Antonio Blay

El sentido de nuestra vida de relación personal

Nuestra relación con los demás es, al principio, una relación de superficie; yo estoy identificado en mis modos de ser y percibo al otro sólo en sus modos de ser; yo me vivo a mí mismo por criterio de comparación: yo soy más o menos que lo de más allá, y mi valoración de lo otro está en función de estos más y estos menos con los que me valoro a mí mismo.

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Atender al otro

Lo más importante es que yo aprenda a descubrir la importancia del otro, que yo aprenda a descubrir que el otro, tan sólo por el hecho de ser el otro, sea quien sea ese otro, es al menos tan importante como yo. Por lo tanto, tengo que aprender a descubrir este valor: el otro tiene la misma realidad que yo, tiene una vida interior exactamente como la tengo yo, tiene una voluntad interior, unas aspiraciones, unos deseos, un modo de ver las cosas, una experiencia detrás de sí, está viviendo todas las situaciones por lo menos con la misma intensidad como las vivo yo, y son tan importantes para él como lo son para mí. Pero yo nunca vivo esto así. Teóricamente acepto que es así, pero a la hora de tratar con los demás yo me hallo centrado en mi modo de pensar y de sentir, y los otros modos de pensar y sentir son para mí secundarios, muy secundarios.

En el momento de la relación humana yo he de aprender a vivir al otro con la misma realidad y la misma importancia con que me vivo a mí.

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Apariencia y realidad de las personas

Las personas no son buenas o malas, perfectas o imperfectas, orgullosas o egoístas o generosas o santas. La persona nunca es ninguna cosa; la persona es el conjunto de cualidades emotivas que se expresan en un momento, en un lugar; es el conjunto de los rasgos divinos que se expresan en un grado más o menos elemental, pero que están en un proceso de constante transformación. La imagen que nosotros nos hacemos de la persona es una imagen fija, estática, es una instantánea de la persona. Y a esa instantánea le asociamos unas cualidades, o unos defectos, y valoramos esta instantánea. Esto es lo erróneo.

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Practicar la felicidad

En esto, sin darnos cuenta, aplicamos un criterio material, creyendo que estas cualidades básicas son algo que, a semejanza de lo físico, lo tendremos por posesión acumulativa, que es algo que nos ha de venir del exterior y que, reteniendo determinadas cosas, retendremos una determinada felicidad o bienestar. Y aplicando este criterio es cuando nos encontramos con repetidos fracasos.

Si yo me centro en la intuición que tengo de que Dios es la felicidad y de que Dios es, al mismo tiempo, la Fuente que me está comunicando mi propia vida en todas sus manifestaciones permitiré que esta felicidad se manifieste en mí del mismo modo que yo puedo tomar el sol poniéndome conscientemente bajo sus rayos. Cuando yo pueda mantenerme centrado en esta intuición de Dios presente como Felicidad y Amor absolutos, interiormente relajado, contemplando, y dirigiéndome afectivamente a este Dios-Amor, es como si yo permitiera que ese amor, esa felicidad, me llenaran desde dentro, y pudiera irradiarlos después hacia fuera.

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La noción de realidad

Podríamos decir que el nudo del problema se sitúa en donde yo estoy poniendo mi noción de realidad. Según nuestra noción particular de realidad, «realidad» significa lo que para nosotros es real. Y en este caso, es sinónimo de lo que para nosotros es importante. Allí donde yo pongo mi noción de realidad, allí se produce lo que para mí pasa a ser de importancia.

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Somos la conciencia.

Nosotros lo vivimos todo en nuestra conciencia, y de hecho nuestra conciencia es el universo en el cual vivimos, es nuestro universo individual. Este universo individual está formado por todo lo que son actualizaciones del foco central, al que llamamos potencial, de nuestra inteligencia, de nuestra afectividad y de nuestra energía. A través de esas respuestas que se producen ante unos estímulos, nosotros vamos tomando conciencia de unas formas, de unos seres, de unos valores, de unos significados. Y por el aprendizaje que hemos hecho solemos creer que sólo somos el cuerpo, y a lo que asociamos con ese cuerpo lo llamamos yo, mío, mis cosas. Pero en realidad somos todos los contenidos de la conciencia, todos.

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Un concepto clave en la vida espiritual

Todos nuestros mecanismos, todos nuestros contenidos psicológicos, ideas, sentimientos, están siempre basados en estructuras contingentes, transitorias: deseamos tener un cargo, ganar dinero, vivir en un sitio determinado…etcétera; deseamos una serie de cosas, las cuales, todas, por su propia naturaleza, son transitorias, están destinadas a transformarse y a desaparecer.

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El deseo (capítulo 7). La fe operativa

Curiosamente, hemos ido a parar a esta noción, que parece extraña (teniendo en cuenta de donde hemos partido), de la Fe. ¿Qué quiere decir Fe? Vemos en el Evangelio constantemente esta referencia a la Fe. «Si tuvierais fe…», «todo es posible a los que creen»… «¿tú crees que puedo curarte?»… (y entonces se produce la curación). Siempre aparece este condicionamiento a la fe. Pero, claro, muchos de nosotros tenemos la palabra fe asociada a cosas desagradables, o poco deseables, según hayan sido nuestras experiencias; y parece que todo el mundo anda un poco receloso con esta palabra fe.

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