allá arriba.
  Blay: Pero es que ese «llegar»…, resulta que ya estás ahí ¿sabes?
 

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ADCA y la proactividad espiritual

“Reconócelo en todos tus caminos, y él allanara todas tus sendas”
Proverbios: 3.6

De manera muy usual, sobre todo cuando el personaje tomas las riendas, nuestros actos tienden a ser más reactivos que proactivos, es decir, nos pasamos nuestra vida tomando decisiones, armando planes, escogiendo entre diferentes alternativas… esperando que ocurra lo que deseamos y es verdad que a veces nos salen bien las cosas, pero no es menos cierto que muchas veces no es así  y es entonces cuando de manera infantil reaccionamos pidiéndole a Dios (de manera consciente o inconsciente) que nos ayude a encontrar nuevamente el camino.

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No dependamos del exterior

Pero como hasta ahora yo estoy pendiente de las situaciones exteriores, como mi valoración la hago en relación con el mundo, con la gente, con las situaciones, entonces mis emociones dependen del acontecer, de la valoración que yo hago de las situaciones. Así, yo no vivo lo que soy en mí, sino que vivo sólo mi transacción con el mundo; y este modo particular de relación lo vivo como si fuera mi realidad, fuera mi inteligencia, mi felicidad. O sea, que estamos viviendo fuera de nosotros mismos. Estamos viviendo lo que es sólo una expresión nuestra como si fuera nuestra identidad. Y hasta que no descubramos que nuestra identidad está detrás de toda relación, y que ninguna relación puede afectar esencialmente a nuestra identidad -pues desde el principio al fin es siempre la misma-, estaremos pendientes de lo exterior, estaremos sobre un terreno completamente falso.

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